♬ Capítulo Cuatro ♬

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Al llegar, Yuu se quedó enfrente de la inmensa puerta. Observando el cartel que decía " Bienvenidos ", y a las demás personas entrando y saludando a la señora Tepes.

De repente, le entró una gran duda. Si entrar, o no entrar.

Se supone que había ido para ver a Mika y conocerlo mejor, así que sería como una batalla perdida darse media vuelta y marcharse.

Suspiró. Se había enamorado de ese rubio a primera vista, y no vino allí sólo para verlo tocar el piano. Ésta era su oportunidad de acercarse más a él, y no iba a tirarla por la borda.

Tomó aire, y cruzó la inmensa puerta de madera de roble. Al entrar, vió a muchas más personas que la vez anterior; al igual que más mesas, sillas e instrumentos musicales.

No sabía donde sentarse, pero al ver una mesa totalmente vacía, y muy cerca del pequeño escenario, decidió ir allí lo más rápido posible; antes de que alguien llegue primero.

Al jóven azabache no le gustaba demasiado la idea de socializar.

Se sentó en su lugar, y se dedicó a observar un poco su alrededor. La señora Tepes vestía un elegante vestido negro, bastante largo. Pero, pudo observar a alguien con ella; un hombre de largos cabellos plateados, al cual no conocía y no vió la vez pasada. Supuso que debía ser pariente cercano del rubio.

Observó también, que la decoración del salón era diferente a la de la otra vez. Ésta, tenía más un estilo francés. Elegantes y gigantes lámparas colgaban del techo, y había enormes cortinas color turquesa sobre los ventanales. También, vió que las mesas y sillas tenían un aspecto algo más refinado.

Entre tanto ver la sala en la que se encontraba, Krul se levantó de su asiento y alzó las manos.

— Damas y caballeros, el banquete da su inicio. — Mencionó palmeándo sus manos, en lo que los meseros entraban y servían la deliciosa comida.

— Al fin... Estaba muriendo de hambre. — Murmuró el azabache, aliviado.

Uno de los meseros llegó a la mesa de Yuu, abriendo una bandeja y sirviendo la comida en su plato.

— Que lo disfrute. — Dijo haciendo una reverencia, y marchándose.

— Gracias. — Comentó relamiéndose los labios, pues no había comido nada desde el mediodía.

Devoró la comida, en sólo un par de minutos; porque tenía mucho apetito. Se limpió las comisuras de sus labios con una servilleta, y se quedó observando al resto de las personas.

Mientras tanto, un rubio de ojos zafiro observaba detenidamente cada movimiento del azabache. Sí, lo estaba espiando, y se sentía mal por eso. Pero quería asegurarse de que no se vaya a ninguna parte.

Largos minutos después, le avisaron que ya era su hora de subir al escenario. Por lo que se preparó, y se dirigió hacia allí.

Al llegar, se dedicó a observar por un sólido minuto a la gran multitud de personas que le estaba mirando, esperando a que empiece a tocar la melodía. Siguió buscando con la mirada, hasta que por fin pudo verlo bien.

En el rostro del de ojos esmeralda se dibujaba una hermosa sonrisa, pero al notar que el otro lo observaba desvío la vista rápidamente, con sus mejillas teñidas de un color carmín.

El rubio sonrió para sí mismo, y comenzó a tocar la dulce melodía que tenía preparada para aquel banquete. Aunque odiaba que su madre lo obligara a tocar el piano, realmente le gustaba hacerlo. Pero más cómo un hobby, no para llamar la atención de las personas.

Sus delgados y finos dedos iban de tecla en tecla, y el azabache estaba mirándolo muy atentamente. No le sacaba la vista de encima ni por una milésima de segundo. Estaba súper concentrado mirando cada facción del otro, y sus dedos bailando sobre aquellas teclas del instrumento.

El Pianista | Mikayuu जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें