Capítulo 57

443 34 8
                                    

Pasaron unos días en los que no hablaron para absolutamente nada.

Arturo no contestaba a los mensajes ni a sus llamadas de su chica. Tenía miedo a lo que Melisa le pudiera decir.

El viernes por la tarde de la semana siguiente al viaje al spa, el profesor fue a casa de Melisa. Quería aclarar las cosas con ella.

Llegó su casa con un gran ramo de rosas.

_Hola. – Saludó el profesor con voz suave. – Siento mucho lo que ha pasado.

Pasó hasta el salón sin recibir respuesta alguna de su chica, la cual parecía estar bastante enfadada.

_Desde que llegamos del spa no has contestado mis mensajes o a mis llamadas. – Contestó ella sentándose en el sofá. – Te has comportado como un niño. Creía que te habías olvidado de mí.

_Lo siento, lo siento mucho. No ha estado bien.

_¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué te comportas así?

_No lo sé. – De nuevo, Arturo empezó a llorar. – Estoy aterrorizado. Todo me da miedo. No quiero que conozcas a alguien, que te enamores de él o...

_No sé cómo he de decirte que eso no va a pasar. Estoy cansada, Arturo. Me agota tener que hablar siempre de lo mismo. Te tengo dicho que si estoy contigo es porque me apetece. No le des más vueltas al asunto.

Arturo se puso de rodillas enfrente de ella. Se abrazó a ella y, echo un mar de lágrimas, empezó a rogarle que no le dejara.

_Melisa lo siento. - Apretó su cabeza entre las piernas de su chica haciendo fuerza contra su vientre. – No me dejes, no me dejes. Sé que soy un estúpido. No debería comportarme de una forma tan infantil.

_Estoy muy enfadada. No me puedo creer la forma en la que te has comportado. Pareces un niño que no sabe controlarse.

El profesor no paraba de llorar. No podía controlarse.

_No hace falta que te pongas así, Arturo. Podemos hablar las cosas como personas adultas, solucionar así nuestras diferencias.

Melisa hizo que su chico se sentara a su lado. Le besó.

_¿Me vas a dejar?

_No, no lo voy a hacer. Solo quiero que te comportes como un adulto, solo eso. No tengo pensado dejarte.

_¿En serio?

Arturo empezó a relajarse. Que no quisiera dejar de estar con él le daba de nuevo la vida.

Sabía que había estado mal no hablar con ella en una semana, lo cual para él había sido una tortura, pero se había sentido incapaz de hacerlo.

_Debes empezar a comportarte como el hombre que eres. No tendrías que tener estos comportamientos.

_Lo sé. Con el resto de cosas de mi vida no soy así, lo sabes. Suelo estar más seguro, pero contigo...

_Hagamos una cosa. En una semana, el próximo sábado, es tu cumpleaños. He estado pensando en qué regalarte. ¿Te apetecería que, en estos días, empieces a traer cosas a esta casa?

A Arturo se le iluminó la casa.

_¿Me estás pidiendo que viva contigo?

Melisa asintió sin, aparentemente, darle más importancia.

_Si. Tenías ganas de empezar a hacerlo y he pensado que quizás deberíamos intentarlo. Pero con una condición.

Arturo asintió. Atendía a sus palabras con atención para procurar no hacer nada que le incomodara.

_No intentarás presionarme más en ningún sentido. Iremos despacio, aprendiendo a convivir el uno con el otro. Chocaremos en muchas ocasiones. Estoy segura de que cada uno tiene su forma de hacer las cosas, pero tendremos que tener paciencia para saber qué es lo que le gusta o no a cada uno.

_Claro, claro. Lo que me dices es lo más normal.

El profesor estaba feliz. Había pasado de la oscuridad más absoluta creyendo que Melisa le iba a dejar, a mudarse con ella.

_ ¿Cuándo quieres que empecemos a hacer la mudanza?

_Hoy no creo que me dé tiempo a despejar los armarios para que quepa tu ropa. ¿Qué te parece si me das la tarde de mañana para hacer esto? Puedes empezar a traer cosas al día siguiente.

Arturo asintió.

_De esta manera a mí también me dará tiempo a recoger mis cosas. O, al menos, la mayoría de ellas.

_Tranquilo, iremos trayéndolas poco a poco.

El profesor se quedó durante unos minutos en silencio. Quería preguntarle algo, pero no se atrevía.

_Te quería preguntar...

_Dime, habla.

_En la semana que entra tengo que ir a la inmobiliaria. Al fin han conseguido que Miriam quiera firmar la venta de la casa que teníamos en común. Había pensado en comprar una casa para ti y para mí. ¿Aún es muy pronto para proponerte esto?

Melisa asintió.

_Veamos cómo nos va viviendo aquí. No quiero que demos pasos en falso. – Le dio un beso para relajar el ambiente. – Mete ese dinero en el banco a plazo fijo, invierte en algo, pero algo para ti, no para mí o para los dos. Bien sabes lo que pienso del tema.

_Pero quiero compartirlo contigo.

_Ya tendremos tiempo para eso. No quiero perder mi espacio o la independencia que he conseguido con tanto esfuerzo. Menos aún que creas que estoy contigo por cuestión de dinero.

Bien era consciente Arturo de cuáles eran los sentimientos de su chica. Por supuesto, no pensaba que estuviera con él por dinero y entendía que no quisiera perder lo que había conseguido por ella misma una vez que tenía pareja.

Él simplemente quería compartir aquello con ella, no pretendía anularla ni hacer de menos sus logros.

No sabía cómo hacer entender a Melisa que sus intenciones no eran lo que ella pensaba.

_¿Podemos dejar de hablar de este tema? – Preguntó la contable. – Me hace sentir incómoda. Además, no quiero discutir.

Arturo asintió.

_Solo quiero que no me dejes. Te quiero, te quiero.

El corazón de un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora