Capitulo 25

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La fiesta había terminado, y la mayoría de las personas se habían ido. Rosario manejaba el auto de Alissya quien reía en el asiento de Copiloto. Marc iba en el asiento trasero, le pidió a la castaña si lo podía dejar en su casa, ya que su auto se había roto… Alissya se sentó recta contra el respaldo, y prendió la radio a todo volumen, empezó a gritar la canción que sonaba, Rosario no soportó tal ruido, y la apagó. Cuando la rubia iba a quejarse, unas sirenas de policía aparecieron detrás del coche. 

Mierda.

Rosario no tenía licencia para conducir este auto, no era de ella… Además, tenia diecisiete, era menor de edad y lo peor de todo, que no era muy buena mintiendo cuando no conocía a la persona. Supuso que Alissya tampoco tenía su licencia en su cartera ya que, era demasiado irresponsable. Rosario paró a un costado de la carretera, y le pegó una cachetada a Alissya para que despertara de su maldita nube. 

—La policía nos va a arrestar si no cambiamos de lugares, y haces que tú estás conduciendo, Alissya. —Le dio un sacudón, y Alissya abrió los ojos muy ampliamente. 

— ¿La policía? —Preguntó, y vio las sirenas por el vidrio trasero, y entonces, entendió. — ¡Rosario! ¡Muévete! 

Pero, cuando quisieron cambiar de asientos, el policía ya estaba contra la ventana, y le había dado unos golpes para que estas la bajaran, y así fue lo que hicieron… Bajaron la ventanilla, y el señor que tendría unos cincuenta años apareció con todo su traje, y placa con nombre y apellido. 

—Licencia, por favor. 

Alissya se la pasó a Rosario desde su bolso… No sabía que la tenía, y cuando el policía, notó que la chica que conducía no era la misma que la foto, prendió su radio y habló con la estación. Rosario quería pegarse un tiro, literalmente. Su padre iba a matarla. 

El señor caminó hacia su auto, y la puerta de Alissya se cerró. 

—Tengo la patente, la arranqué del auto… ¡Arranca a toda velocidad! 

— ¡¿Qué?! 

— ¡Mujer, arranca el auto! —Le gritó Alissya con furia, y Rosario apretó el acelerador…

La velocidad del coche empezó a subir, iban a unos 100km/h, el ruido de las sirenas todavía se escuchaba, así que, doblaron en la primera calle que pudieron, y cuando encontraron un callejón, estacionaron el coche… Apagaron el motor, y Rosario soltó el volante. Nunca había hecho eso en toda su corta vida, y no tenía ganas de volver a intentarlo por más que hubiera sido divertido. 

Marc sonrió de lado cuando él auto freno y pegó un grito de alegría, Alissya le copió la acción, Rosario se recostó contra el asiento respirando con tranquilidad. 

Ambos dos estaban locos por gritar como si su equipo de futbol preferido hubiera metido un gol y hubiera ganado una de las copas del Campeonato Local. 

—Nunca más salgo de fiesta contigo. —Le señaló a Alissya, y luego, giró sobre su asiento para señalar a Marc. —Y tú, que supongo que eres un gran mentiroso, me hubieras ayudado a salir de esa sin tener que haber ido a tanta velocidad…

— ¡Oh, vamos! Fue totalmente divertido, Rosario. —Exclamó Marc con un tono alegre en su voz. 

— ¡Fue asombroso! ¿No te divertiste? —Alissya le golpeó en el brazo. 

—Ustedes dos… Son las personas más dementes del maldito planeta. 

Habían dejado a Marc en su casa, y Alissya se había quedado dormida todo el trayecto hasta la casa de Rosario… Cuando entraron a la misma, todas las luces estaban encendidas. Y Robert apareció por la puerta de la cocina cuando, la principal se cerró con fuerza debido al viento. 

Una Alissya borracha entró por la misma, y una Rosario totalmente consciente también. 

Tal vez, no la encontró en la cárcel por haber estado conduciendo un auto que no era de ella con una borracha y un estúpido chico que solo quiere divertirse pero, la encontró entrando a casa a escondidas y eso, nunca era bueno. 

La observó de arriba abajo, tenía un vestido corto, y unos zapatos demasiado altos. Su padre quería que ella tuviera una vida de una chica adolescente pero, no deseaba que fuera de esas mujeres que salen sin avisar, y que nunca respetan las reglas. 

—Ayuda a Alissya a subir a la habitación, y después baja. —Le ordenó. —Tenemos que hablar. 

Mierda. 

Mierda.

Triple mierda. 

Bajó las escaleras sin los zapatos, y con el pelo todo alborotado. Robert, esperaba impaciente en la cocina con una taza de chocolate caliente en las manos. Al ver el reloj de la cocina, vio que era demasiado tarde: Las cuatro de la mañana. Él le había dicho que se quedaría a dormir en un hotel pero, al parecer logró llegar a la casa… por mala suerte. 

Rosario hizo una mueca al entrar donde su padre. 

—Antes que me castigues o me digas algo… Lo siento, no sabía que iba a llegar tan tarde, y tampoco tenía planeado ir de fiesta, sólo quise acompañar a Alissya, ¡Además! —Dijo con un tono de emoción. —Tú quieres que tenga una típica vida adolescente, y esto es lo que hacen las adolescentes… 

—Quiero que seas una adolescente pero, no que me mientas. —Le respondió, ignorando su disculpa. Tomó un sorbo y dejó la tasa sobre la mesa. —No puedo creer que no me dijeras que ibas a salir. 

— ¡Lo siento! ¿Vale? No sabía que iba a serlo, solo pasó.

—Hubieras dejado una nota, hubieras dejado un mensaje de voz… ¡No tenía problema con que salieras! Pero no sabía dónde estaba cuando llegué, Rosario. —Dijo, estaba tranquilo o eso aparentaba. —Revise la casa, y no apareciste, te llamé a tu celular y no contestaste… Pensé que te habían secuestrado, ¿entiendes por lo que me enojó? —Le preguntó frunciendo el ceño. Ella solo asintió con la cabeza. 

—Me alegro que entiendas, ahora… —Junto sus manos en la mesada. —Castigada, un mes, sin salida, sin citas, sin tu novio, y solo pueden venir a casa pero, tú no sales… —Le señaló con el dedo, y luego dio media vuelta. —Que descanses. —Besó la cabellera de la chica, y estaba a punto de salir por la puerta cuando el gritó de su hija le penetró por los oídos. 

— ¡¿QUE?! ¡Estoy a salvo, papá! No hagas esto. 

—Rosario, tú no eres de salir, no te puedes quejar. —Se dio media vuelta, y siguió caminando. 

—Pero quiero hacerlo, si quiera a la tarde para ir con Nicholas o Alissya… 

Su padre hizo un ruido con la boca negando esa petición, tomó otro sorbo de su chocolate caliente, y lamió sus labios. 

—Un mes. Castigada. Sin citas. Sin salir. Sin Nicholas.

Y eso fue lo último que dijo su padre para irse por la puerta, y subir las escaleras hasta su habitación.

Let Me Die|Adaptada|Marc Márquez (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora