Capitulo 26

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Una semana. Una puta semana. Sólo eso había pasado del castigo, y cada día pasaba más lento de lo normal. Su padre nunca estaba en la casa, pero la tenía totalmente vigilada. Colocó cámaras por toda la casa, y activó unos sensores para que Rosario, si tenía ganas de salir a la tarde, no pudiera hacerlo… Cada vez que atravesaba alguna puerta o ventana, la alarma sonaba y la hacía volver a entrar a la casa. 

Ella estaba rodeada por todas las paredes de la casa, sin poder salir. Sólo su padre sabía cómo desenchufar todos los cables de esta cosa mecánica. No sabía, más bien, no tenía la más pálida idea de que Robert hiciera tal cosa, por un momento llegó a pensar que realmente estaba loco, pero era su padre… Aunque no lo entendiera, quería hacerlo. 

Cada vez, que llegaba desde el Instituto a la casa, y pasaba la puerta, se escuchaban unos sonidos que aseguraban que si salía, la alarma sonaría. 

Una tarde, mientras leía un libro que encontró por ahí que no era para nada interesante, alguien tocó a su ventana. Era Marc. Siempre ahí, espiando y molestando. Una sonrisa se atravesó por sus mejillas. No le esperaba. 

Llegó a la misma, y la abrió. El chico pasó y se sacudió. 

—No puedes estar acá. 

Marc sonrió con su hermosa sonrisa torcida. 

—Si puedo estar acá… —Se sacó su gorra de beisbol, y se la acomodó. —Tengo un plan, ¿quieres participar? 

Rosario cerró su libro que todavía lo tenía en mano, lo tiró sobre el escritorio. Dio media vuelta, caminó a la cama, y se sentó. Le ofreció un lugar a Marc, quien se quedó parado. 

—Cuéntame. —Pidió Rosario. 

—Estás castigada por un mes, ¿cierto? —Rosario asintió frunciendo los labios. — ¿Sabes lo que hacen los adolescentes cuando están castigados y sus padres no están en casa? —Rosario negó con la cabeza, y Marc formó una sonrisa. —Se escapan, y ahora es tu turno.

—Lo pensé pero… ¿sabes algo? ¡Estoy rodeada por cámaras! —Exclamó frustrada, su padre estaba loco, completamente. 

—No lo creo… Una gran persona, si puedo decir, sacó todos los cables que conectaban las cámaras y las alarmas, no hay nadie que te detenga, excepto tu misma. 

Hubo un trayecto de una hora hacia un lugar desconocido donde Alissya le esperaba a Rosario, y a Marc. Cuando llegaron, eran como las seis de la tarde, había una pequeña fiesta de tarde en un lugar como un parque pero sin ser uno, digamos que tanto como la rubia y el rubio tenía contactos por todos lados, y siempre estaban invitados a fiestas donde podían llevar acompañantes, y en este caso a Rosario. 

Ella vestía unos pantalones de cuero negros, con sus converse, y una remera holgada que decía “Freedom”, su madre de la compró unos días antes de morir. Fue el último regalo que le hizo, y el último que alguna vez, le volvería a hacer. 

Cada vez, anochecía más, y más. La rubia y la castaña bailaban al ritmo de la música, mientras Marc estaba por ahí con una chica bailando totalmente apretados, realmente, esas escenas a Rosario no le gustaban, daban asco. Las mujeres dejaban tocarse por hombres que apenas conocían, y hombres, quienes tienen novias, toquetean a cualquier chica que se les cruce por el camino siempre y cuando tengo unos grandes pechos, y un grande trasero. 

Rosario agradeció ser tan alejada del resto para no ser de esa forma, a veces Alissya daba a pensar que era de esa forma pero, ella siempre se dejaba tocar por un chico, si él era su novio. Aunque, en parte, no estaba bien… Dejarse tocar por cinco o más chicos en tres años. 

Eran como las nueve de la noche cuando, Alissya y el chico misterioso de la otra vez, empezaron a moverse una contra otro. Rosario dejó aquel lugar, y caminó hacia otro lado donde no se escuchaba la música, y no había nadie o eso pensaba. 

Escuchó unos pasos por detrás de ella, cuando giró la cabeza no había nadie. Y por el lado izquierdo, volvió a sentir la presencia de una persona, podía ser cualquiera. 

Iba a hablar pero, prefirió callarse. 

Alguien salió corriendo por detrás de un árbol, y le tiró al piso golpeando su cara contra el pasto, que estaba un poco mojado por el rocío de hacia unas horas. 

—Te callas porque, juro que te perseguiré hasta tu último maldito día, estúpida. —Le susurró una voz femenina, tan conocida… Sandy. —Así que te ves con mi novio, hija de puta. 

Le soltó el pelo, y se levantó de arriba de ella. Rosario dio media vuelta en el piso, tenía los ojos llenos de lágrimas. Se había lastimado, su nariz sangraba. 

Escuchó el grito de su nombre a lo lejos, era la voz de Marc. 

—Escúchame bien… Vas a decir que te caíste, pero, créeme que voy a vengarme. 

Se volvió a esconder, y Rosario quedó tirada en el piso, hecha una pequeña bolita, estaba lastimada, había caído con las rodillas en el pasto, y eso era totalmente doloroso debido a que estaba duro, y no era blando. 

Marc llegó a su lado, y al verla de esa manera, se fijo por los costados pero, nadie estaba cerca. Se agachó, y la tomó entre sus brazos… A unos dos metros, vio un banco y con un paso rápido, llegó hasta ahí donde depositó a Rosario. 

— ¿Qué pasó? ¿Quién te hizo esto? —Preguntó, acomodándole el mechón de la cara. 

Rosario sólo negó con la cabeza, y se sentó en la banca. Empezó a llorar mientras que, con la manga de su remera, se limpiaba su nariz, de esta salía sangre… Mucha sangre. Marc la abrazó, y cuando Rosario tenía su cabeza en el hombro del chico, Sandy apareció de espalda, y le miró por unos segundos hasta salir corriendo. 

Tenía miedo, mucho miedo, y tendría que hacer todo lo posible para alejar a Marc de su vida. No era la clase de persona que ella creía, pero, si alejarse de él, la mantendría a salvo eso haría. 

Entraron a la casa por la ventana, y Marc estaba a punto de irse cuando Rosario le detuvo, pidiendo que se quedara unos cinco minutos más porque tenían que hablar. 

—No quiero que nos veamos más. —Le dijo, más bien fue como una súplica. 

Marc frunció el ceño, y después de unos segundos, sonrió, pensó que era una broma. No se llevaban mal y de la nada, le dijo esto. 

— ¿Qué? —Preguntó Marc. 

—Lo que escuchaste, no quiero verte más. 

Marc tragó gordo, las esperanzas de que fuera una puta broma se habían ido y por el tono de voz que Rosario utilizaba sabía que hablaba seriamente. Se sentó en el escritorio, y cruzó sus brazos. 

— ¿Por qué dices esto? 

—Solo, quiero que te alejes de mi vida, no quiero tener nada que ver contigo, Marc, ¿vale? Es por nuestro bien. —Le dijo, y se sentó en la cama. 

Marc agachó la cabeza, y mordió su labio.

—No puedo irme así como así, ¿sabes? No se si te habrás olvidado pero, me importas, y cuando alguien…

— ¡Te quiero lejos! ¡No te quiero tener cerca! ¡Entiéndelo! Ponte en mi lugar una sola vez… No sabes que se siente hablar con la persona que te dejó millones de marcas en toda tu alma. —Le exclamó. Tenía ganas de llorar, no porque le decía tales cosas a Marc, si no porque traía recuerdos totalmente feos. Así unas semanas que no tocaba sus navajas, que sus muñecas estaban libres… Y ahora, estas parecían abrirse de a poco. 

—Si piensas que voy a dejarte, te equivocas, Rosario.

Let Me Die|Adaptada|Marc Márquez (TERMINADA)Where stories live. Discover now