Capítulo 1

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Capítulo 1

Naruto

Estaba ardiendo otra vez. Peor que cuando me enfermé por la mutación o cuando me rociaron Strunz en el rostro. Las células mutadas en mi cuerpo brincaban como si estuvieran tratando de abrirse paso a través de mi piel. Quizás lo estaban. Se sentía como si estuvieran extendidas de par en par. La humedad se reunía en mis mejillas.

Pronto me di cuenta de que eran lágrimas.

Lágrimas de dolor y rabia, una furia tan potente que sabía a sangre en la parte posterior de mi garganta. O tal vez realmente lo era. Tal vez estaba ahogándome en mi propia sangre.

Mis recuerdos luego de que las puertas se cerraran eran brumosos.

Las palabras de despedida de Sasuke me perseguían a cada momento.

Te amo, Naruto. Siempre lo hice. Siempre lo haré.

Habían sido como un silbido mientras las puertas se cerraban y me había quedado solo con los Arum.

Creo que trataron de comerme.

Todo se había vuelto negro y luego había despertado en ese mundo en el que dolía respirar. Recordar su voz, sus palabras, calmó un poco la tormenta. Pero entonces me acordé de la sonrisa de despedida de Pain, mientras sostenía el collar de Ópalo, mi collar, el que Sasuke me había dado justo antes de que las sirenas se apagaran y las puertas comenzaran a descender. Mi ira se encendió. Me habían capturado y no sabía si el azabache había logrado salir junto con el resto.

No sabía nada.

Forzándome a abrir los ojos, parpadeé ante las luces duras y brillantes sobre mí. Por un momento, no pude ver a causa de su brillante resplandor.

Todo tenía un aura. Pero finalmente se aclaró y vi un techo blanco detrás de las luces.

—Qué bueno que está despierto.

A pesar del ardor palpitante, mi cuerpo se tensó ante el sonido de una voz masculina desconocida. Traté de mirar a la persona que había hablado, pero el dolor se disparó por mi cuerpo, doblando mis dedos. No podía mover el cuello, los brazos o las piernas.

Un terror helado bañó mis venas. Había bandas de Strunz alrededor de mi cuello, muñecas y en mi tobillos, manteniéndome quieto. El pánico se desató, aprovechando el aire en mis pulmones. Pensé en las contusiones que Itachi había visto en el cuello de Deidara. Un estremecimiento de repulsión y miedo se sacudió a través de mí.

Escuché pasos acercándose y un rostro inclinado hacia un lado llegó a mi campo de visión, bloqueando la luz. Era un hombre mayor, tal vez llegando al final de sus cuarenta años, con el cabello oscuro salpicado de manchas grises cerca del cuero cabelludo y con un parche en su ojo derecho.

Llevaba un uniforme militar de color verde oscuro. Había tres filas de botones de colores sobre la parte izquierda de su pecho y un águila con las alas extendidas a la derecha.

Incluso con el dolor y la confusión nublando mi mente, sabía que este tipo era importante.

—¿Cómo se siente? —preguntó con voz nivelada.

Parpadeé lentamente, preguntándome si aquel hombre hablaba en serio.

—Todo... todo duele, ttebayou —dije con voz ronca.

—Son las bandas, pero creo que ya lo sabe. —Hizo un gesto a algo, o alguien, detrás de él—. Tuvimos que tomar ciertas precauciones cuando le transportamos.

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