CAMBIO DE ESTILO

20 7 0
                                    

Llegamos al salón de belleza, y nuestro estilista Mauro nos recibió con mucha emoción. Él es la única persona en este mundo que tenía la confianza de Lice para tratar su cabello.

—¡Alice! ¡Cariño! 
—Mauro. ¿Cómo estás?
—Adolorido. Mi espalda me está matando. Anoche dormí en casa de mi novio, y no terminamos de ver la película que compramos. —Sonrió pícaro. 
—Me alegra ver que no te dejó en silla de ruedas.
—Y por eso lo adoro. —Añadió él—. ¡Pero mira qué sorpresa! —Su mirada se posó en mí. 
—Hola, Mauro. —Le saludé, sonriente. 
—¡Mírate! ¡Estás hermosa! ¿Hace cuánto que no te veo, Cristal? Si no tuviera atracción hacia mi propio sexo estaría loco por ti. 
—De hecho, ya tiene quien lo haga. Y te aconsejo que te andes con cuidado, no quiero quedarme sin mi estilista. —Dijo Lice.
Mauro rio. —Eso hace que me interese conocerlo. Pero dejemos atrás perversos pensamientos. ¿Vienes a por un corte, Cristal? Tu cabello está muy largo. ¿Me darás el honor de trabajar en él?
—No lo creo, solo acompaño a Lice. 
—Ok, Mauro, olvida a Cristal. Enfoca tus energías en mí. ¡Quiero algo nuevo, diferente!
—Hmm... ¿Exactamente qué es lo que buscas? Porque tu cabello luce perfecto tal y como está. 
—Quiero un nuevo color. Púrpura desde la raíz, y gris en las puntas. 
—¡Guau! ¡Eso suena muy atrevido! —Mauro se emocionó—. ¿Estás segura de ello?
—Perdió la cabeza. —Dije yo. 
—Estoy muy segura. Así que hagámoslo. —Dijo ella, decidida. 
—¿Y tú, cariño? —Mauro se dirigió a mi—. ¡Dios! ¡El color gris te quedaría increíble!
—Eh, no gracias. No me involucren en sus experimentos de laboratorio. 
—¡Vamos Cristal! Se te verá muy bien. ¡Créeme! —Lice me animaba. 
—No lo creo. —Dije con una sonrisa dubitativa. Y ese fue un grave error. 
—Sólo imagina la cara que pondrá Alex cuando te vea. Será una sorpresa enorme. Puedo jurarte por mi vida que le encantará. 
—Lice... Nunca he pintado mi cabello. No quisiera dañarlo. ¿Y si mañana me arrepiento?
—Si mañana te arrepientes Mauro lo soluciona. ¡Di que sí!
Reí nerviosa, resignada. —Si mañana me arrepiento, te pondré cianuro en el desayuno. 

Ella chilló emocionada al igual que Mauro, sabían que su cometido estaba hecho. 

Pasadas unas cuantas horas me veía en el espejo con Lice, y nos sentimos como dos personas totalmente diferentes.

—Parecemos un par de locas recién salidas de un hospital psiquiátrico. —Dije. Pero... Me encanta.
—Cariño, te ves hermosa. ¡Hermosa! Admito que te pedí hacerlo para no sentirme sola, pero ahora que lo pienso debería cobrarte una fuerte suma de dinero. 
—No es para tanto. —Dije ruborizada. 
—Sólo mírate en el espejo. ¡Te ves divina! Estoy segura que Alex amará tu nuevo estilo. 

Al salir del salón fuimos a desayunar. Y llegada la tarde el gimnasio fue nuestro destino.

CRISTALWhere stories live. Discover now