41.- El largo adiós.

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NATALIA

La noche anterior había sido como un sueño del que no quería despertar. Después de todas las idas y venidas de nuestra relación, por fin parecía que empezabamos a ser felices, por fin éramos nosotras mismas y disfrutábamos de ello. Alba estaba tranquila, sin ataques de pánico ni reacciones extrañas. Yo me limitaba a levitar a su alrededor dejándome llevar por el ritmo que ella marcaba. Como siempre.

Pero algunos sueños se convertían en pesadillas, y este estaba a 24 horas de serlo.

Aprovecharía cada segundo de esas últimas 24 horas, pero teníamos una conversación pendiente que ninguna de las dos quería afrontar.

Me miraba al enorme espejo que había en el lujoso baño de la sweet, pensando en cómo y cuando sacar el tema, pero no era capaz de despejar mis dudas.

Alba llegó sigilosamente y me abrazó por la espalda besándome el hombro.

- Hola churri, ¿ Que haces aquí tan calladita?

- Nada, estoy sobadísima y no soy capaz de reiniciarme,- mentí.

- Una buena ducha juntas seguro que te despeja.

Se coló por debajo de mi brazo y se colocó frente a mi, saltando al mueble del lavabo.
Abrió las piernas y rodeó mi cintura con ellas, mientras colocaba sus manos alrededor de mi cuello, besándome despacio e invadiendo mi boca con su lengua.

Fácilmente me perdí en sus labios mientras le quitaba el albornoz que llevaba puesto y ella soltaba el mío para deslizar sus manos por mis hombros y hacer así que la prenda cayese al suelo.

Besé su cuello despacio, succionando la zona, Alba rápido me llamó la atención.

- El cuello, no, fierecilla, -ordenó.

Sonreí y bajé mis labios a sus pechos y besé suavemente ese tatuaje reciente que tenía tanto significado para nosotras.

La cogí manteniéndola agarrada a mi cintura con sus piernas y fui a la ducha donde nos lo hicimos todo y nos lo dijimos todo.

Cuando terminamos, nos duchamos y vestimos y nos dispusimos a dejar el hotel.

Circulando de vuelta a casa no podía quitarme de la cabeza el hecho de que casi seguro ese era nuestro último viaje en moto juntas, con su cabeza apoyada en mi espalda. Mi pulso se aceleró y ella debió notarlo porque posó su mano en mi abdomen intentando darme tranquilidad.

Llegamos al piso y subimos en el ascensor mirándonos con nostalgia. Esa noche sería la cena de la unidad, ya nos habíamos despedido de los jefes y a la mañana siguiente nos iríamos cada una a nuestro destino separadas.

Comimos unas ensaladas que preparamos entre las dos y nos quedamos tumbadas en el sofá, hasta que nos tuvimos que poner a terminar de hacer las maletas. Llevábamos días haciéndolas y nos faltaba ultimar detalles para no dejar nada olvidado.

Cada prenda que metía en la maleta era como un latigazo que me torturaba.

Descolgué todos los cuadros que me había hecho Alba, y los empaqueté cuidadosamente para que no se dañasen.

Nos cruzábamos nerviosas por el pasillo, recogiendo lo que nos habíamos ido dejando deseando no olvidar nada.

A las 6 de la tarde ya lo teníamos todo recogido salvo lo que nos podríamos esa noche y lo del día siguiente.

Me senté agotada en el sofá, y al poco llegó Alba que se recostó sobre mi hombro bastante cansada.

- Ya está, Nat, otros tres meses de nuestras vidas guardados en dos maletas... dijo con tono serio.

Guns&SecretsWhere stories live. Discover now