XIII

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-He de confesarte preciosa, que me asusta lo rápido que aprendes.- Dijo el conde Valton mientras yo retiraba la espada de su cuello.

-No se atormente Señor Valton, como ya le dije, llevo muchos años practicando, estos días lo único que he hecho ha sido refrescar la memoria. ¿Comenzamos de nuevo?

Nos alejamos unos pasos el uno del otro y volvimos a ponernos en guardia. Aquella actividad era de lo más refrescante. No obstante tenía mis pegas. El conde se comportaba de manera muy extraña en algunas circunstancias, sobre todo cuando Luis nos observaba. La mayor parte del tiempo era todo un caballero, pero en ocasiones en su rostro se dibujaba una picara mirada que daba a entender que deseaba seducirme. Esas noches el conde se tomaba demasiadas libertades, me llamaba preciosa, acercaba su cuerpo demasiado al mío y tenía la sensación de que en más de una ocasión me habría besado si yo no hubiera fingido no darme cuenta.

La verdad es que yo no entendía muy bien mi reacción, el señor Valton era joven, apuesto, de lo más agradable, quizás demasiado coqueto, pero por Dios, era ¡Un conde! Quizás haberme librado de la obligación de buscar esposo hubiera borrado todo anhelo de tener uno. Una cosa era buscar un pretendiente para salvar a mi familia, y otra muy diferente era ser libre de aceptar que alguien estuviera junto a mí para toda la vida. Aun así no me sentía atraída por él, me agradaba muchísimo, pero lo apreciaba como a un buen amigo. Además sus repentinos cambios de trato hacia mí solo conseguían confundirme. Y esta era una de esas noches en las que los comentarios subidos de todo y los halagos reinaban en todo momento.

-¡Ah! –exclamé al sentir el filo de la hoja cortándome en el brazo.

-¡Perdón Camille!- Exclamó el conde acercándose presuroso hacia mí.- Estaba seguro de que lo pararías.

-No te preocupes- dije llevando la mano a la herida.- A sido mi culpa, tenía la cabeza en otro lugar.

-¡Creo que la práctica de hoy ha terminado!- La voz de Luis nos sobresaltó, y esté salió de un rincón oscuro del barco.

-Pues yo creo que usted no tiene ni voz ni voto en esto- le respondí con sequedad. El conde pareció divertido.

-No te muevas Camille, iré a por algo para curar esa herida.- Con una sonrisa de lado el conde abandonó la cubierta. Yo giré mi rostro fingiendo interesarme por el corte.

-¿Estás bien? ¿Es profundo?- preguntó Luis acercándose a mí preocupado.

-No es nada.- dije dando un paso atrás para mantener una distancia respetable entre los dos.- No se preocupe.- El semblante de Luis se transformó, paso de mostrar preocupación a un ceño fruncido.

-Si se despista con tanta facilidad quizás no debería practicar con espadas.- Ante mi silencio continuó.- Camille no son juguetes, puede hacerse mucho daño con ellas- Su voz sonaba demasiado protectora.

-¿Está usted preocupado por mí?- Pregunté intentando ridiculizarlo.- Creía que una cabeza hueca como yo que no sirve para nada no sería digna de su preocupación.- Los ojos de Luis se abrieron como platos y pareció estar a punto de decir algo, pero en ese momento volvió el Conde Valton.

-Aquí estoy preciosa.- El cuerpo de Luis se tensó y su ceño volvió a fruncirse ante aquellas palabras.- Si me lo permites.- Dijo tendiéndome la botella de alcohol para que la sujetara y abriéndome la camisa para dejar el hombro al descubierto, puesto que el corte se había producido cerca de este. – Le curaré en un santiamén. – Agradecí que la oscuridad cubriera mi rubor, estaba exhibiéndome no ante uno, sino dos hombres.- Y el toque final.- dijo inclinándose y depositando un delicado beso sobre la venda.- Así seguro se curará pronto.

Lo que las apariencias esconden (3° Libro  Saga VERDADES OCULTAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora