♬ Capítulo Ocho ♬

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—¿¡Una fiesta de qué!?— Exclamó sorprendido, y a la vez furioso, el rubio.

—¿Acaso no escuchas cuando yo hablo?— El aludido rodó los ojos ante la pregunta del mayor. —Te dije que ésta vez será diferente.

Mikaela se tiró el cabello, inclinando su cabeza hacia atrás, levantando la mirada hacia el cielo, suplicándole a algún Dios mitológico o algo parecido, que no fuera cierto lo que acababa de escuchar.

—A tu maravillosa madre se le ocurrió aquella brillante idea.— Mencionó el más alto.

—Sí... “ brillante idea ”.— Murmuró entre dientes, haciendo comillas con sus dedos.

—No entiendo porqué tanto escándalo por hacer un baile de máscaras.— Estableció.

El de ojos zafiro hizo un facepalm. ¿Encerio no entendía nada de lo que ocurriría si hacían un baile de máscaras? A su madre sin duda alguna se le ocurrían ideas bastante raras, pero ésta, además de rara, iba en contra de sus deseos por ver a Yūichirō otra vez, y disculparse con él.

—Simplemente digo que deberían hacer la cena de siempre.— Indicó serio. —¿Por qué de la nada decidió eso?

—Deberías preguntárselo a ella, no a mí.— Agregó sonriendo de manera extraña.

El rubio lo miró ladeando la cabeza, algo confundido. En esos momentos, no entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo. Ese día, todo parecía estar en su contra.

Caminó a paso veloz. Caminó y caminó. ¿Quién necesitaba ir al gimnasio, si con el enorme tamaño de la mansión, y con el simple hecho de caminar por unos cuantos pasillos, ya podías perder tranquilamente un par de kilos?

El menor no sabía cuántos kilos había perdido ya, pero al parecer eran varios. Eso podría explicar el porqué su abdomen estaba levemente más marcado de lo normal.

Hundido en sus pensamientos, no se dió cuenta en el momento en que se chocó con una gran puerta de madera oscura. Observó un poco alrededor. Había montañas y montañas de máscaras, que parecían de las que se usaban en los carnavales.

Alzó una ceja, más confundido de lo que ya estaba, y tocó la puerta.  Esperó un poco, pero como su paciencia no era mucha que digamos, probó girar el picaporte, para comprobar si ésta estaba cerrada con llave. Al ver que no era así, entró bruscamente en aquel estudio.

Dentro, parecía haber el doble de máscaras que había afuera. Pudo distinguir entre las pilas, una cabellera rosada. Frunció el ceño, y aclaró su garganta de manera exagerada para que pueda oírle.

—¿Desde cuándo te interesan los bailes de máscaras?— Inquirió.

—Oh, Mikaela. No ví cuando entraste.— Comentó la de menor estatura, desviando completamente la pregunta.

—No ignores mi pregunta.— Mencionó serio. —¿Por qué de repente un baile de máscaras?

—¿Acaso no te gustan?— Cuestionó. —Quería darle un toque especial y diferente.

—¿No podías darle ese “ toque especial y diferente ” en otro momento?

—No.— Respondió seria. —El baile será el 31 de octubre. No hay manera de cambiar la fecha.

Esas palabras hicieron “ click ” en la cabeza del menor. Ahora todo tenía un poco más de sentido. El 31 de octubre, Halloween. Ese era el por qué de la idea de las máscaras.

—¿Todos deberán llevar un antifaz?— Indagó, con un leve tono de preocupación.

—Obviamente. Si todos no llevaran antifaz se arruinaría mi plan.— Contestó, acomodando unos cuantos papeles en su escritorio.

El Pianista | Mikayuu Where stories live. Discover now