Capitulo 33

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Un golpe en el estómago y cayó de rodillas al suelo, una mano en forma de puño le golpeó el ojo derecho. Este palpitaba del dolor, los pulmones se le quedaban sin aire, no podía respirar bien. Había una voz en su cabeza que le dijera que se defendiera, pero ella no se movía dejaba que le pegaran. Su cuerpo era un objeto para Sandy y Rosario permitió que lo tratara como tal. Su garganta ahogó un grito, y volvió a chocar la cabeza contra el piso. La sangre salía por su nariz y por cualquier parte que tenía una lastimadura abierta… Le costaba ver, su vista era borrosa, sus ojos se le cerraban y el dolor todavía seguía pero nadie la estaba tocando, se escuchaban unos gritos de una voz grave, masculina y se escuchaba otra fina de mujer, estas discutían y apenas podía percibir el sonido… No entendía de que hablaban, no sabía si se gritaban o qué era lo que sucedía, solo es oían voces mezclándose. 

Su conocimiento iba perdiéndose mediante que los minutos pasaban, cada vez se sentía más débil, no podía moverse. Estaba tan inmóvil que le asustó, tenía que ir al médico porque no podía llegar a su casa así, tampoco podía ver a su padre de tal modo. Escuchó unos pasos fuerte yéndose del lugar y esa voz masculina le habló. Rosario no prestaba atención porqué simplemente sentía un agudo pitido en su oído, quería gritar, llorar, salir corriendo pero sus fuerzas estaban tres metros bajo tierra. Su respiración era entrecortada.

La tomaron entre los brazos, y su cabeza cayó por detrás viendo todo más borroso y raro. Intentó sujetarse a algo pero sus manos resbalaban de lo que la estaba llevando. Deseó que fuera un sueño, una pesadilla y pidió despertar pero no era eso. Sólo intentaba crearse una ilusión para alejar el dolor que consumía su cuerpo. 

Quería ir a su casa, tomar un baño en su bañera por unas horas relajando su cuerpo, quería dormir en su cama tan cómoda y cálida. Mirar televisión, comer una pizza y tomar soda mientras la película que se reproducía mostraba un amor imposible… 

Cerró los ojos y una voz le susurró que no se fuera, que siguiera con los ojos abiertos. Después sintió algo bajo su cuerpo, era como un colchón pero no tan cómodo pero era lo bastante bueno en ese momento, su cuerpo se dejó caer. Sus ojos se cerraron y una mueca atravesó su cara. Sintió su brazo arder mucho, demasiado, tenía las heridas de las cortadas abiertas… Cada una que había permanecido cerrada por la última semana, ya no lo estaba. No sabía por qué, no quería averiguarlo, dejó que el fuego que le recorría se aumentara y pasara por todo su cuerpo, tal vez sería menos doloroso pero se equivocó. Toda ella ardía, sudaba y sus manos temblaban. La voz masculina seguía hablado pero no era con Rosario. 

Permanecía su celular con el oído, gritó algo antes de colgar y mirar hacia atrás. Rosario tenía los ojos entrecerrados, vio una silueta y aunque le pareció conocida no supo identificarla. Le suplicó, le rogó que no se durmiera, que se quedara despierta por más que estuviera sufriendo y por más que su cuerpo rezara porque descansar en paz. Tal vez, si se dormía no volvería a despertar. El hospital estaba cerca, podía sentir algunas sirenas de las ambulancias y entonces, el auto se detuvo. El viaje pareció corto pero, tal vez no lo fue. 

La sacaron del coche y el chico empezó a gritar por ayuda, necesitaba que le ayudaran. Rosario volvió a sentir algo contra su espalda y una luz en sus ojos, sus pulmones estaban más tranquilos pero no lo suficiente.

Se iba dando cuenta de que era lo que estaba pasando y sintió miedo. Los doctores le dijeron que no se durmiera, que quedara despierta porque pronto le iban a hacer dormir con la anestesia pero hizo caso omiso y cerró los ojos, esperando que el sueño llegara y así fue. Apareció rápido, y se llevó con él el dolor que sentía por todo el cuerpo como si una bomba hubiera estallado y roto todo su interior y exterior. 

Una mano le sostenía la de ella, apretándola con fuerza. Le dolían las piernas, le dolía el pecho, la espalda y los brazos, prácticamente le dolía todo. Intentó volver a dormir pero, no pudo. El pánico era mucho más fuerte que el sueño en ese pequeño segundo que se despabiló, su padre levantó la vista cuando Marc hizo un ruido con la boca. El rubio estaba sentado en el otro extremo en uno de los sillones blancos, y su padre tenía la cabeza acostada en la camilla. Era una sala de hospital no tan desagradable como la de la otra vez pero con la diferencia de que esta no tenía una ventana. No había relojes, y no sabía qué hora era. Quería saber cuánto tiempo estuvo durmiendo en esa habitación, los dolores todavía seguían siendo fuertes por lo que, supuso que no llevaba un día entero con los ojos cerrados intentado descansar. 

Let Me Die|Adaptada|Marc Márquez (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora