COPOS DE NIEVE

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Mi sudadera favorita, jeans negros, y mis Nike color blanco. Estaba lista. 

Bajé de mi habitación, y Lice me esperaba recostada sobre la puerta principal. 

—Cristal, tienes mucho cuidado, por favor. Y no dudes en llamarme si surge algo. ¿Vale?
—Vale. 

Abrí la puerta y me encontré con la Ford blanca, impecable como la recordaba. En ese momento la puerta del piloto se abrió, y él emergió. Llevaba una licra deportiva negra, tenis del mismo color, y una sudadera blanca con un diseño de las garras de Wolverine. Se veía muy atractivo. 

—Veo que lo deportivo es tu estilo. —Le dije sonriente. 
—Es muy cómodo si te ves en la necesidad de correr. 
— ¿De una horda de zombies?
—Exacto.
—¿Acaso se pusieron de acuerdo? Se ven adorables.  —Lice nos observaba desde la entrada. 
—Solo fue una coincidencia. —Dije.
Alex asintió. 
—¡Alex! Soy Alice, la mejor amiga de Cristal. —Lice se acercó, le tendió la mano y este devolvió el saludo muy cordialmente. —Soy Alexander. 
—Cris no me dio muchos detalles sobre ti. Y solo te diré que más vale tengas buenas intenciones con ella. —Su tono era frío, amenazante. 

¿Lice, qué haces? Grité en mi mente. 

—Las tengo. —Alex sonreía curioso. Cómo si tal situación no le ponía nervioso. 
—¡Excelente! Porqué si no es así, y la lastimas, te abriré el pecho con una sierra eléctrica y te sacaré los pulmones. ¿Queda claro?  
—Ok. Ok. ¡Lice, tienes que entrar, ya debo irme! —La tomé por el brazo y la arrastré conmigo hasta la entrada. 
—¡Gusto en conocerte, Alex! —Gritó. 
—Oye, Jack El Destripador. No lo asustes. ¿Los pulmones? ¿En serio? 

Me despedí de ella y la abracé con fuerza. 

Alex muy caballeroso me esperaba, con la puerta del copiloto abierta. 

—Gracias. —Le dije. Y aspiré nuevamente aquel aroma que tanto me reconfortó. 

Rodeó el auto y tomó su lugar a mi lado.

—Tu amiga es un poco intensa. —Dijo, con un tono divertido. 
—No tienes idea. 

Encendió el auto y nos pusimos en marcha.

Llegamos a Danny's Pancakes. Un restaurante con mucha historia y donde se preparan los pancakes más deliciosos de la galaxia. Tomamos asiento y no pasó mucho tiempo para que uno de los meseros se acercara a tomar nuestra orden. 

—Una orden de chocolate para mí. —Dijo Alex.
—Yo quisiera una orden de vainilla, con mucho caramelo encima.
—Perfecto. —ella anotaba todo en su libreta—, ¿Qué desean para beber?
—Jugo de naranja. —Respondimos al unísono.
—Muy bien, su orden estará lista en 15 minutos. 

La siguiente hora pasó tan deprisa, como si alguien hubiera tomado las agujas del reloj y las hubiera hecho girar más rápido. Fue tanto lo que hablamos, y a pesar de ello seguía siendo un misterio para mí. Confesó que le gustaban las mariposas, y yo no podía creerlo. 

—No pareces el tipo de chico que le gusten esas cosas. 
—¿Y qué tipo de chico crees que soy? —Preguntó con una sonrisa curiosa. 
—Quizá uno que experimenta con personas en el sótano de su casa. 
—Entonces no deberías de salir con alguien así, quizá quiera convertirte en la mujer lobo, o en una de esas criaturas gigantes de la película Godzilla.
—No está mal, sería más práctico viajar.

Pasadas las 9 de la noche salimos del restaurante, completamente satisfechos con tan deliciosa comida, y aún más, por la plática tan agradable. 

—Alex, gracias por la cena. Me ha encantado.
—Me alegra que haya sido así. Disfruté mucho hablar contigo, tu compañía me hace mucho bien. 

Fue inevitable sonrojarme. 

— ¿Qué te parece si caminamos por la avenida?  —Añadió.
—Si, me gustaría. —Respondí sin meditarlo tanto. ¿Significaba aquello que mis defensas poco a poco caían?

Varias figuras de Santa Clause y sus renos descansaban sobre la grama, dedicando una sonrisa a cualquier persona que los viera. Los árboles estaban cubiertos con un manto de foquitos, y las esferas color plata se movían con el viento que las empujaba, aquel sitio no podía ser más bello.

—¿Qué es lo que más te gusta de estas fechas? —Su pregunta me tomó por sorpresa. Ambos caminábamos muy cerquita el uno del otro. 

—Compartir con Lice todo el tiempo que sea posible, cantar en el karaoke, hacer galletas con forma de frosty... Simplemente saber que ella está ahí, conmigo.
Me dedicó una dulce sonrisa. —Veo que las une un lazo muy fuerte.
—Ella es todo lo que tengo. Es mi mejor amiga, y también mi familia. 
—No es fácil encontrar personas así, pero tú lo hiciste. 
 —Si. Lice es justo esa clase de persona. De las que amenaza con sacarte los pulmones si lastimas a su hermana pequeña. 
Ambos reímos divertidos al recordar ese momento. 


—¿Y tú? ¿Cuál es tu parte favorita de estas fechas? —Pregunté. 
—El ponche de leche... Y también, las luces en el cielo.  Me encanta ese espectáculo, me encanta como une a las familias, me encanta ver la expresión de asombro en el rostro de los niños, me encanta como te hace sentir suspendido en el tiempo, tan cerca de la magia.
—Eso es muy tierno. 
—Si, supongo que lo es.

Nos detuvimos debajo de un inmenso árbol del cual colgaban cientos de foquitos color plata simulando ser copos de nieve suspendidos en el aire. En ese momento Alex tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos. Pude sentir como temblaba. ¿O era yo? 

Sonreí tímida, como si fuera una chiquilla de diez años. 

Y entonces, tomándome por sorpresa se acercó lo suficiente a mi rostro para que sus ojos marrones quedaron a centímetros de los míos. No había escapatoria. Apreté su mano, nerviosa, y dejé caer mi cabeza sobre su pecho. Él me abrazó, y fue inevitable no hacer lo mismo, el calor de su cuerpo me atrapó.

—¿Qué es lo que me estás haciendo? No dejo de pensar en ti. —Susurró en mi oído. 
—Eso te pregunto yo a ti. 
—Antes conocerte cuando intentaba dormir solo conseguía recordar y recordar, pero ahora que estás tú, no hago más que pensar en qué diré si te encuentro en mis sueños

Me aferré a su cintura con mucha más fuerza.

—Te metiste en mi cabeza como la luz del amanecer lo hace en una habitación oscura.
—¿Y eso es malo? —Pregunté. Embriagándome con el aroma de su cuello tan cerca de mi boca. 
—Es lo más bello que me ha ocurrido. 

Sus manos acariciaron mi cuello, eso provocó una descarga de 5000 voltios en mi sistema nervioso. Sus labios buscaron los míos, encajando perfecto, fundiéndose en un tierno beso. Todas mis barreras cayeron, ya no existía algo que me hiciera dudar, me había enamorado. 

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Quiero confesar que cada que leo este capítulo me enamoro más de la historia. ¡Cristal y Lex son magia! 

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CRISTALWhere stories live. Discover now