Capitulo 43

406 11 0
                                    

Robert salió antes del trabajo porque se sospechaba que la lluvia no lo dejaría salir de su oficina y por lo tanto a eso de las ocho de la noche estaba en la casa con una caja de pizza para comer. Al entrar al cuarto y ver a los dos adolescentes acurrucados mirando la televisión, frunció la ceja, sabía que tanto Marc como su hija pasaban mucho tiempo juntos y que solían verse casi siempre en esta misma casa pero también, entendía que eran novios y ellos hacen tales cosas. 
Dejó de pensar en eso para decirle que había traído pizza y que podía bajar con Marc para que la comieran, él estaba dormido mientras Rosario le acariciaba los nudillos con el dedo pulgar y le daba pequeños besos en la mejilla y él se quejaba, le daba muchísima ternura tener que lidiar con eso. 
Cuando su padre se fue de la habitación, le besó en los labios a su novio y este siguió durmiendo. No le importaría besarlo hasta que despertara. Se sentó a su lado y le dio otro beso, y después otro seguido de otros más hasta que Marc la tomó de la cara y la puso bajo su cuerpo en la cama, él estaba arriba de ella con los ojos aun cerrados y una sonrisa quería escapar de la comisura de sus labios, Rosario le besó y Marc la tomó de la cara con más fuerza para que el beso durara.

—Me encantaría despertar todos los días con besos de tu parte.
Rosario sintió un vuelvo en el corazón de ternura, quería tantísimo a ese chico que no podía expresarlo con palabras. 
Digamos que le hacía ver el mundo de una diferente perspectiva, le hacía saber que siempre había que vivir disfrutando y no teniendo miedo de las consecuencias, Rosario nunca le hacía caso porque ella era así y en parte, le gustaba ser de tal manera porque se había acostumbrado. 
Marc le cambiaba los estados de humor. Él era una persona que le hacía sentir todos los sentimientos –tantos malos como buenos– que pueden existir. Sabía como tratar a alguien de una manera especial sin ser un bruto. Le quería y cada vez que le miraba se preguntaba que había visto un chico como él en una chica como ella. La mayoría de los chicos suelen buscar chicas que tengan una figura deseable, que sean alegres, bonitas. Otros buscaban a una chica que tuviera la personalidad más agradable de todo el planeta, que supiera cómo ser divertida y espontanea. 
Rosario no era así, ella tan solo era Rosario. 
—Mi padre está esperando abajo, deberíamos ir, no quiero después estar en un interrogatorio policial. 
Marc soltó una risa y le dio otro beso antes de pararse y ayudarle a ella. Cuando Rosario se levantó, llevó sus manos al hombro del muchacho, él la sostuvo por la cintura con una fuerza indescriptible pero no le hacía daño en más, el tacto era firme, fuerte pero también –de algún modo– era suave y tibio. 
Marc rozó sus labios contra los de ella antes de desviar estos y darle un beso en la nariz y otro en la frente donde recostó su cabeza antes de dejarla ir. 
—Ve abajo, iré al baño. 
—Vale. 
Rosario salió por la puerta de la habitación dejándola abierta, supuso que a Marc no le importaría, total el baño tenía su propia puerta como todas las demás. Llegó con su padre y le saludó, este le sonrió al ver el polerón que tenía puesto, era de su madre, su padre se lo había comprado como un regalo en uno de sus cumpleaños, era de color verde porque combinaba con los ojos de Lynn tanto como los de Rosario. 
Su padre la abrazó y le dio un beso en la cabellera. 
—Ese fue el primer obsequio que le di a tu madre cuando cumplió años ya estando casados, me acuerdo que le había fascinado —sonrió—, sabes que no soy bueno con los regalos. 
Rosario rió y asintió. 
Su padre se le quedó mirando fijamente hasta que una sonrisa más grande apareció por su cara. 
— ¿Qué? —preguntó ella a Robert. 
—Nada, es solo que me recuerdas mucho a tu madre. 


Era Lunes por la mañana, gracias a la Lluvia del día anterior las clases habían sido suspendidas y Marc se quedó en la casa de Rosario a dormir debido a que, no podía salir de la misma. Robert pasó un tiempo hablando con Marc hasta que ambos fueron a ver uno de los juegos del año que se desarrollaba en Estados Unidos, era un partido de básquet, algo que Rosario no le interesaba pero lo que si le interesaba era ver como su padre entablaba conversaciones con su novio y ambos festejaban cuando el equipo que les gustaba acertaba otro punto en la tabla. Se reía de la manera en la que se quejaban cuando las cosas no salían como querían. Pensó que tal vez su padre siempre quiso tener un niño para poder pasar tiempo con él y aconsejarle como le haría un padre a su hijo adolescente, pensó en que tener un hermano que fuera varón hubiera estado genial aunque le gustaba no tener hermanos, se sentía más sola, tenía más espacio para si, además no creía que podía lidiar con un adolescente hombre en su adolescencia, eran detestables porque cuando tenían que hablar de alguna mujer o cuando traían una a la casa podían ser totalmente desagradables.
Fue a tomar unas de las pastillas que el médico le recomendó cuando sintiera dolor en la muñeca. Corrió escaleras arriba y llegó a su habitación, miró esta y se dio cuenta que no tenía fotos con Marc o Alissya, tampoco tenía una con su padre actualmente, debería de sacar algunas pero no tenía una cámara… O tal vez sí. Recordó la cámara que su madre usaba cuando pequeña que tenía guardada desde toda la vida y que se la había obsequiado para cuando ella muriera en algún tiempo, su madre tenía un Don para saber qué cosas iban a pasar y al parecer siempre estaba un paso más adelante. Acomodó su polerón y caminó hacia el baño, primero tomaría las pastillas. 
Agarró una y bajó las escaleras, nuevamente, para llegar a la cocina, tomó un vaso de jugo de manzana y se tragó la misma, era muy pequeña. 
Volvió a subir la escalera pero se dirigió a la pieza de su padre, en ese lugar estaba la cámara de su madre porque por más que se la hubiera regalado, había decidido guardarla ahí después de la muerte de Lynn, era como un recuerdo intocable pero, ahora había que hacer mucho más recuerdos intocables porque la vida estaba llena de recuerdos y si no eran buenos, entonces no valían la pena.














Cuando el partido había acabado, ambos hombres estaban sentados en el sillón con cara de enojados, Rosario supuso que el equipo que querían que ganara, fracasó. Caminó hacia ellos con una sonrisa en la cara, parecían de esos nenes chiquitos que hacen puchero cuando no consiguen algo que quieren. Soltó una carcajada porque no podía soportar verlos de esa manera, la televisión estaba apagada frente a ellos, había un espacio en el sillón donde Rosario se sentó como indio, extendió la cámara y ambos se le quedaron mirando. Rodó los ojos y los tomó del brazo para que se acercaran. Les dijo que debían sonreír, que no podían salir con cara de perritos enojados, y ambos se pusieron más furiosos con eso, Rosario estaba jugando con ellos y no era buena idea.

—Quiero tener fotos con ustedes, así que por favor, sonrían a la cámara, gracias. 
Robert y Marc se miraron, sonrieron y miraron hacia la cámara. 
Esta soltó un flash y la foto había sido sacada. 
—Haré un mural con fotos.
Marc le miró con ternura y le besó la sien, ella soltó un gritito y se escondió en su pecho. Robert les miraba con cariño, sin duda deseaba que su hija pudiera ser feliz con aquel muchacho que le caía tan bien. Había dos cosas que compartían por seguro: el amor por el baloncesto y el amor que le tenían a Rosario. 



Marc se fue de la casa de ellos a la tarde y habían quedado tan solo Rosario y Robert. Su padre no iría a trabajar porque el edificio había sufrido unos problemas con la inundación, por suerte en su casa no había pasado absolutamente nada. 
Por primera vez, un día de semana estaba con su padre, y se sentía feliz. Ella preparó chocolate caliente para los dos y Robert cocinó unos brownies que siempre le hacían deliciosos, después de que Lynn murió, su padre tuvo que aprender muchísimas cosas que no sabía, ella solía cocinar, lavar, limpiar y demás… Robert era el que trabaja fuera de la casa toda la mañana hasta la noche y no permanecía en casa por el jodido trabajo pero siempre encontraban algún tiempo para estar con su esposa y saludar a su pequeña hija. 
Estaban sentados en la sala con la televisión apagada, había unos pequeños rayos de Sol que penetraban por la ventana, iluminando aquel lugar sin la necesidad de tener que estar prendida una de las luces. A ambos les gustaba el silencio y la tranquilidad, y qué mejor que pasarla juntos. 

—Realmente te gusta este chico, Marc.
Rosario tomó un color carmesí en sus mejillas y agachó la cabeza, tomó un sorbo de su chocolate caliente y respiró para dejar que el color que había tomado, desapareciera. 
—Bueno, sí, es un gran chico.
—Me agrada, me parece alguien honesto y demás está decir que a ambos nos gusta el mismo equipo de baloncesto, eso suma puntos. —Le guiño un ojo. Rosario soltó una carcajada y dejó el chocolate sobre la mesita para tomar un brownie, le alcanzó uno a su padre y este le dio un mordisco. 
— ¿Te molesta que venga seguido por la casa? 
— ¡¿Qué?! ¡No! —Exclamó— Es más, me gusta que venga por aquí, te alegras mucho cuando esta él cerca, me parece algo grandioso, hace mucho no te veía sonreír de esa manera ¿sabes? 
—No te pongas celoso por eso, ¿vale? —Rosario le sonrió y le dio un beso en la mejilla, a pesar de todo lo que alguna vez había hecho, le quería muchísimo. 
—Oh, estoy controlando mis celosos, cada día se van alejando más. —Pasó un brazo por los hombros de ella— Lo que sí es molesto es que te sus chistes te hagan reír mientras que los míos no, sé que te ríes falsamente. 
Rosario volvió a reírse. 
—Lo hago porque te quiero —se acomodó en el pecho de su padre— y mucho.

Let Me Die|Adaptada|Marc Márquez (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora