Capítulo 91: La posada

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El día de la posada llegó dos días antes de Navidad.

Tal y como lo prometieron, los miembros de SPEED estuvieron aquí desde muy temprano para ayudarnos con los preparativos.

Sin embargo, por lo menos yo estaba un poco confundido ya que no sabía realmente qué hacer.

Si bien, ya he estado en varias posadas antes, esta es la primera vez que me toca estar tras bambalinas.

─No es tan difícil ─comentó al respecto la líder de la Sociedad─ Ya he ayudado en otras posadas antes, solo tenemos que conseguir la piñata, los dulces y otras cosas necesarias.

─¿Y la comida que daremos? ─pregunté.

─De eso se encargarán tu tía y las demás vecinas.

─¿Dónde compraremos las cosas? ─preguntó Guadalupe─ ¿En Sayula?

─Supongo ─respondió Mayra Páez─ Es lo malo de vivir en un pueblo tan pequeño.

─Pero tú antes vivías allá ─replicó Claudio.

Mayra, junto con algunos de los chicos, nos dirigimos en su automóvil hasta el mercado de la cabecera municipal, y ahí conseguimos todo lo necesario.

Una piñata hecha de cartón y papel mache, serpentinas, globos, luces de bengala, velitas de colores, dulces que servirían tanto para la piñata, como para los aguinaldos, bolsitas decoradas, novenarios para pedir posada, etc.

Nunca me pareció que se gastara en tantas cosas en las posadas a las que había ido antes.

Otros de los chicos se quedaron en casa de mi tía y ayudaron con la limpieza de la casa, barrieron, sacudieron y limpiaron.

Y tal y como lo había dicho Mayra, muchas vecinas se juntaron para ayudar a mi tía con la preparación de la comida que darían en la posada, principalmente tamales de diversos sabores y buñuelos azucarados.

Asimismo también prepararon ollas repletas de ponche de fruta y atole de maíz.

Llegamos rápidamente a la casa y procedimos a preparar los aguinaldos y a rellenar la piñata.

Para los aguinaldos, lo que hicimos fue tomar un ejemplar de cada dulce que habíamos comprado y meterlo en las bolsitas decoradas, logramos formar 40 aguinaldos ya que, como habían mencionado los chicos, no vendría mucha gente.

El sobrante de los dulces, lo usamos para rellenar la piñata, en la cual además agregamos algo de fruta y una que otra moneda de diez pesos.

─¿Pero y si vienen más niños? ─pregunté incrédulo al ver que eran pocos aguinaldos.

─Te aseguro que lo que menos verás en la posada serán niños ─contestó Gibrán.

Y si, cuando oscureció y la gente comenzó a reunirse para la posada, lo que más vi fueron adultos, y adultos mayores, pero no vi muchos niños, quizá no pasaban de 20.

Entonces me explicaron la razón de esto: resulta que en este pueblo, y también en los demás del lugar, la población infantil y juvenil no es muy numerosa.

En el caso de Yatareni, este sector de la población es tan bajo que aquí no hay escuelas primarias ni secundarias, todos los niños del pueblo tienen que migrar a pueblos cercanos para estudiar.

Sabía que no había escuelas aquí, pero creo que nunca me pregunté la razón de eso.

Martina, que estudiaba la escuela secundaria, era una de esas estudiantes que tenían que salir del pueblo para asistir a la escuela, pero nunca supe dónde estudiaba realmente.

Yatareni (PRIMERA VERSION)Where stories live. Discover now