No me sorprendió el hecho de que todo el último piso del edificio fuera exclusivamente la oficina privada de Bastian, así era él después de todo, presuntuoso, vanidoso y engreído, pero lo que sí me sorprendió fue el hecho de que no nos estuviera esperando a Dylan y a mí un escuadrón entero de superiores, listos para asesinarnos. Se reducía a ellos tres, Bastian, Lillian y Yannick. Así era como todo terminaría
Bastian parecía tan confiado. Tan seguro de su ventaja y victoria.
En cuanto salimos del elevador, directo a su oficina, mis ojos se posaron en su figura, estaba recargado por delante de su escritorio, usando un traje de combate, Yannick se encontraba a su derecha, con el semblante en blanco y Lillian, luciendo tan hermosamente magnífica y peligrosa como siempre, permanecía sentada en una esquina de la habitación, con las piernas cruzadas en una pose elegante, pero una de sus manos sosteniendo con firmeza un arma que apuntaba hacia la persona de pie a su lado. Maryan.
Mi garganta se cerró. No miré a Dylan, no mostré reacción alguna. Maryan parecía tranquila, pero tensa, ansiosa porque Dylan volteara a verla. Fui consciente de lo amoratado que se veía su rostro, lo pálida y cansada que se encontraba. No se encontraba parada adecuadamente, su espalda algo encorvada, seguramente debido al impacto de bala que había recibido en el campamento antes de que nos capturaran. Ninguno de los dos había esperado verla allí.
Después de lo sucedido en el campamento habíamos perdido el rastro de muchas personas, Maryan entre ellas, pero sabía porqué se encontraba con nosotros, Bastian seguía jugando con los sentimientos de Dylan.
Maryan no había muerto, pero seguía corriendo peligro de estarlo. Y Dylan ahora era preso de una esperanza.
Lillian posó sus ojos en mí con una sonrisita de complacencia en su boca y después la dirigió hacía Dylan, sus ojos brillaron con malicia y su mano, la que no estaba armada, empujó a Maryan por la espalda, instándola a dar un paso hacia adelante.
-Vamos, dale un abrazo, tu vástago ha regresado -
Pude sentir la tensión en el cuerpo de Dylan a mi lado, su ira y frustración.
-Déjenla fuera de esto- arremetí.
Lillian sonrió aún más.
-Tú y yo tenemos una pelea pendiente-
Apreté los puños.
-Estoy ansiándolo-
Su rostro se crispó. No había esperado que le hiciera frente a sus palabras. Todo el tiempo me había tomado por una humana patética. Y lo seguía haciendo.
-Tienes agallas, pero no el cerebro para saber lo que te conviene- contraatacó.
-Podría decir lo mismo - respondí y miré a ambos hombres a su lado. Mi boca esbozó una pequeña sonrisa burlona.
Ella sabía a lo que me estaba refiriendo. Su cuerpo se puso en alerta, su espalda se tornó aún más recta de lo que ya se encontraba y su mirada estaba lanzando dagas a mi cara.
-Suficiente- habló Bastian por primera vez. Dejando el escritorio y dando dos pasos al frente. Se detuvo en cuanto Dylan se colocó delante de mí, haciéndole frente. Un escudo, un escudo que yo ya no necesitaba, hecho del que Bastian aún no estaba enterado, comprendí. Estábamos jugando un juego de apariencias.
-Terminemos con esto de una vez - habló Dylan, mirándolo a los ojos - Ya ha llegado demasiado lejos -
Bastian sonrió.
-Pudo haber terminado hace demasiado tiempo, pero decidiste jugar a ser el héroe-
-¿Qué pretendes?- preguntó Dylan, su mirada sólo en Bastian, no había mirado a su madre ni una sola vez - ¿Por qué querer volver a ser mortal?-

YOU ARE READING
ALMAS DE ACERO
Science Fiction¡Tercera y última parte de Latidos Metálicos! Terrian ha sido destruida por segunda vez y esta vez para siempre. Los humanos que no están de parte de Bastian están siendo cazados y perseguidos, por lo que se ven obligados a esconderse de los su...