Capítulo 10

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Capítulo 10

Naruto

El chorro constante de agua casi hirviendo había lavado la mugre y todo lo que estaba pegado a mi piel. Giré un par de veces los grifos del agua y finalmente se detuvo, presioné mis temblorosas manos contra mi cara. Ya había usado la pequeña botella de champú dos veces y necesitaba salir de allí, pero estar en una caseta con manchas de óxido cerca de la bañera y presión desigual era tan diferente de los baños en el complejo que no quería irme. Era como estar en una burbuja a salvo de la realidad.

El resto del agua corrió sobre mi cuerpo, en cascada sobre las cicatrices irregulares a lo largo de mi espalda, haciendo un charco alrededor de mis pies.

Bajé mis manos y miré hacia abajo. El agua no drenaba rápidamente, causando que se acumulara en la parte inferior de la bañera. El agua tenía un color rosado.

Tragué duro y me aferré a los grifos. Saliendo de la ducha y del cuarto de baño lleno de vapor, agarré una toalla y la envolví a mí alrededor, asegurándola en mi cintura. Hice mi mejor esfuerzo para sacar el exceso de agua de mi cabello, haciéndolo metódicamente como un canino. Sacudir. Sacudir. Sacudir.

Cuando esto estaba terminado, me di cuenta de que no tenía otros motivos para esconderme en el baño.

Y eso era lo que estaba haciendo. Escondiéndome. No sabía por qué, excepto que sentía como si mis entrañas estuvieran magulladas y deshilachadas, demasiado expuestas. Estábamos fuera, éramos libres por ahora. Sólo eso era motivo de celebración, pero estábamos lejos de estar salvados. Estaba el desconocido destino de Shikamaru, a dónde íbamos desde aquí y toda una vida que había dejado atrás en Konohagakure; mi mamá, mi escuela, mis libros...

Necesitaba salir del baño antes de que Sasuke pensara que me desmayé, o algo así.

Agarrando la parte superior de la toalla, me fui a la habitación. El Uchiha estaba en la ventana, su espalda erguida como un centinela. Giró su cintura, su mirada moviéndose desde la parte superior de mi cabeza hasta mis pies. La luz estaba encendida a un lado de la cama y era tenue, pero cuando me miraba así, sentía como si un letrero hubiera sido encendido en mí. Mis dedos se enrollaron sobre la alfombra.

—¿Te sientes mejor, dobe? —preguntó, sin moverse de la ventana.

Asentí. —Mucho mejor. Puede que haya sobrado algo de agua caliente, dattebayou.

Un lado de sus labios se curvo hacia arriba. —¿Sabes a qué día estamos?—Negué con la cabeza, y él hizo un ademán hacia el escritorio—. Allí hay un calendario, del tipo que arrancas las paginas cada día. Si está actualizado, es dieciocho de agosto.

— Mierda —susurré, profundamente inquieto—. He estado fuera... nos hemos ido prácticamente por seis meses, ttebayou. —No dijo nada—. Sabía que había pasado mucho tiempo, pero el tiempo era tan extraño allí. No pensé que fuera tanto, en serio. Seis meses...

—Se siente como por siempre, ¿eh?

—Sí, lo hace. —Me acerqué lentamente a la cama—. Seis meses, dattebayou. Mamá probablemente piensa que estoy muerto.

Se giró de vuelta a la ventana, sus hombros se tensaron. Varios minutos pasaron antes de que hablara—: Te conseguí algo de ropa limpia. Está en la maleta. Creo que apreciarás la camiseta, dobe.

—Gracias, teme.

—No es gran cosa, Kitsune.

Me mordí el labio inferior. —¿Sasuke...? —Se giró hacia mí, sus ojos extrañamente brillantes. Un par de hermosos ojos negros—. Gracias por todo, de veras. No estaría fuera de allí si...

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