Capítulo 38

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   — Ginny, oye, hemos llegado —siento un sacudón delicado en mi hombro.

   Abro los ojos con rapidez al sentir la mano de Williams acariciar mi cabeza. Me había quedado dormida con la cabeza apoyada en la falda de él. Al darme cuenta, me incorporo con rapidez.

   — Lo siento —susurro cubriendo mi boca ante un bostezo.

   — No te preocupes, ven conmigo —me hace poner de pie y, luego de agradecerle a Travis, comenzamos a bajar las escaleras.

   Un muelle que parecía más cuidado que el anterior nos espera al bajar del barco. Camino por el muelle con los tacos colgando nuevamente de mis dedos. No valía la pena ponérmelos nuevamente, por lo que veo adelante hay más arena. Y sí, lo que veía es lo que parece, una playa. A diferencia de la otra, la arena de este lugar era gruesa, como si fueran pequeños caracoles. No voy a negar que era bellísima. Por fin estoy empezando a pensar que valió la pena venir hasta aquí.

   — ¿Qué dices? ¿Pasarías una noche aquí? —Me mira con una sonrisa que podría calificar como pícara.

   — No me molestaría pasar la noche en el yate, si a eso te refieres —contesto.

   — De hecho —camina detrás de mí, tomándome por lo hombros para luego girarme hacia el frente—, aquí es donde dormiremos —alza ambas cejas.

   Quedo muda, definitivamente Williams Georfield es una caja de sorpresas. Aunque, ahora que la pienso mejor, no me sorprende. ¿Qué millonario no tiene una mansión en una isla? Quizás esté comenzando a delirar. . .

   — Esta casa era de mis padres, de fin de semana, luego cuando ella murió mi padre, cumpliendo la última voluntad de ella, dejó la casa a nombre mío y de mi hermana —explica caminando hacia la gran mansión.

   — Debo admitir que eres una caja de sorpresas, Williams —muerdo mi labios inferior, tratando de no reírme.

   — Lo sé —alza sus hombros con una sonrisa mientras revolvía el bolsillo interno de su saco—. Aquí está, vamos —inclina su cabeza hacia la gran estructura, sacando una llave de su bolsillo.

   Delante nuestro había una escalera de madera que tenía alrededor de diez escalones grandes. Esa escalera subía a la mansión que se encontraba sobre una pequeña colina. Creí que la escalera era algo innecesario, tranquilamente podría subirse esa colina caminando, pero para los millonarios nunca es suficiente.

   Desde aquí abajo pude ver parte de la mansión, la cual contaba con dos pisos de alto, los cuales tenían grandes ventanales por paredes. Unas luces se ubicaban en donde comienza el segundo piso y, si bien estaban apagadas porque era de día, supuse que eran amarillas.

   Subo la escalera acompañada de Williams, sosteniéndome del poste de madera que se encontraba horizontal y cumplía la función de baranda. Al llegar arriba, pude apreciar la casa con mayor consideración. Era realmente enorme. Al costado de la casa había una escalera dividida en dos partes, de metal, que llevaba directamente a un balcón que había en el segundo piso sin necesidad de entrar y pasar por el primero.

   Un piso de maderas finas y separadas se encontraba bajo mío. Los ventanales me anticipaban algo de lo que podría encontrar adentro. Williams introdujo la llave en la puerta de madera de dos hojas que se encontraba en el medio de la gran mansión.

   — ¿Preparada? —Voltea a verme recargando su mano en el picaporte.

   — Muy —contesto evadiendo una risita nerviosa.

   Por fin abre la puerta y, con un gesto, me deja pasar primera. Al entrar, lo primero que veo, es la escalera de forja con escalones de madera que llevaba al segundo piso. La primera habitación que había era un living, el cual tenía una de las paredes de piedra, donde se encontraba incrustada una chimenea eléctrica al lado de un televisor tan grande que daba miedo. Había un sofá negro largo, demasiado. Y una mesita haciendo juego con este. El sofá estaba cerca de la chimenea, pero no tanto para dejar lugar a una alfombra felpuda que cubría gran parte del piso de madera. Luego había una arcada que llevaba a una cocina y otras puertas que en este momento no me interesa saber qué esconden.

   — ¿Sueles venir seguido? —Pregunto al observar la decoración bien cuidada, sin restos de polvo ni nada parecido.

   — No tanto, pero me gusta pasearme de vez en cuando —suspira recargándose sobre el respaldo del sofá—. ¿Sabes? Este lugar significa mucho para mí. Cuando mis padres eran novios vinieron aquí y. . . Bueno, aquí es donde mi madre quedó embarazada de mí.

   — Nunca se me ocurrió preguntarle a mis padres cómo quedaron embarazados de mí. Y me alegro de no hacerlo, ellos son capaces de hacerlo en un contenedor de basura —bufo, cruzando mis brazos—. Como verás, el romanticismo no forma parte ni de mi familia ni de mí.

   — Descuida, lo he notado —ríe—. ¿Quieres que subamos? —Propone al notar que un silencio incómodo se creaba entre nosotros. Yo, por mi parte, asiento con la cabeza.

   Comienzo a subir, uno por uno, los escalones de aquella hermosa escalera. Arriba el piso era blanco, a diferencia del de abajo. Había un pasillo repleto de puertas, y una arcada, que, por lo que vi, conducía al balcón que se veía desde abajo. Williams camina a mi lado hasta la primera puerta, y entra allí conmigo.

   — Esta habitación perteneció a mi madre —cierta nostalgia lo invade al entrar, mientras su vista se paseaba por entre los cuadros del lugar, en los cuales se veían paisajes.

   — Tenía muy buen gusto —digo por el simple hecho de decir algo.

   — Sin duda —sonríe con cierta melancolía en su rostro—. Oye, hay algo que. . . He estado pensando en algo desde que salimos y. . . ¿Podrías quedarte aquí hasta que te llame? —Hablaba con nerviosismo, sobando su nuca.

   — ¿Y qué se supone que haré aquí sola? —Reprocho quedándome parada al margen de la puerta.

   — Si quieres puedes ducharte, allí hay un baño. Yo haré lo mismo en la habitación de al lado. El viaje puede resultar cansador, por lo que una ducha nos vendrá bien —pasea su vista por toda la habitación, quizás buscando qué decir—. En ese baúl hay ropa que era de mi madre, puedes usar lo que quieras. Tenía la misma talla que tú cuando era joven.

   — De acuerdo —me rindo al fin.

   — Bueno. . . Volveré a buscarte pronto —sonríe cerrando la puerta, dejándome dentro de la habitación sola.

   Al irse me quedé mirando todo a mi alrededor. Y, lo que hice luego, fue abrir el baúl que Williams me había indicado. Era un bello baúl de caoba que se notaba tenía muchos años encima. Lo primero que vi, al abrir, fue un vestido que, sin duda alguna, me pondré esta noche. Es bellísimo, aunque debo reconocer que es algo corto, me llega un poco más abajo de mi trasero. Era negro. La parte del pecho era strapless, un corsé negro con rayas verticales de puntilla blanca. Al igual que la falda, que era acampanada, con las mismas rayas blancas que el pecho, con la diferencia es que las rayas de la falda eran horizontales. Detrás el vestido tenía un cierre. Y, para mí suerte, al seguir revolviendo, encontré unos tacos aguja cerrados, color dorados. Ahora puedo afirmar que la mamá de Williams tenía en serio buen gusto.

   Me quito mi vestido actual, dejándolo sobre la cama y me retiro al baño con solamente mi ropa interior.

   La ansia por querer saber qué planeaba Williams me invadía, y los nervios por intentar preveer cualquier desastre eran aún peores. Pero no podía hacer mucho, si Williams Georfield quiere algo, Williams Georfield lo tendrá.

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