Capítulo 30

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   Al oír sus palabras, mi estómago se anudó, y siguió anudado todo el camino arriba en el ascensor. Iba metida en aquella caja metálica que subía y bajaba, pensando en qué querrá mi jefe. ¿Y si quiere echarme? ¿Y si antes de hacerlo me humilla frente a todos? O quizás solo quiera disculparse personalmente por ser tan idiota. . .

   Las puertas del ascensor se abren. Él se encontraba con un traje negro clásico mirando por la ventana, mas voltea al oír la puerta del ascensor. Su rostro, Dios mío, no era común verlo con la cara tan seria. Definitivamente no va a disculparse.

   — Buen día Ginebra, toma asiento por favor —dice con la seriedad emanando hasta de su voz.

   Sin hablar, camino hacia las sillas de su escritorio y me acomodo en la silla. No pude evitar sentir mi pulso acelerado y las piernas temblorosas.

   — Seguramente querrás saber por qué te cité —comienza a hablar acomodando los puños de su saco.

   — No me sorprendería, trabajo en esta oficina, todos los días lo veo —suspiro. Era evidente que me iba a despedir, por lo que decidí hacerla bien y darle verdaderas razones.

   — Sin embargo, no es por eso —toma asiento frente a mí—. Ginebra, sé que dije que lo que hable la gente no me tenía que importar, pero no puedo fingir que nada pasó contigo. ¿De acuerdo? Me duele mucho decir esto, pero creo que lo mejor será que recojas tus cosas y. . .

   — No, lo entiendo, tomaré todas mis cosas y me iré —alzo la cabeza, tratando de demostrar que no dejaba que sus palabras me hicieran algún tipo de daño.

   — Bien, tu nueva oficina está en el tercer piso —sus palabras salen con tanta espontaneidad que por poco me ahogo con mi propia saliva.

   — ¿Nueva oficina? —Susurro para mí, pero sin evitar que él escuche.

   — Sí, ahora trabajarás sola. Estuve hablando con gente que confirmaban que te llevas bien con Samanta, así que ahora trabajarán juntas.

   — ¿Entonces no quiere echarme? —Exclamo sorprendida.

   — Eres lo mejor que le pasó a la empresa. . . No podría alejarte de ella —sonríe.

   Mi piel se erizó, haciendo que mi corazón salte de alegría. A pesar de haberme enfadado con él por su reacción ante la noticia del periódico, no pude evitar pensar en lo mal que me sentiría si todo lo que dijo habría sido verdad.

   — ¿Entonces no está enojado conmigo? —Me acerco a él, susurrando por las dudas de que alguien entre. . . Aunque nunca nadie entraba, además de él y yo. . . Y esta chica castaña que está cruzando ahora mismo las puertas del ascensor. . . Un momento, ¿y está de dónde salió?

   — No me mires con esa cara —se carcajea Williams, al ver mi reacción al notar a la morena de cabello castaño entrando a la oficina de mi jefe—. Ginny, ella es Susan, mi nueva secretaria.

   Nueva secretaria. . . Nueva secretaria. . . Nueva secretaria. Sus palabras rebotaron por mi cabeza unos minutos. ¿Acaso había oído bien? ¿Nueva secretaria? No puede ser, definitivamente.

   — ¿Es broma? —Lo miro seriamente.

   — Susan, lleva esto a la oficina de mi hermano por favor —dice dándole unos papeles. Ella asiente y, al cerrarse las puertas del ascensor con ella adentro, Williams se acerca a mí—. Lo siento, no es broma. No sigo enojado contigo, pero es la única forma de limpiar nuestros nombres. Esa noticia es falsa, y pienso hacer lo que sea para desmentirla —da golpes sobre el escritorio con la punta de su dedo índice.

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