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No supe como reaccionar, estaba preocupando por el golpe que se dió y a su vez por lo mal que se podía interpretar todo. Más empleados y servidumbre comenzó a llegar formando toda una escena en el lugar.
—Angie... —murmuré cubriendo mi boca y al bajar e intentar acercarme a ella su padre me empujó furioso.
—¡¿Cómo te atreves a hacerle esto a mi princesa?! —gritó en mi rostro y simplemente cerré los ojos con calma esperando recibir un golpe de su parte, golpe que nunca llegó ya que al abrirlos pud ver a Angie frente a él.
—¡No es lo que parece papi! —afirmó y el hombre portaba una mirada incrédula.
—No lo defiendas, es más que claro lo que... —ella frunció su ceño en dirección a su padre y éste se calló.
—Esto... Esto fue mi culpa... —sollozó y ambos la miramos confundidos— por favor deja a Frank, él es un buen chico, solo me ha hecho feliz desde que estamos juntos... —abrió sus ojos y me miró por el rabillo de éste— Él jamás me haría daño ¿No es así Franky? —sentí un escalofrío y apreté mis puños.
Sus palabras formaban un enorme grillete en mi cuello seguido por una gruesa y pesada cadena, que terminaba en el extremo de su mano. La miré desafiante y se asombró de mi actitud, no quería estar a su merced, iba a mandar todo al carajo y si mi libertad significaba perder todo bueno, así sería.
—De hecho, señor, yo sí... —no llegaron a escucharme que la gruesa voz del hombre habló sobre mí.
—¡Pues claro que nunca te haría daño! Si te llegase a tocar aunque sea un solo cabello juro que... —incluso su hija se sorprendió al oírlo, estaba muy enojado y era entendible, pero esto solo me recordó que estaba atado a ella. Que los errores no se borran. No se olvidan.
Angie con su mirada inocente me defendió, diciendo que habíamos tenido una tonta discusión sin sentido y que estaba tan molesta que tropezó, su padre no quedó convencido, pero ambos sabíamos que no se podía discutir con ella cuando se ponía terca. Me sentí mal por perder la confianza de este buen hombre, pero aliviado de cierta forma ya que me deprimia caerle bien siendo que lastimé a su hija. Lo sentía falso de mi parte. Todo se sentía agrio y sin sabor últimamente.
Seguido él la tomó cuidadosamente del brazo y la llevó a la cocina donde minutos después llegaron los paramédicos de la familia. Por mi parte me senté en las escaleras y suspiré. Todo se había ido por el caño y ésta vez no había sido completamente mi culpa.
«¿Por qué cuando quiero hacer las cosas bien solo arruino todo?»
—Joven... —habló su ama de llaves y levanté la cabeza— vi lo que sucedió —me alegré notablemente por su comentario, pero mi sonrisa se borró cuando continuó—, usted es de ella ¿Lo sabe, verdad? —mi piel se erizó por su inhumana afirmación.
—¿Qué? —inquirí apoyándome sobre mi mano, estirando mi cabeza hacia atrás y estudiando sus facciones detalladamente, no me gustaba que jodieran conmigo y al parecer todos querían verme en el piso dentro de esta mansión.
