IX

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– Natalia, ¿estás dormida?

La morena abrió los ojos y se giró hacia la voz suave que la llamaba. No, no estaba dormida y a este paso dudaba mucho que pudiera conseguirlo.

– ¿No puedes dormir?

Natalia escuchó como Alba se incorporaba y se asomaba al borde de su cama. Habían echado un colchón al suelo para que la morena durmiese y aunque no era lo más cómodo del mundo, servía para pasar la noche.

Tampoco es que Natalia pretendiese dormir.

– Pensaba en María y me he desvelado, además estoy congelada.

– ¿Sabes? Eso se podría arreglar si cerrásemos la ventana.

– ¡No! Me gusta respirar aire frío cuando duermo.

– Entonces no te quejes, petarda. – La tenue luz de la calle iluminaba el rostro de Alba lo suficiente como para que Natalia pudiese observar su expresión fastidiada. Se rió con suavidad. – Hazme un sitio y charlamos.

– Mañana tienes clase...

– Ya... No creo que eso sea un problema.

Alba se echó a un lado en su estrecha cama de noventa y Natalia escaló y se tumbó a su lado. Sus brazos se rozaban y ambas contuvieron la respiración unos segundos. Alba se incorporó y echó el edredón sobre ellas.

– ¡No me puedo creer que tengas frío con este bicho encima! Si es gordísimo.

– Es que soy muy pequeña.

Ambas rieron y se giraron hasta quedar de frente.

– ¿Qué hora crees que es?

– ¿Las dos? ¿Las tres? Mañana cuando María nos despierte vamos a flipar...

Natalia sonrió. Se preguntó qué clase de excusa le iban a poner a la rubia al día siguiente. María había sido muy clara en decirle que dejase a Alba fuera de esto, y aunque estaba tentada a preguntarle, Alba parecía tan ajena a todo como María le había dicho que estaba.

Perseguida por la policía y sin enterarse. Sólo podía ser Alba.

Se miraron a los ojos y Natalia se puso bizca. Alba se rió.

– ¿Jugamos al veo veo? – Propuso la morena, bostezando suavemente.

– Pero no veo nada... – La rubia copió su bostezo y le dio un golpe en el brazo. – ¡Ay, que me lo pegas!

– Que sí, va. Veo veo...

– Qué ves...

– Una cosita.

– ¿Qué cosita es?

– Empieza por la letra A...

– Soy yo. – Cortó Alba.

– ¡Eh, eso no vale! Tienes que dejarme dar pistas.

– Era obvio, si me tienes literalmente a dos centímetros.

Natalia cogió aire profundamente. Era cierto, la cara de la rubia estaba a centímetros de la suya, si se acercaba un poco, sus narices se rozarían. Si se seguía acercando...

Su mirada bajó a sus labios durante un momento. Estaban entreabiertos. Natalia fantaseó con cómo sería besarlos en ese momento, en esa cama. Alba la observaba sin decir nada, respirando suavemente.

– Te... te toca jugar... – Natalia sacudió la cabeza ligeramente para sacarse esos pensamientos de la mente.

– Veo veo. – La voz de Alba estaba ronca y Natalia tragó saliva.

; las vidas efímerasWhere stories live. Discover now