♬ Capítulo Nueve ♬

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El rubio observaba sin expresión alguna como las criadas iban y venían de aquí para allá, llevando y trayendo gran variedad de cajas, en las que se encontraban diversas decoraciones para el salón principal.

Puesto que la fiesta se realizaría el 31 de octubre, tendría la temática de Halloween —o noche de brujas—. El oscuro y profundo color negro predominaba en el salón, acompañado por un poco de naranja.

En la entrada colocaron algunas tumbas hechas de cartón, con varios esqueletos de plástico dando la “bienvenida”. A la gran puerta le dieron unas ligeras pinceladas de pintura negra, para darle un aspecto más antigüo.

En el césped, también habían colocado algunas arañas de plástico. Mikaela rogaba internamente que a ninguno de los invitados les agarre algún tipo de paro cardíaco, ya que muchos podían ser aracnafóbicos —y él era uno de ellos—.

Dentro, el salón aún no estaba listo. Pero sí se podían observar algunas telas de araña y pequeños murciélagos de plástico colgando de las lámparas. Guirnaldas de papel decoraban los techos. También había calabazas de diversos tamaños en las esquinas.

Estaba ansioso por ver la decoración que tendría el escenario, en el que tocaría el piano. Supuso que tendría lo mismo que tenía el resto del salón, excepto que en menor cantidad. Sólo esperaba que no se les ocurriera poner arañas.

Soltó un suspiro dramático al ver al Bathory llegar junto a aquel chico, el cual no recordaba su nombre. Le empezaba a resultar algo molesto el que la pareja siga viviendo allí; ya que siempre que podían se lanzaban miradas seductoras o piropos.

—Mika-kun, ¿qué tal nuestros disfraces?— Cuestionó el de cabello largo, haciendo una pose, como si de una modelo de pasarela se tratara, pegándose más a Crowley.

—No están tan mal.— Respondió serio, observando el traje de vampiro que llevaba Ferid, y el de hombre lobo de Crowley. —Aunque creo que tú no necesitas disfraz.— Mencionó señalando al
de cabello plateado.

—Como sea. Mejor vámonos Crowley.— Estableció, ésta vez algo ofendido, tomando del brazo al aludido, quien sólo asintió con una sonrisa; para luego marcharse ambos de allí.

Otro suspiro escapó de los labios de Mikaela. Estaba muy ansioso por ver a su preciado Yuu-Chan. Ver esos hermosos ojos esmeralda y esa bonita sonrisa que se dibujaba en sus labios cada vez que estaba feliz. O ese leve color carmín que se instalaba en sus mejillas cuando estaba avergonzado.

Al recordar el sonrojo de Yūichirō, automáticamente miles de imágenes de él rompiendo en llanto, saliendo del jardín para después marcharse corriendo aparecieron en su mente. Eso hizo que su corazón se encogiera mil veces más de lo que ya estaba.

Quería verlo de nuevo, sonriendo. Que sólo le muestre esa sonrisa a él. Besar esos labios tan dulces, los cuales parecían estar hechos para los suyos propios, ya que encajaban perfectamente. Mimarlo todo lo que quiera. Quería...

Quería que en ese mismísimo instante estuviera frente a él, hablar sobre todo lo sucedido, disculparse, volver con las largas charlas sobre anecdotas graciosas, risas, juegos, verlo intentar torpemente tocar el piano.

Quería que todo fuera como antes.

Entre toda la nostalgia que se acumuló en su cabeza, no divisó a su amigo de cabello morado, junto con su novio, de pie frente a él, con una ceja levantada, indicando, claramente, confusión. Pestañeó un par de veces, para luego reincorporarse y preguntarles qué hacían allí.

—Nunca avisaste que vendrías.

—Te mandé docenas de mensajes. Pero al parecer, estás tan entusiasmado con ver a tu chico de nuevo, que no te has dado cuenta.— Rodó los ojos, riendo un poco. —Ni siquiera escuchaste mis llamadas.

El Pianista | Mikayuu Where stories live. Discover now