Una escuela llena de tristes recuerdos

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Recordaba perfectamente el momento en que había conocido a Tomas.

Sucedió un lunes, día de escuela.

Yo había tenido un día de mierda.

Seguía asistiendo a la preparatoria pública, aún no conocía a Lavanda y mucho menos a Dylan.

Los chicos de mi clase no eran gentiles conmigo y el hecho de que yo me retrajera y no hablara con nadie tampoco estaba ayudando.

No me importaba demasiado.

Era feliz pasando desapercibida y soñando con conocer a algún chico increíblemente guapo algún día y vivir una increíble historia de amor como en los libros de romance que tanto me gustaban.

Pero no iba a negar que había alguien de quien estaba secretamente enamorada.

Llevaba admirandolo dos años, desde que había empezado la preparatoria.

Su nombre era Bruno.

Era guapo, lo bastante para ser el centro de atención de la escuela y también era inteligente, lo bastante para atraerme, pero también era cruel. Sólo que yo, como la tonta niña enamorada que siempre había sido, nunca lo había notado.

Bruno venía en paquete con Esteban, otro chico, guapo también,  como lo eran todos debido a las modificaciones genéticas.

Para mi mala suerte, Esteban tenía una clase de fetiche con las chicas sin modificaciones, le gustaba lo puro y las vírgenes.

Vaya estupidez.

Le gustaban los retos y no aceptaba un no por respuesta.

Así que yo, siendo "pura, virgen y no bonita, pero tampoco fea" -palabras de él- caí en su radar.

Lo rechacé, por supuesto, porque sólo tenía ojos para Bruno y Esteban me parecía prepotente y sexista, pero mi error fue creer que todo había acabado en un NO.

Nunca supe quién les dijo de mi pequeño enamoramiento hacia Bruno.

Toda la escuela supo de mi rechazo a Esteban, a quien no se le escapaba ninguna, así que fue como quedar en ridículo para él.

De un día para otro, para mi sorpresa, Bruno se acercó a mi, con actitud encantadora, todo un caballero y mostrando interés hacia mi persona.

Todas las pistas estuvieron frente a mi, solo que yo no quise verlas.

Creí que su interés era genuino.

Ni por un segundo me imaginé que toda la escuela había apostado ya a que Bruno lograba "bajarme del pedestal en el que me había puesto yo misma"

Y aunque yo creía haber encontrado a mi príncipe  literario por el que siempre había soñado, fui lo suficientemente inteligente para no caer en sus sábanas.

Me di cuenta de que era lo único que buscaba el día de nuestra primera cita, cuando  habíamos salido al cine y todo lo que quiso fue colar su mano entre mis pantalones.

Aquello fue la gota que derramó el vaso.

Bruno me envió una nota ese lunes, rogando mi perdón, diciendo que haría cualquier cosa para que lo perdonara, que nos encontraramos tras las gradas del campo de béisbol de la escuela después  de clases para hablarlo personalmente.

Claro que fui, era ¡Bruno!, el chico que tanto había admirado por dos años, pero no me encontré al chico arrepentido y tierno que había imaginado.

Me encontré a dos chicos furiosos, con las "reputaciones y el orgullo por los suelos".

Bruno dijo que nunca le había gustado, que sólo se había acercado a mí  para llevarme a la cama y al día  siguiente presumir frente a toda la escuela que la niña fea y presumida había caído a sus pies.

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