Giselle Hale tiene tres grandes problemas: primero, ser la chica nueva en Beacon Hills es más complicado de lo que pensó. Segundo, alguien está haciendo sacrificios humanos. Tercero, no puede evitar sonrojarse y que su corazón lata frenéticamente ca...
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—NO.
—Giselle, no te estoy preguntando —gruñó Derek—. Vas a irte.
—No, no lo haré. No es justo —dijo, negando con la cabeza energéticamente.
—¿No era eso lo que querías?
—Antes quería eso. Ahora... Ahora tengo amigos —a Allison, pensó, sobre todo a Allison—. No quiero irme. No puedes hacerme esto.
—Es una orden, Giselle.
—¿Y quién te hizo el dueño de mí? No puedes deshacerte de mí cuando quieras, cuando te resulte conveniente, obligarme a regresar y luego volver a desecharme. Te odio —el veneno en su voz se escurría, las lágrimas de furia amenazando con correr por sus mejillas—. Te odio. ¿Por qué Cora puede quedarse y yo no? ¿Es porque soy humana? ¡Porque yo no pedí esto! ¡Yo no pedí ser humana! Siempre he querido ser como ustedes solo para ver si así me querrían.
Derek cerró los ojos, las palabras de su hermana atravesándolo justo en el corazón como si de una daga se trataran.
—Giselle...
—No. No puedes mandarme de vuelta —gruñó Giselle—. Yo me voy.
Giselle comenzó a caminar hacia el elevador, pero Derek la detuvo, sosteniéndola del brazo.
—¿A dónde crees que vas?
—Cualquier lugar es mejor si tú no estás ahí —siseó Giselle—. Pero si tanto te interesa, me quedaré con Allison.
—¿Allison? —Exclamó Derek, soltándola inmediatamente—. ¿Allison Argent? ¿Qué carajo haces juntándote con ella? ¿Después de lo que su familia hizo?
—Es mi mejor amiga desde que llegué hace un mes y lo sabrías si yo te interesara aunque fuera un poco. Pero está bien. Si tú te cansaste de ser mi hermano, yo también.
Giselle consiguió llegar al ascensor. Cuando salió del loft, intentó marcar el teléfono de Allison, pero no encontró su celular por ningún lado. Hizo una mueca, golpeándose mentalmente. Seguro lo había dejado en el loft.
Demasiado orgullosa como para volver, Giselle arrastró sus pies en la lluvia, caminando hasta que sus pies le dolieron para llegar al departamento de Allison. Lloró tanto que se quedó sin lágrimas.
Subió el elevador. Llegó a su piso. Tocó el timbre y esperó. Sin embargo, se quedó sin palabras al ver al padre de Allison mirándola, enarcando una ceja.
Giselle parpadeó. Sabía que tenía que hablar, pero no sabía qué decir. Se veía terrible y lo sabía, completamente empapada y con los ojos hinchados de tanto llorar. Apenas y podía ver, pues sus lentes se habían empañado.
—¿Papá? ¿Quién es? —gritó Allison desde adentro. Se acercó a la puerta, observando a Giselle temblando. Giselle no tuvo que decir nada. Allison rodeó a su papá y se lanzó a abrazar a Giselle, pasando sus brazos alrededor de su cintura—. Pasa —murmuró en su oído—. Todo va a estar bien, Gi.
