Capítulo 2

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 Lo sucedido en el zoo le costó a Eijirou el castigo más duro que había tenido.

Sin embargo, estaba feliz ya que dejaría de asistir a la misma escuela que su primo, que iba a la antigua institución en la que su padre había estudiado; mientras que él se quedaría en un colegio público que había en la zona.

Un día, Eijirou se encontraba en la cocina mientras Izuku y Hisashi desayunaban, su primo con el bastón de Smeltings, su futura escuela, que llevaba a todas partes.

Tras unos momentos, pudieron oír cómo el cartero metía las cartas por la ranura de la puerta, y como caían en el felpudo de bienvenida.

Eijirou se dirigió a la entrada y cogió toda la correspondencia que allí se encontraba.

Había varias cartas, y algunas postales de una tía de Izuku. Sin embargo, cuando miró la última, pudo observar que era para él. Pero, ¿quién podía haberle escrito si no tenía familiares ni amigos con quienes comunicarse? Pero la carta no mentía.

Señor E. Kirishima

Alacena Debajo de la Escalera

Privet Drive, 4

Little Whinging

Surrey

El sobre era de color amarillento, y no tenía sello por ningún sitio.

Antes de que pudiese seguir examinándola, su tío se gritó que se diese prisa, así que volvió a la cocina, entregándole todas las cartas menos la que iba dirigida a él.

Pero su primo se fijó en eso, y le quitó a carta cuando la estaba abriendo.

-¡Papá!¡Papá, Eijirou tiene una carta!

-¡Es mía! -dijo Eijirou intentando recuperarla.

-¿Quién te va a escribir a ti? -dijo con tono divertido y grosero su tío, mirando el sobre por fuera. Pero cuando la vio, su cara pasó a estar blanca como el papel, y llamó a su esposa con un tono preocupado y alarmado en su voz.

Cuando su tía leyó lo que decía por fuera, se puso igual que su marido, murmurando incoherencias que Eijirou no podía escuchar.

Cuando su tía leyó lo que decía por fuera, se puso igual que su marido, murmurando incoherencias que Eijirou no podía escuchar

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Al final no pudo saber el contenido de la carta, pero no fue la única que llegó. Los días siguientes llegaron a aparecer dos o tres por día o incluso diez, y siempre se veían lechuzas apostadas en los alrededores de la casa.

Parecía no tener fin. Sin embargo, Eijirou no pudo leer ninguna, porque su tío Hisashi siempre se las quitaba y las rompía o las quemaba.

Había además tapado la rendija por donde pasaban las cartas con un tablón para que no pudiesen pasar más.

El domingo por la mañana, a diferencia del resto de días en los que había habido una masacre de cartas, tío Hisashi estaba sentado en la mesa del desayuno con una sonrisa en la cara.

Eijirou Kirishima y la Piedra FilosofalWhere stories live. Discover now