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Jamás habrías imaginado la situación que estabas a punto de enfrentar. Chris Redfield, era el único bastardo al que podías culpar por el embarazoso incidente. Si no hubiera sido por su insistencia jamás habrías aceptado acompañarlo a la gala que se celebraba por una generosa donación a la BSAA.

No eras la única que estaba acompañándolo, sin embargo si eras la única sentada junto a la barra soportando a Clive O'Brian y las absurdas quejas sobre su esposa. El tipo era un buen hombre que pasaba demasiado tiempo lejos de casa, lo que ocasionaba bastantes peleas en el matrimonio de seis años y ni siquiera el tercer tequila doble de la noche hacia las cosas mas tolerables.

Clive y tu no eran exactamente amigos, habías participado en algunas reuniones, asi que lo conocías vagamente, pero siempre lo escuchabas hablar de su esposa e incluso Chris llego a bromear sobre el infortunado matrimonio y por que jamás consideraría la idea de casarse, era una idea terrible para alguien con un trabajo tan peligroso y que requería de un constante movimiento.

En aquel momento no se lo dijiste, pero estabas completamente de acuerdo. El matrimonio, era algo bastante complicado para alguien como tu, hija de padres divorciados que gozaban haciéndose la vida imposible el uno al otro.

Esa situación dejo de afectarte cuando entraste a la universidad y te mudaste de ciudad. Actualmente mantenías una relación bastante civilizada con tus dos padres, aunque solo hablabas con ellos de vez en cuando, únicamente cuando el trabajo te lo permitía y solías visitarlos una vez al año en sus respectivas residencias, evitando cualquier mención del otro.

Estabas a punto de pedir el quinto tequila doble cuando Clive se quedo dormido sobre la barra, hiciste tu mejor esfuerzo por no reírte y buscaste con la mirada a tu capitán.

Chris estaba al otro lado del salón platicando con una de las nuevas reclutas, una chica morena de vestido entallado. Ella parecía bastante interesada y él, bueno él no estaba interesado en lo absoluto. No te atrevías a admitirlo, pero te encantaba que estuviera pagando el haberte abandonado una hora antes.

Volteaste a ver a Clive, el antiguo director tenia un pasado algo turbio en la BSAA, sin embargo se había ganado a pulso una segunda oportunidad después de que renunciara al cargo. Te daba lastima dejarlo ahí tirado, pero no la suficiente para llevarlo a su casa, así que te pusiste de pie, te despediste del barista y caminaste hacia Chris. Quien ya no podía disimular la cara de aburrimiento. Pasaste a su lado sonriéndole ampliamente, levantaste tu copa y te alejaste poco a poco. El rápido cambio en su expresión paso de alivio puro a confusión.

Había creido que ibas a salvarlo intercediendo en la poco interesante conversación.

No lo reconocerias, ni te atreverias a decirlo en voz alta, pero estabas disfrutando el dulce sabor de la venganza. Sin embargo, tu actitud triunfante no perduro mas de lo que te hubiera gustado, pues en ese instante en que girabas el rostro, sentiste un frio liquido bajar por el centro de tus pechos, arqueaste la ceja tratando de procesar lo que estaba ocurriendo y cuando alzaste la vista te encontraste con la encantadora mirada de Leon Scott Kennedy, el agente de la DSO

-Lo lamento- lo escuchaste decir al mismo tiempo que la risa de Redfield inundaba el lugar, alertando a los demás presentes sobre el incidente que acababa de ocurrir.

Pensaste en mil maneras de matar a Chris durante la próxima misión que tuvieran juntos

-No te preocupes, no es nada grave- respondiste con una sonrisa cortés para tranquilizar al avergonzado hombre frente a ti, que a decir verdad, estaba teniendo dificultad para disimular la traviesa mirada que se dirigía a tu escote y no podías culparlo, por que además de estar mojado también dejaba a la vista tu sostén. Estabas a punto de despreocuparte por ese pequeño detalle cuando sentiste una suave tela cubrir tu espalda y tus hombros -no es necesario- le aseguraste a Leon, quien amablemente te prestaba su chaqueta, impregnada de colonia masculina

-Es lo menos que puedo hacer.

Preferiste no contradecirlo, no tenias ningún problema con que él te mirara, pero si tenias un problema con la mirada de los demás curiosos, imaginandote el cotilleo en la oficina al dia siguiente

-Gracias- le dijiste, asegurándote de cubrir la zona en cuestión. Habías escuchado muchos rumores de Leon aunque nunca estuviste muy interesada en prestarles atención. Conocías al agente de unos tres años o quizá más. No tenias presente la ocasión exacta, por que preferías no involucrar cuestiones personales con las laborales, solo recordabas los detalles que en realidad debías tomar en cuenta para cumplir con tu trabajo, cosa que hacías muy bien según Jill Valentine, la mujer que te recomendó para tu puesto actual y la persona de mas confianza para Chris Redfield, antecedida únicamente por su hermana menor

-Soy Leon- dijo el agente presentandose aun avergonzado

-Te conozco y creo que tu también me conoces.

-No estaba seguro que me recordaras.

-Jamás olvidaría un rostro como el tuyo- no querías que León pensara que estabas coqueteando con él, no tenias la mas mínima intención de hacerlo, pero ya lo habías dicho y no podías hacer nada para remediarlo.

El agente sonrió juguetonamente, algo que no recordabas que hubiera hecho en tu presencia

-Me alegra oírlo- comentó en voz baja y supiste que estaban a punto de cruzar una línea que en definitiva no pensabas cruzar

-Será mejor que me vaya, el evento principal ya ha concluido y dudo mucho que Chris me necesite aquí.

Rreconociste una chispa de decepción en los ojos de Leon, mas no te detuviste a esperar una respuesta de su parte

-Nos vemos en otra ocasión agente Kennedy- le ofreciste la mano en señal de despedida e ignoraste la curiosa sensación que recorrio tu cuerpo cuando él estrecho tu mano.

Te diste la vuelta pasando a un lado de Chris, le dedicaste una mirada rápida para informarle de tu partida y saliste del salón.

Todo habría salido bien si no hubiera sido por un pequeño detalle. Te habías quedado con la chaqueta de Leon y no tenias mas remedio que regresarla, era lo menos que podías hacer para agradecerle el amable gesto que había tenido contigo. No era necesario volver a verlo en persona, para eso podías hacer uso del servicio de paquetería. Solo hacia falta conseguir su dirección.

Leon S. Kennedy y TuWhere stories live. Discover now