Epílogo

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Advertencias: Esta narrado desde el punto de vista de Loki.

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I.

Esa mañana como cualquier otra, tras el habitual ritual de desayuno, risas y pleitos con Odín, su esposo se despidió con un beso rápido en los labios y la promesa de un buen tiempo de calidad para ambos, lo que más sonaba a sueño improbable que algo real.

—...Recuerda ir por la comida para el perro y nada de cervezas—advirtió Loki—comienzas a parecerte al gordo de Volstagg.

Thor había esbozado un puchero antes de lanzarle una de esas sonrisas que lograban ponerlo como gelatina.

—Eres tan frívolo. Sólo te casaste conmigo por mi cuerpo— le dijo fingiendo indignación.

—¿Y por qué más si no?— bromeó el más joven dedicándole una ardiente mirada de vuelta.

—¿Por mi encanto natural?

—Oh, sí claro. Justo por eso.

Pero Thor no regresó ni con la comida para el perro, cervezas o su sola presencia.

Las horas tras la cena comenzaron a avanzar y entre más pasaban los minutos, más sentía como el mundo se le venía encima y ya no lograba pasar el aire.

Mientras jugaba nerviosamente con su argolla matrimonial, una llamada entrante con el tono fúnebre que tenía para todo lo relacionado con el trabajo de su esposo comenzó a pitar con violencia.

No necesitó ver el nombre para saber que se trataba de Nick Fury.

—¿Dónde está?— logró decir sintiendo su voz quebrarse a la mitad. Ya habían quedado atrás los cómo y por qué. Sabía exactamente que de retrasarse su esposo sólo quedaban tres alternativas: Thor estaba parcialmente herido, muy herido o muerto. Era su maldición.

—En el Metropolitan... es grave.

—¿Qué tan grave?

—Se ha dado en la cabeza, no despierta.

No había sido capaz de conducir con los nervios que traía encima, teniendo que recurrir de Fandral para tal labor. Sif y Volstagg se habían ofrecido para quedarse cuidando de sus animales y de Odín, pues el viejo estaba en la fase de desaparecerse por los lugares más insólitos en cuanto uno le quitaba los ojos de encima. Otra razón más para insistirle a Thor cada día de cambiar su peligroso trabajo de campo por uno a salvo en una oficina.

Como si fuera posible hacer cambiar de opinión a un asno como ese.

—En cuanto lo vea lo mato.

Fandral que ya lo conocía bien, sabía que eso era lo más cercano que Loki lograría expresar como angustia (al menos frente a otros).

—Él estará bien, Loki. Esa cabezota dura debe servirle de algo.

Pero no fue así, no durante las primeras semanas, ni las que le siguieron. Thor se había dado un golpe del que era probable que no saliera.

Loki que siempre se sintió en conflicto con Dios, o cualquier tema religioso, se descubrió justo como en años anteriores, cuando su hermano apenas logró salir con vida de un atentado, tan desesperado que cualquier cosa que pudiera salvarlo le resultaba posible. Asique rezó, rogó, meditó y esperó por un milagro.

—Mi buen amigo, ¿qué sucede? Luces pálido— le dijo un día Odín recibiéndolo en compañía de Heimdall y rodeado de sus mascotas que parecían tan deprimidas como él. Estaba claro que su padre volvía a confundirlo con Laufey, su padre biológico.

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