Capítulo 8

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Capítulo 8

Sasuke

Jinchuriki no perdió tiempo una vez que estuvieron seguros de que poseía las locas habilidades de curación. Tan pronto como pensaron que estaba descansado, me llevaron a una habitación en el piso médico. No había nada en el espacio de paredes blancas, excepto dos sillas de plástico, una frente a la otra.

Miré a Tsunade, con las cejas levantadas. —Bonita decoración la que utilizan aquí.

Me ignoró. —Siéntate.

—¿Y si prefiero estar de pie?

—Realmente no me importa. —Se volvió hacia donde la cámara en la esquina y cabeceó. Entonces me miró—. Sabes lo que se espera de ti, Uchiha. Comenzaremos con uno de nuestros nuevos reclutas. Tiene veintiún años y está en buen estado de salud.

—¿Excepto por la herida mortal que estás a punto de infligirle? —Tsunade me lanzó una suave mirada—. ¿Y está de acuerdo con esto?

—Lo está. Te sorprenderías de la cantidad personas que están dispuestas a arriesgar sus vidas por convertirse en algo grande.

Más me sorprendía el nivel de estupidez que tenían algunas personas. Anotarse a una mutación que tenía una tasa de éxito de menos del uno por ciento no parecía muy brillante para mí, pero ¿qué sé yo?

Me entregó un brazalete grande. —Esta es una pieza de ópalo. Estoy segura de que estás muy consciente de lo que hace. Mejorará la curación y se asegurará de que no estés agotado.

Tomé el brazalete de plata y me quedé mirando la piedra negra con la marca roja en el centro. —Literalmente, me estás entregando un trozo de ópalo, sabiendo que contrarresta el strunz.

Me dio una mirada mordaz. —También sabes que tenemos soldados armados con esas pequeñas armas repugnantes de las que te hablé. Eso pesa mucho más que tener ópalo.

Deslizándolo alrededor de mi muñeca, di la bienvenida a la sacudida de energía. Miré a Tsunade, quien me observaba como si fuera su toro preciado.

Tenía la sensación de que, aunque saliera corriendo de una habitación a otra golpeando personas hasta la muerte no sacaría las armas grandes. No a menos que hiciera algo tremendamente loco.

Yo era simplemente demasiado especial.

Estaba enojado, también. Podía haberme dado el pedazo de ópalo cuando necesitaba sanar a Naruto. Uno de estos días le iba a hacer un daño serio a esta maldita mujer.

El soldado de ojos brillantes y tupida cola entró en la habitación, sin más instrucciones asumió una posición en cuclillas sobre una de las sillas. El chico se veía de unos veintiuno recién cumplidos, aunque intenté no involucrar mis sentimientos en nada de esto, un tanto de culpa me invadió.

No porque planeara arruinar esto o algo. ¿Por qué iba a hacerlo? Si no traía a un híbrido con éxito a este mundo, eventualmente volverían sus ojos malvados y sádicos en torno a Naruto.

Así que, sí, estaba introduciéndome en todo eso del " es necesario que haya un verdadero deseo para poder sanar a la persona", pero todavía no tenía idea de si funcionaría. Si no era así, el hombre/chico o viviría el resto de su vida como un ser humano viejo y aburrido, o se autodestruiría en pocos días.

Por su bien y el de Naruto, esperaba que le dieran la bienvenida al mundo de los híbridos felices.

—¿Cómo vamos a hacer esto? —Le pregunté a la rubia.

Ella le hizo un gesto a uno de los dos guardias que habían entrado a la habitación con el paciente cero. Uno de ellos dio un paso hacia adelante, haciendo brillar un cuchillo de aspecto desagradable de esos con los que Michael Myers correría en Halloween.

OrígenesWhere stories live. Discover now