Capítulo 27: Palais Royal

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- Son cosas mías o la gente es más hostil a medida que nos adentramos en el país – dijo Claude con frunciendo el ceño.

- Supongo que les resultamos extraños.

- En especial... – la frase de Claude fue interrumpida porque un hombre se les acerco, los chicos no estaban acostumbrados a las extrañas vestimentas de ese país tan lejano pero asumieron que debía de tratarse de un policía.

El hombre les dijo algo en un idioma que no entendieron, ambos muchachos intercambiaron una mirada de duda.

- Disculpe señor – interrumpió Félix -. Pero no logro entenderle.

El desconocido continúo hablando en su idioma y los dos muchachos suspiraron exasperados, entonces Félix decidió hacer uso de lo poco que había estudiado sobre esa lengua antes de emprender el viaje.

- No logramos entenderle – dijo Félix... o por lo menos intento hacerlo, el hombre pareció entender lo que le decían y les hizo señas para que lo acompañaran, ambos chicos intercambiaron una mirada de incertidumbre antes de seguirlo.

- Los extranjeros no pueden pasar de este lugar – dijo en un inglés mal pronunciado otro hombre cuando llegaron a lo que debería ser alguna agencia de policía.

- Estamos aquí porque tenemos que dejar un recado – explico Claude.

- ¡No me habéis entendido! – bramo el oficial -. Ningún extranjero puede pasar, además ustedes ¿Son ingleses?

- No señor, somos franceses – respondió algo vacilante Claude.

- Ahora los franceses también están en el negocio – medito el hombre y luego dijo algo a los demás policías, estos se acercaron y les quitaron el equipaje a los chicos para luego abrirlo y revisarlo.

- ¡Hey! ¿Qué...? – comenzó a decir Claude.

- No les repliques – le susurró Félix -. Si no cooperamos podemos estar en grave peligro.

- Ese encargo que tienen – dijo el policía examinándolos de arriba abajo -. ¿De casualidad es traficar con opio?

- ¿Que? – pregunto Félix desconcertado ¿opio? ¿los estaban acusando de traficantes de opio? -. Claro que no, solo vinimos porque debemos entregarle unos libros a un viejo amigo de nuestro señor.

Tenían que mantener en secreto su verdadera misión, ya que Félix siempre andaba a cargar sus amados libros eran un buena forma de justificar su presencia. Uno de los oficiales encontró los libros y se los mostró al que parecía ser el jefe.

- No necesitamos de su cultura de salvajes – les dijo el traductor, Félix arqueo una ceja ¿cultura de salvajes? Según lo que le habían dicho siempre los salvajes eran sus hostiles anfitriones -. Esos libros serán quemados y ustedes deberán marcharse de este lugar de inmediato.

Félix sintió que su corazón le daba un vuelco mientras la sangre huía de su rostro ¿iban a quemar sus libros? ¡Eso era horrible! Definitivamente aquel lugar estaba lleno de salvajes. Pero poco tiempo tubo para pensar en sus libros cuando una nueva preocupación se presentó, uno de los oficiales había encontrado la cajita con los miraculous, ahora los aretes estaban en una caja forrada de terciopelo porque La Cocinelle había abandonado el llamativo estuche de los aretes en algún lugar de Sudamérica.

- ¿Esos aretes son valiosos? – pregunto el traductor con un brillo ambicioso en sus ojos, Félix supo que si decía que sí, probablemente se los confiscaran.

- No señor, están hechos de metal y ónix, pertenecieron a mi abuela los llevo conmigo para recordarla – invento Félix, los policías de aduana revisaron los aretes y ambos chicos aguantaron la respiración rogando que no los encontraran valiosos.

Secretos y omisionesWhere stories live. Discover now