72.- No te permito...

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ALBA

Viernes, y estaba ya que me subía por las paredes, no poder dejar de pensar en ella me quemaba las entrañas, y necesitaba con urgencia algo que me sacase de ese estado cataléptico que me impedía moverme, pensar y hasta respirar.

Me había levantado mucho antes de la hora habitual y ya había ido a correr, (sí, a correr) me había duchado, me había tomado un café y luego me había tomado una tila porque no me pareció tan buena idea el café, le había hecho el desayuno a Ana, había limpiado la casa de arriba a abajo, me repasé todo el temario del curso y hasta me había planchado varios uniformes, y todo ello, antes de dirigirme de nuevo a mi pesadilla.

Poco más de un mes llevaba allí y se me estaba haciendo eterno, el día que supe que ingresaba a hacer el curso de suboficial con una de mis mejores amigas, nunca pensé que lo iba a pasar tan mal.

La frustración que me invadía por tener que verla, y volver a sentir ciertas cosas que creía olvidadas, aumentaba cada día al ver cómo me trataba, sentir su desprecio sobre mí y sus retos constantes bombardeándome sin tregua.

Necesitaba salir de ese bucle, de darle vueltas a la cabeza sin parar, de solo tener en ella a Natalia Lacunza, perdón , a la todopoderosa Teniente Natalia Lacunza. Solo una cosa me había funcionado en mis momentos críticos. A decir verdad, una persona. Ella, con esa discreta belleza, esa personalidad arrolladora, su versatilidad, el poder de convicción y esa forma de hablar que me hipnotizada, era la única que podía parar ese misil que había entrado en barrena y parecía, al menos para mí, incontrolable.

Sentada en la mesa de la cocina, con la infusión fría y la mente en el país de las maravillas, sentí la presencia de mi amiga justo a mi espalda.

-Buenos días Alba ¿Cómo estás hoy?

Me abrazó pasando sus brazos por mi cuello y depositó un beso tierno en mi mejilla. Acaricié su mano con una sonrisa y disfruté de su tacto en mi cara.

- Buenos días Ana, ahora mejor que estás a mi lado. Te he hecho el desayuno.

- Gracias rubia - se sentó frente a mí mirando alrededor -¿ Has limpiado?

- Sí, -me encogí de hombros- me he levantado pronto y tenía tiempo.

-¿Cómo de pronto, Alba?

- A las 4.30 de la mañana.

- ¡Alba! ¡Vas a estar reventada todo el día! ¿Cómo haces estas cosas?

-A ver Ana, no podía dormir, ¿no será mejor que aproveche ese tiempo en algo productivo?

- Deberías ir a un especialista, Alba, no me gusta por donde van las cosas...

- ¿Para qué? Tres psicólogos y un psiquiatra me han visto en estos cinco años, y ninguno ha conseguido ayudarme. Solo ha habido una persona que lo ha hecho, y después, tú, por supuesto.

Deslicé mi mano sobre la mesa y cogí la suya sonriéndole.

- Alba, sobre eso, yo quería decirte...

- No, Ana, está decidido, la necesito.

-¿Es que no ves cual es el problema? Crees que la necesitas pero no es así. Esto no me preocuparía si solo fuera sexo, pero es que cada vez que recurres a Olivia, te enganchas tanto a ella que dejas de ser tú.

- ¡¿Y tú no entiendes que es eso lo que necesito ahora?! ¡No puedo sufrir más!

- ¡No!, Claro que no lo entiendo, porque tú no necesitas dejar de ser tú, lo que necesitas es estar con Natalia, la necesitas a ella y llevas 5 putos años atormentándote, porque estaba lejos, porque no la ibas a volver a ver y nunca más tendrías la oportunidad de hablar con ella.
El destino, tu famoso destino, te lo ha puesto en bandeja, Alba, y ahora quieres de nuevo huír, anestesiarte con otra mujer, cuando la que de verdad quieres y siempre has querido está justo delante de ti. Lucha por ella, Alba, si no sale bien, al menos lo habrás intentado todo, habrás usado tu último cartucho y podrás volver a los brazos de Olivia si así lo deseas.

Guns&SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora