Capítulo 30

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A la mañana siguiente, nada más levantarse, Melisa escribió a Arturo. Quería hablar con alguien de lo que sucedió la noche anterior, pero quería hablarlo con alguien que no fuera con Nuria.

"¿Quieres quedar esta tarde en mi casa? Prometo que en cuanto salga del trabajo, hago algún dulce.

¿Te apetecería Tarta de chocolate blanco y negro?

Bueno, puedo hacer lo que te apetezca.

Prometo hacerte la cena si te apetece cenar a mi lado. Después podemos ver alguna película.

Entramos ya en fin de semana y ninguno de los dos tiene que trabajar al día siguiente.

Bueno, si tienes algún otro plan tampoco hay problema.

Dime si aceptas o no."

A Arturo le dio un vuelco el corazón.

¿Cómo no iba a querer quedar con ella si en lo único en lo que podía pensar era en estar a su lado? ¿Qué clase de idea era esa? Si fuera por él pasaría cada segundo de su vida al lado de aquella chiquilla.

"Nunca te diría que no a lo que me pidieras. Pero me tienes que dejar llevar algo para la cena. Lo que tú me pidas, pero algo."

En el rato de descanso del café, Melisa llamó al profesor.

_No hace falta que traigas nada, hombre. Estamos entre amigos. Además, no me has dicho qué es lo que te apetecería cenar. – Dijo Melisa nada más escuchar la voz de Arturo contestando el teléfono.

_Hace muchísimo tiempo que no te invito a nada y. que me invites a tu casa, que cocines para mí, me hace sentir mal. Y, como si fuera poco, quieres preparar algo de merienda. Al menos déjame poner la bebida. ¿Vino? ¿Cerveza?

_Si quieres lo dejamos. – Bromeó la contable.

_No, no. Si no quieres decirme qué es lo que quieres, llevaré lo que a mí me parezca. ¿Qué tal si me dices qué vas a cocinar?

_¿Qué te apetecería?

_Lo que a ti te parezca. No se...

_Hay una algo que probé en Lisboa hace unos años. – Comentó ella. – Tengo la receta. Es algo muy simple, es una simple tortilla de patatas con setas, queso y fiambre. Puedo intentar hacerla para esta noche.

Él sonrió.

Poco después Melisa colgó el teléfono y volvió al trabajo.

Se sentó delante de su ordenador y empezó a trabajar de nuevo. La mañana debía ser productiva.

Dos minutos después de esto, Javier entró en su oficina. La miraba trabajar desde la puerta.

_¿Comes conmigo? – Le propuso a Melisa sin moverse del lugar donde estaba. – Te llevaré al mismo restaurante donde...

_No. – Contestó la contable. – Te lo dije. No quiero nada contigo. Ni siquiera me hace gracia que coquetees. Me resulta desagradable Si me interesa algo de ti, ya te avisaré, ¿vale?

Javier se estaba empezando a enfadar. Nunca antes le habían rechazado de esa manera tan tajante. Nunca antes le habían rechazado dos veces seguidas.

Con un cambio de expresión en la cara, se acercó a Melisa.

_Si no vienes conmigo...

_¿Qué? ¿Me despedirás? – Preguntó con tono de dureza la joven. – No te tengo miedo. Corre, hazlo. Te enfrentarás a una denuncia por despido improcedente y acoso. ¿Quieres que vaya ahora mismo a un juzgado y le diga esto mismo a un tribunal, a un juez? Yo me quedaré sin trabajo, pero tú irás a la cárcel. Y, obviamente, en todo este camino, el banco quedará dañado.

Tras pasar unos segundos intentando que Melisa le retirara la mirada, Javier regresó a su oficina. No había podido hacer que se rindiera ante él.

La contable pasó toda la mañana alterada por culpa de su jefe.

Saliendo por la puerta al final de la jornada, Melisa llamó a Nuria para recriminarle lo de la cena.

Le contó por encima lo que había sucedido la noche anterior y lo que había vivido aquella misma mañana.

_No vuelvas a hacer algo parecido a eso. – Recriminó a su amiga. – No estoy dispuesta a pasar de nuevo por todo esto.

Nuria le pidió mil disculpas. No sabía que Arturo era de esa manera.

La conversación no duró mucho tiempo. Melisa seguía muy alterada por lo sucedido y quería alejarse de su lugar de trabajo lo más rápido posible.

Después de comer, Melisa se puso a cocinar tanto para la merienda como para la cena que iba a compartir con Arturo.

Lo que más complicación le dio fue la tortilla de patatas que había comido en Lisboa.

Casi todo era fácil de hacer. Tenía que cocer las patatas, cortar las setas y sofreírlas. Después había que unirlo todo con el fiambre.

En sí no había nada difícil, pero no la había hecho nunca y no sabía cómo le iba a salir aquello.

_Ouch. – Dijo haciéndose un corte en el dedo mientras troceaba las setas.

Cuando todo estuvo terminado, se encerró durante un buen rato en su cuarto para arreglarse.

"Es curioso. Me hace ilusión quedar esta tarde con Arturo.

Creía que nunca iba a ponerme de esta manera con nadie. Menos aún después de lo que pasé con mi exnovio."

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now