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El silencio inundó el coche.

– ¿Cómo que nos está siguiendo un coche? – Exclamó Sabela.– ¿Pero estás segura?

– Llevo un rato mirando hacia atrás y... no sé. No se despega de nuestro culo.

– Vale, mantengamos la calma. – Hubo un silencio de unos segundos.

– ¿Puedes volver a hacernos desaparecer? – Preguntó María.

– No, es demasiado evidente. A plena luz del día, en medio de la carretera... – Sabela le hizo un gesto y María puso el intermitente y se pegó a la derecha, cambiando de carril. El coche que llevaba detrás la siguió. – Vale. Eso no es muy buena señal.

– ¿Qué hacemos? – Se angustió María.

– ¿Qué pasa? – Preguntó Alba, desperezándose. – Estáis dando voces.

– Vamos a parar. – Anunció Sabela.

– ¿Otra vez? Si a penas son las doce. – Respondió Alba.

– Tengo que mear, tía. – Mintió María. – Y así comemos pronto, rollo a la inglesa.

– Rollo a la inglesa... – Repitió Alba, alzando la ceja.

– Busca en Google Maps la próxima salida con... Restaurante, o lo que sea. Para comer. – María le tendió su móvil a Sabela, que la miró con horror.

– ¿No te has deshecho de él? – Susurró. – ¿Y del de Alba? María por dios, ¡Pueden estar siguiéndonos!

– Los apagué anoche, tengo el de Alba también. Ni siquiera se ha dado cuenta.

– Da igual, tenemos que deshacernos de ellos. – Sabela suspiró. – Natalia. ¿Tienes algún poder de carácter destructivo?

Natalia negó con la cabeza. Sabela suspiró.

– ¿Habéis estado hablando de poderes mientras dormía? No vale. – Se lamentó Alba. Natalia rió.

– No te preocupes, no hemos dicho nada que no sepas.

Alba miró a la morena con incredulidad y ella le sacó la lengua. La rubia se puso una mano en el pecho, fingiendo estar ofendida y luego se echó a reír.

– La verdad es que podría comer ahora, a la inglesa como dice María. – Comentó.

– Pues claro que podrías, petarda.

Sabela sacó un móvil viejo y localizó con cierta dificultad la salida más cercana, pero María no se movió del carril.

– María... – Le advirtió la gallega.

La rubia la ignoró. Cuando se acercaban peligrosamente, pegó un volantazo y atravesó la autopista completa de lado a lado, consiguiendo llegar a la salida por apenas unos metros. El coche de detrás continuó por su carril y se perdió en el horizonte.

– ¡Joder! – Exclamó Sabela.

– ¿Pero... Qué coño? ¿¡Por qué haces eso!? – Exclamó Alba, sujetándose el pecho. En un acto reflejo había agarrado la mano de Natalia y no la había soltado todavía.

– Se nos... Pasaba la salida.

– ¡Pues coge la siguiente!

– Tengo mucha hambre.

Sabela se llevó las manos a la frente y suspiró. En la parte de atrás, Natalia cerró los ojos. La rubia continuó el camino en silencio, apretando el volante con fuerza y con los nudillos blancos.



; las vidas efímerasWhere stories live. Discover now