IV

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– Vaya puta mierda de final.

María cerró la tapa del portátil y echó la mirada al techo. No se podía creer que hubiese perdido tantas horas en una serie que acaba tan mal. Ella no se consideraba una experta guionista, pero se le ocurrían bastantes formas de arreglar el estropicio que habían organizado a lo largo de las últimas dos temporadas.

Miró la hora distraída. Las nueve. Para un fin de semana que tenía libre en el bar, se lo pasaba encerrada en casa sin hacer nada. Maldita África y maldito novio y maldita la cerveza que le pedía el cuerpo desde hacía dos días.

Tanteó el sillón en busca de su móvil, que llevaba perdido entre los cojines cuatro o cinco capítulos. Pensó en Alba y en lo feliz que parecía cuando Natalia le dijo de quedar.

– Como le haga daño le corto los dedos. – Murmuró.

Encontró su móvil y lo desbloqueó. Tenía algunos whatsapps y varias llamadas pérdidas de un número desconocido.

"Vaya con los de Orange, qué desesperados están por venderme mierda."

La última llamada había sido hace apenas cinco minutos, pero María decidió no devolverlas. Si tan importante era, ya llamarían otra vez.

Como si le estuvieran leyendo la mente, la pantalla se iluminó y recibió de nuevo la llamada. La cogió.

– ¿María Villar? – Exclamó una voz ansiosa, antes de que María pudiese decir nada.

– Eh... Sí. ¿De parte de quién...?

– Buenos dí... Buenas noches. Mi nombre es Sabela Ramil. Le llamo del Hospital La Paz.

María se tensó entera.

– ¿Ha pasado algo?

– No, no. No le llamamos por ningún conocido. – María soltó todo el aire de golpe y cerró los ojos. – Le llamamos por usted. Necesitaría concretar una cita con nosotros cuanto antes.

– ¿Por qué?

– Tenemos los resultados de unas pruebas que se hizo hace algún tiempo. Sus resultados se mezclaron con los de otro paciente y por lo tanto no se evaluó bien. Necesitaríamos repetir las pruebas.

María entrecerró los ojos, tratando de recordar cuándo había sido la última vez que se había hecho unas pruebas.

– Perdón pero... Yo no me he hecho pruebas últimamente. Y mi hospital ni siquiera es el de La Paz, es el Marañón.

– Como le he dicho, son unas pruebas antiguas. Y su hospital ha hecho un traslado de historiales ya que estaban demasiado agobiados con el número de pacientes que llevaban. – María asintió en silencio, como si la tal Sabela pudiera verla. – Verá María. Yo soy médico y le llamo personalmente porque estamos preocupados por su salud. ¿Sería posible concretar una cita para la semana que viene?

– Bueno... Sí... Supongo. – Contestó la rubia, tratando de asimilar la información. – ¿Pero es grave?

– ¡Oh, no no! No se preocupe. Es necesario hacer las pruebas, pero seguro que no es nada que unas pastillas no puedan resolver. – María no acabó de creerse sus palabras. – Dígame que días y horarios tiene disponible.

La rubia suspiró y le pidió un minuto.  Revisó su horario en el bar. El único día en el que tenía una mañana libre era el miércoles, así que quedó con Sabela para ese día.

– Muchas gracias, María. Ya estaría todo. El miércoles te veo. Pregunta por mí en recepción y ellos te señalarán la consulta.

– Bueno... Gracias a ti.

; las vidas efímerasWhere stories live. Discover now