XXI
Bond
La antecámara de su habitación estaba vacía y no tenía aspecto de que ni MoonByul ni JinHo hubieran pasado por allí desde hacía mucho tiempo. Probablemente los dos estuvieran ocupados con sus quehaceres, pero, en aquellos momentos, lo único que quería NamJoon era no estar solo, quitarse la ropa, tumbarse en su cama y que alguien lo mimara hasta que se quedara dormido.
La visita a la sacerdotisa era necesaria, pero eso no significaba que NamJoon lo esperara con ansias. Cuando la Sacerdotisa untaba aquel óleo del color de la sangre sobre su piel era como si el celo poseyera su cuerpo durante unos instantes, como si una semana de sufrimiento, de fiebre y necesidad, se concentrara en unos pocos minutos, dejándolo agotado, vulnerable, vacío y necesitado.
Había descansado un rato en la sofocante estancia del templo, pero NamJoon aún no se sentía bien. Las rodillas le temblaban y sus entrañas le decían, con disgusto, que lo que necesitaba era un alfa a su alrededor para sentirse mejor.
Sin embargo, y por irónico que sonase, no había alfa al que pudiera acudir.
Su harén estaba a punto de disolverse. Les había dado la noticia a los chicos aquella misma mañana, y dudaba mucho que ninguno de ellos estuviese dispuesto a hacer nada por él. Y aunque lo estuvieran, no sería más que una forma de alargar el sufrimiento, de hacer aún más doloroso el hecho de que sería la última vez que pudieran estar juntos. Y, de algún modo, sería traicionar a YoonGi.
YoonGi. Su YoonGi.
YoonGi era la apuesta segura, YoonGi no le negaría un poco de cariño. Pero NamJoon tampoco sentía que pudiera pedirle aquello a su prometido. No sería justo para ninguno de ellos.
Además, aún no estaban casados. Faltaban, exactamente, dieciocho días para la boda, ahora lo sabía con seguridad. Y aunque no le pidiera que lo poseyera, porque eso iría en contra de las tradiciones y las costumbres norteñas, estar en presencia de su futuro compañero, con abrazos, besos y caricias y el dulce aroma de NamJoon potenciado por las drogas que inducían un simulacro de celo, sólo conseguiría que cometieran un error.
No. NamJoon estaba solo en esta ocasión y tenía que cargar con ello por sí mismo.
Con pasos cortos y temblorosos, arrastrando los pies de una forma que se ganaría los regaños de MoonByul y de su madre, NamJoon recorrió la solitaria antesala, sabiéndose con la confianza de poder hacer lo que se le antojara sin tener que rendirle cuentas a nadie.
Mas, cuando abrió la puerta de su habitación, se percató de que no estaba tan solo como pensaba.
YoonGi, su precioso y maravilloso YoonGi, estaba sentado al borde de su cama, con las piernas y los brazos cruzados, esperándolo.
Probablemente fueran sus hormonas alborotadas y enloquecidas, pero YoonGi estaba dolorosamente atractivo. Más de lo normal. Su camisa estaba abierta hasta la mitad de su pecho, algo que no era muy habitual conociendo al tímido y pudoroso alfa, mostrando un triángulo de piel pálida y lampiña. Su postura dominante, su rostro serio, su mandíbula tensa y afilada, su ceño levemente fruncido y sus ojos dorados resplandeciendo con autoridad... Y su aroma... Oh, su aroma era tan embriagador que su cabeza daba vueltas, todos sus instintos diciéndole que fuera hacia ese alfa y le suplicara porque lo hiciera suyo.
NamJoon jadeó, sobrecogido por la intensidad del deseo de lanzarse a los brazos de su prometido, de besarlo hasta quedarse sin aliento, de impregnarse en su aroma hasta conseguir apestar a él durante días.
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My moon and stars | BTS OT7 |
FanfictionLo más importante para un norteño es el honor, y si para mantener su honor YoonGi debía abandonar las frías montañas del Norte y casarse con el Príncipe NamJoon, el Hijo de la Luna, el futuro Rey Omega del Reino del Sur, YoonGi lo haría sin dudar...