IX

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-¡¿QUÉ?!-grité haciendo que mi voz resonara en la habitación. No había podido evitarlo. Bakaiki debía estar de broma.

-Lo que oíste Taigaho.-dijo con burla.-Logré que Tetsu me besara.-añadió con orgullo y sentí mi sangre hervir. ¿Por qué Daiki y no yo?

-Debe haber sentido pena por ti.-contesté con molestia. Tenía que haber una razón.

-Ya quisieras Taigaho.

-Eres un idiota Bakaiki.

-¿A quién llamas idiota, idiota?

-¿Acaso ves a otro idiota aquí?

-Claro que sí, tú estás aquí idiota.

Flexioné las rodillas y me abalancé sobre mi gemelo al mismo tiempo que el saltaba sobre mí. Al caer al suelo tiramos la lámpara de mi mesa de noche e inmediatamente oímos pasos apresurados acercarse a mi habitación.

Daiki y yo comenzamos a golpearnos sin preocuparnos acerca de si alguien nos veía, era habitual entre nosotros resolver nuestras diferencias con una buena sesión de golpes.

Nuestros movimientos se detuvieron abruptamente. Un delicioso e hipnótico aroma a vainilla había comenzado a inundar la habitación. Ambos miramos hacia un la entrada encontrándonos con nuestro dulce destinado.

-Oí un ruido fuerte desde mi cuarto ¿Daiki-kun, Taiga-kun… se encuentran bien?-preguntó ladeando el rostro desde el marco de la puerta. Al parecer no se animaba a entrar.

-Si,Tetsu. Estamos bien.-Respondió el idio…Daiki con naturalidad.

-¿Están seguros?... ¿Taiga-kun está bien?-preguntó dirigiendo su mirada hacia mi con preocupación.

Verlo preguntar por mí me alegraba; al parecer no le era indiferente a Tetsuya después de todo. Que me preguntara significaba que no le alcanzaba con la respuesta de Daiki, sino que también se encontraba preocupado por mi bienestar.

Mi pecho fue invadido por una calidez inexplicable y mis latidos se aceleraron. Me puse de pie y caminé hasta quedar frente a él con una sonrisa plasmada en mis labios.

-Claro que sí. Solo estábamos discutiendo.- dije animado y revolví su cabello cariñosamente. -¿Tú cómo estás?-le pregunté notando como Daiki se recostaba en mi cama y encendía el televisor. Ese idiota.

Las reglas estaban fijadas, y no era recomendable romperlas. Ya que, como Seijuro había decidido encargarse del castigo, ninguno de nosotros estaba a dispuesto a sufrir las consecuencias.

La sonrisa en mis labios se ensanchó ante aquel pensamiento, hoy era mi turno.

-Yo estoy bien Taiga-kun. Gracias por preguntar.-contestó con las mejillas levemente sonrosadas. ¿Lo había avergonzado con la caricia?

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