VI

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El peliceleste intentó recordar el recorrido que había hecho con los alfas minutos atrás, no quería molestar a ninguno de ellos con preguntas que no tendría que tener. Giró por el pasillo de la derecha, subió las escaleras y tomó el pasillo de la izquierda. Si no se equivocaba, aquella hermosa puerta de caoba escondía el lugar que buscaba.

Tomó la perilla, que tranquilamente podía ser de oro, y se adentró en la habitación que le había embelesado en el momento en que la vio. Largas repisas se extendían frente a él repletas de una cantidad exorbitante de libros. Los tomos estaban separados por categorías y su estado era impecable.

Se acercó a aquellos muebles acariciando el lomo de los libros con la punta de sus dedos. Jamás había soñado con la posibilidad de poder ver, tocar y leer tantas obras. Sus ojos escanearon los diversos títulos disponibles fascinándose con cada uno.

Cerró sus orbes celestes con emoción y tomó un libro al azar de la sección titulada "Ficción/Narrativa". Caminó hasta el asiento más cercano y se dispuso a leer el libro que había tomado.


[...]


Shintaro suspiró cansado al salir de la sala de estudios. Finalmente había terminado con sus proyectos pendientes y podría entretenerse.

Por un instante pensó en la posibilidad de ir a la habitación del peliceleste pero rápidamente descartó la idea, quizás sería mejor darle su espacio para que pudiese explorar la mansión con tranquilidad.

Llevó sus trabajos a su habitación y los guardó para no olvidarlos al día siguiente. Ahora que había terminado podría leer sus novelas con tranquilidad.

Caminó por los largos pasillos de la mansión hasta llegar a su objetivo y abrió las puertas de par en par.

El peliverde miró boquiabierto la escena frente a él. Su pequeño destinado se encontraba inmerso en la lectura de una de sus novelas preferidas; sus preciosos orbes celestes se movían con rapidez línea a línea en un ritmo hipnótico y su cabello era levemente sacudido por la brisa que se colaba por la ventana.

"Hermoso." Pensó notando lo tierno y frágil que se veía el menor en aquel enorme asiento bordó que asemejaba un trono.

Le vio dar vuelta una página, dos, tres; ya había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba observando a su futura pareja. Salió de su trance al notar que el dueño de sus pensamientos le miraba con curiosidad.

-¿Shintaro-kun vino a leer?-preguntó ladeando el rostro de una manera adorable. No es que el fuera a admitir aquello, claro que no.

-Buenos días Kuroko.-le saludó formalmente como le era costumbre.-Si, vine por una novela.-contestó tras una breve pausa.

-Oh~-el omega miró al peliverde con cierta admiración.-¿Ya sabes qué quieres leer?-preguntó con interés.

-Aún, no. Por cierto ¿Qué estás leyendo?-el alfa se acercó con la intención de poder entablar una conversación con su destinado.

Sabía que él era el mas aburrido de entre todos sus hermanos. Por lo tanto, si a Kuroko le gustaba la lectura tendría un tema del cual poder conversar con aquel dulce chico. Se sintió aliviado, aunque no es como si eso le hubiese preocupado antes; no, claro que no.

-Se llama "La Divina Comedia" y es de Dante Alighieri.-respondió mostrando el libro con una suave sonrisa en los labios.-Es muy interesante ¿Quieres leerla en cuanto termine?-preguntó pensativo, si se esforzaba podría terminar el libro para el día siguiente.

-No es necesario, es mi novela preferida.-contestó acomodando sus lentes intentando esconder su sonrisa.

-Ya veo, bueno, entiendo el porqué.-comentó comprensivo, a el también le estaba gustando esa lectura.-Por cierto... ¿Shintaro-kun terminó con sus pendientes?

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