Capítulo 11

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Arturo se incorporó sintiéndose mucho mejor.

Aquella chiquilla era maravillosa. Apenas le conocía y había pasado toda la tarde consolándole, reconfortándole.

_¿Te encuentras mejor? – Preguntó Melisa.

_Si, gracias. Siento mucho haberme comportado como un niño. No es propio de mí comportarme de una forma tan infantil.

_Quizás sería buena idea que hablaras más de estas cosas. Ya sabes, deberías desahogarte. No deberías guardarte estas cosas para ti. No compartir lo que sientes corrompe el alma.

_Los hombres no, lloramos, no debemos comportarnos de esta manera.

_No digas tonterías. Sois personas. ¿No me digas que los hombres no tenéis sentimientos?

Arturo sonrió. Sin duda le hubiera encantado que su esposa hubiera sido tan dulce desde un principio.

Miriam siempre había sido muy arisca. Solamente con él se había comportado de una forma más dulce y aun así no derrochaba ternura.

_Arturo, siempre que quieras puedes venir a hablar conmigo. Debería cuidar al único lector que tengo. – Sonrió la joven.

_Muchas gracias. Me encantaría, pero no me gustaría molestarte con mis problemas.

_No molestas. Saca tu dedo meñique. – le pidió.

Él le miró extrañado.

_¿Para qué?

_Vamos a hacer una promesa.

Melisa le cogió la mano. Extendió su dedo y lo unió al suyo. Le miró a los ojos y tras unos segundos dijo:

_Prometo ser tu amiga de ahora en adelante. Encontrarás en mí apoyo y respeto.

El profesor comenzó a reír a carcajadas. Aquello era un juego de niños. Sus alumnos más jóvenes aún lo hacían.

­_¿De qué te ríes?

_De esto. ¿Sigues haciendo estas cosas? Es tan...

_¿Infantil? – Arturo asintió. – Lo sé, pero va en serio.

El profesor le cogió la mano y se la besó.

Pasaron las horas. Arturo se relajó. No se sentía tan bien desde hacía muchísimo tiempo.

Tras una larga conversación sobre trivialidades, el profesor regresó a su casa.

Aquella noche le mandó un mensaje.

"Muchísimas gracias por escucharme esta tarde. No tienes idea de lo importante que ha sido sacar todo lo que llevaba dentro.

Espero verte algún día en estas vacaciones."

A esto, Nuria contestó:

"Espero que podamos quedar alguna tarde.

En Noche Buena y Navidad estaré en el pueblo. A excepción de esos dos días (que por otro lado me imagino que lo pasarás con Miriam) y la tarde del veintitrés puedo quedar en cualquier momento.

Supongo que Nuria también estará dispuesta a venir y hacer planes.

Creo que no hace falta decir que, si tu esposa quiere venir, puede hacerlo. Eso es como vosotros veáis."

Arturo se sintió desilusionado al leer que Melisa pasaría esos dos días fuera de la ciudad. No es que pensara hacer nada especial con ella. Sabía que su sitio estaba junto a Miriam, pero le gustaba saber que estaba en su misma ciudad.

Al día siguiente Nuria llamó a su mejor amiga. Quería quedar antes de que esta se fuera al pueblo.

_Melisa, ¿Cuándo te vas? – Preguntó entrando la casa de esta.

_En un par de horas. Mañana ya es Noche Buena y quiero estar esta noche en casa de mi padre.

_Pues vamos a tomar un café.

Sentadas en la barra del bar, Melisa empezó a contarle a su amiga todo lo que había sucedido la tarde anterior con Arturo.

_Amiga mía, ¿estás segura de que ese hombre no siente nada por ti? Y hazme el favor de no decirme que está casado y que es mucho mayor que tú.

_Solo es un hombre que está pasando una mala racha. ¿Me dices que un hombre y una mujer no pueden ser amigos?

_¿Y te cuenta sus problemas a ti? No te ofendas, pero te acaba de conocer. Sí, estabas en la clase de al lado y tenías éxito en los concursos literarios del colegio, pero no creo que por eso te vaya a ir contando sus problemas.

_Como bien has dicho, soy una desconocida para él. Es justo lo que necesita para desahogarse, para sacar de dentro todo aquello que le atormenta. ¿Crees que las personas que tiene cerca, que conoce a los dos, le puede aconsejar de una forma totalmente imparcial?

_Claro. Conocen a las dos partes.

_También quieren a ambos. Yo no estoy unida a ninguno.

Nuria resopló. Sabía bien cómo era su amiga. Seguía teniendo cierta visión infantil de la vida, aunque no en todo. En este caso era incapaz de ver que aquel hombre sentía algo por ella, quisiera él reconocerlo ante él mismo y los demás o no.

Melisa era incapaz de ver si un chico se interesaba por ella o no. Tampoco es que se permitiera fijarse en ningún chico. Estaba tan centrada en progresar en su carrera, en tener una vida segura y estable que se le olvidaba arriesgar, se le olvidaba darse la oportunidad de amar y ser amada.

Sabía que Arturo era el tipo de hombre que la haría feliz si ella se dejara, si las circunstancias fueran otras. Por lo que su amiga le contaba, era un hombre tierno y dulce, que quería tener familia. Era un hombre hogareño al que no parecía gustarle demasiado las fiestas. Es decir, era como Melisa, era todo lo que le gustaba en un hombre, solo que no lo sabía aún.

_Mel, – diminutivo cariñoso con el cual Nuria llamaba de vez en cuando a su amiga – ¿Qué sucedería si un día Arturo se divorcia, si deja a su mujer?

_A qué te refieres con eso.

_Que si te plantearías tener algo con él.

_Con la edad que ambos tenemos, no creo. 

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now