Capítulo 29

170 16 6
                                    

   Un sonido incesante me despertó. Abrí los ojos alarmada, sin saber muy bien qué era lo que ocurría. Todo se aclaró al ver el celular con la alarma puesta sonando sobre la mesita de noche. Me incorporo con pesadez, y apago la alarma del aparato.

   Mis ojos tenían legañas, por lo que me costó un poco abrirlos. Anoche había dormido pocas horas, Elliot se fue tarde y, por lo tanto, me acosté unas horas después. Me dolía todo el cuerpo, principalmente la cabeza.

   Al levantarme de la cama, vuelve a mi cabeza una conversación que tuve con Elliot minutos antes de que se vaya. Fue sobre lo que le dije a mi jefe esa misma noche.

*Antes de tomar el picaporte de la puerta, voltea mirándome a los ojos. Sus ojos expresaban ilusión.

— Ginny, antes de irme, quería saber si. . . Quizás ahora que estamos bien —hizo una breve pausa, sobando su nuca—, no sé, creí que quisieras volver a vivir conmigo. . . A tu casa.

Sus palabras me cayeron como un balde de agua fría. Nunca pensé que una noche de sexo se iba a convertir en eso. Si bien tiene razón, porque soy su esposa después de todo, no pensé en volver tan rápido. Solo pude mirarlo seriamente, tratando de buscar las palabras justas.

— Elliot, la pasé bien contigo esta noche, pero en este momento no puedo. Espero me entiendas —bajo la mirada, apenada.

— Pero ¿estamos bien? Digo, ¿puedo volver a decir que sos mi esposa? —Pregunta caminando dos pasos hacia mí.

— Estamos bien —confirmo dejando un beso largo sobre sus labios—. Solo será hasta que acomode cuestiones del trabajo, lo prometo —confirmo al separarme de él.*

   No supe cómo reaccionar o qué decirle en ese momento. Y, sin darme cuenta, me estaba metiendo en el mismo espiral ahora. No, tengo que salir de aquí, irme a trabajar, tratar de arreglar mi vida. No puedo quedarme parada, mirando la pared, pensando en el desastre que estoy haciendo.

   Tenía media hora para prepararme, lo cual me alcanzaba para una ducha. Saco del armario un traje de falda estilo wrap negra larga hasta unos centímetros arriba de mis rodillas y saco del mismo color que la falda, era entallado, dándole una forma bella a mi cintura. Debajo del saco iba a ponerme una blusa blanca mangas cortas, y debajo de la falda, para evitar pasar frío, voy a usar unas medias can-can color piel. Iba a sacar de mi baúl de los zapatos un par de manoletinas negras, pero encontré unos zapatos negros con un taco aguja de diez centímetros de alto.

   Con el tema de la ropa ya resuelto, voy al baño. Me quito el remerón que usaba para dormir con lentitud, espantándome por lo que iba apareciendo a medida que subía la prenda. ¡Moretones! Los tenía por todo mi cuerpo. Pude contar tres en mi pierna derecha, dos en mi cadera, tres en fila en la cintura y, lo peor de todo, uno en el cuello. Los otros, si bien se veían mal, sabía que los podía tapar con ropa, pero el del cuello no.

   Entro a la ducha, procurándome no volver a tener sexo con Elliot. . . ¿A quién engaño? No podría con eso.

   Abro el agua caliente, dejando que moje por completo mi cuerpo, especialmente los moretones. Aunque suene raro, loco o estúpido, el agua caliente a las seis de la mañana antes de entrar a trabajar me relaja, al punto de casi olvidarme de todo. . . Aunque ahora recuerdo que voy a tener que enfrentarme a mi jefe cara a cara y se me instala un nudo en la panza.

   Evidentemente seguía ofendida por lo que había dicho. Me había dolido que dijera que preferiría no haberme conocido, más allá de si era o no verdad. Las cosas están dichas y duelen de la misma manera independientemente de su veracidad.

   Salgo de la ducha y voy directamente a mi habitación. Luego de desenredar mi cabello, aplicando cremas para peinar, procedo a vestirme. Me pongo un conjunto de braga y brasier blanco con un poco de encaje y luego termino de vestirme tomando precauciones como, por ejemplo, meter la blusa dentro de la falda, ver que los botones del saco estén bien abrochados, que la falda esté bien acomodada. . .

   Me miro al espejo de cuerpo entero que tenía en mi habitación. El traje tapaba perfectamente mis moretones, pero el del cuello seguía viéndose. Abro el primer cajón de mi cajonera y saco de allí un pañuelo de seda gris con detalles negros. Lo enrosco en mi cuello y. . . Perfecto.

   Aunque parezca difícil de creer, aún me quedaban quince minutos para desperdiciar como quiera. Pero, sabía muy bien que no podía desperdiciar ni un solo minuto, más luego de dejar a mi jefe "enojado" conmigo, no quiero darle más razones para fomentar su enojo.

   Tomo una cartera sobre negra y salgo de casa. Los rayos del sol me pegaban en los ojos, haciendo que los entrecierre. El día estaba hermoso y el tiempo cálido. Y, como aún me quedaba tiempo, decidí que podría ir caminando, ya que la empresa no estaba tan lejos de aquí.

   Comienzo a caminar por la acera, observando todo a mi alrededor. Las calles estaban casi vacías. Mucha de la gente se encontraba ya en el trabajo, o en la escuela y hasta, podía apostar, que alguno duermen.

   Freno mi paso en una cafetería que quedaba de paso. No había desayunado, y el aroma a café que salía de ese lugar hizo que mi estómago ruja.

   Unas cuadras después, ya estaba llegando a la empresa. Tiro el vaso de café vacío al cesto de basura antes de entrar.

   ¡Oh, no! Creo que venir hoy fue mala idea. Había olvidado por completo a esa maldita publicación del periódico, pero se ve que los que trabajan aquí no la olvidaron. Al instante en que crucé las puertas, una oleada de personas viene hacia mí con brusquedad.

   — Ginebra, ¿es verdad lo de los periódicos? —Pregunta alguien detrás de mí.

   — Sí, dicen que mantiene relaciones con el jefe Williams —informa otro.

   — No, dicen que. . . —Todos comenzaron a intercambiar opiniones en una nube de gritos y palabras inentedibles.

   — ¡Chicos! ¡Chicos! Por favor, esto es una empresa —una voz conocida aparece en medio de todos—. Dejen a la chica en paz, a nadie le importa qué haga con su vida. Además, si eso fuera verdad, aunque es evidente que no lo es, no habría ningún problema; tanto Williams como ella están solos. Así que sigan con sus cosas y dejen de perder el tiempo —da dos aplausos, y todos vuelven bufando a sus actividades.

   — Gracias Sammy, te debo una —la miro con una sonrisa, no porque me haya defendido, sino por creerme cuando digo que lo mío con Williams no es verdad.

   — Oye, Williams me informó que quería verte inmediatamente en su oficina —susurra para evitar dar de qué hablar a la gente que andaba parando la oreja—. Y sobre lo otro, podrías invitarme un café en la hora del descanso y deuda saldada —guiña un ojo para luego seguir camino hacia su oficina.

531Where stories live. Discover now