II

1.5K 164 52
                                    


- Buenos días, Natalia. Te veo algo enfurruñada.

Natalia suspiró y forzó una sonrisa, tomando asiento frente al hombre.

- Perdona, Marco. Ayer me salté clase por la mañana por culpa de una de las visiones de Elena y hoy por venir aquí. Mis profesores van a acabar hasta el moño.

- Estas visitas están justificadas y sabes que son necesarias.

Natalia asintió distraída. Se sabía el cuento. Toda persona con un poder de grado tres o superior debía hacerlas. Cuanto más alto el grado, más frecuentes eran y cuanto más cerca de los veinte, peor. Su vida y la de todos los jóvenes con poderes estaba milimetrada para controlar y evitar la aparición de híbridos, que se desarrollaban siempre antes de esa edad.

Por suerte, nadie de su familia lo había sido nunca y ella tampoco tenía pinta.

- Eso no significa que no me perjudiquen... Pierdo muchas clases importantes que luego tengo que recuperar en mi tiempo libre.

- Bueno. Cuanto antes empecemos, antes te podrás ir.

Natalia miró el móvil de reojo y asintió.

- Vamos allá.



Cuando salió de la consulta, llovía. Natalia dejó que el agua cayese sobre su cara para despejarse. Caminó hacia el metro despacio disfrutando de esa ducha improvisada. Cuando llegó a casa, se preparó la comida distraída mientras charlaba con Alba. Ésta le mandó la ubicación de su casa, que no estaba muy lejos y le dijo que estuvieran por ahí a las ocho. Marta llegó a las seis y se prepararon juntas.

A las ocho y cuarto, Natalia tocó el timbre del piso de Alba. Se escuchaba música suave en el interior de la casa. La rubia les abrió con una sonrisa.

- ¡Hola! Llegáis super bien. Tan bien que ni siquiera ha llegado nadie más. Pasad, pasad. ¡Habéis traído pizza! Muchas gracias.

Alba las arrastró hacia el interior y les presentó a una rubia de pelo larguísimo que bebía una cerveza mientras colocaba unas cajas en la mesa.

- Esta es María. - La susodicha agitó la mano en señal de saludo. - Estas son Natalia y Marta. Natalia es la chica que te dije.

- Ah, la de los poderes. - Comentó de forma algo despectiva sin levantar la mirada de lo que estaba haciendo. Natalia tragó saliva incómoda.

- María, ¿qué hemos dicho de juzgar a la gente sin conocerla?

- Que está mal.

- ¿Entonces?

María suspiró sonoramente.

- Perdona. Seguro que eres una tía de puta madre y eso.

- María es buena chica, pero un chico con poderes de telequinesis le hacía la vida imposible en el instituto y ahora no se fía.

- Alba, ¿qué hemos dicho sobre contar las cosas íntimas de los demás?

- Que no hay que hacerlo. Lo siento. ¿Estás enfadada?

- No estoy enfadada. Venga, coloca tú esto. Voy a presentarme como es debido.

María le tendió las cajas a Alba. Luego se acercó a Natalia y a Marta.

- Si Alba os ha traído es porque sois buena gente, así que os pido perdón. Soy María. Bienvenidas a mi fiesta de juegos de mesa y cerveza cutre. Espero que os lo paséis genial.

No pasó mucho tiempo más hasta que llamaron a la puerta. Los amigos de las rubias se presentaron como Famous, África, su novio Damion, Joan, Julia, Noelia y Dave.

; las vidas efímerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora