XXXI

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La casa que hasta el momento habíamos habitado únicamente los Cigar, acogió a otro nuevo huésped. Un tal David... cuyo apellido olvidé pronto, puesto que todos lo llamaban por su nombre de pila. Al parecer era pariente de los vecinos de los Cigar, los London, y junto al propietario, el señor London, Jorge, intentaban averiguar el paradero de Mariola, la hermana de Luis. Por consiguiente, también contábamos con las constantes visita de Laura... y qué podía decir malo de ella... era perfecta, toda una dama... pero claro, no podíamos olvidar que era la amante de mi marido. Toda esta situación no hacía más que recordarme que el último año de mi vida parecía sacado de una novela. Y por ello, en más de una ocasión debía esconderme de todos ellos, evadirme de una dolorosa y alocada realidad para sumergirme en un libro, en el cuidado de mis plantas, o vagar sin rumbo por mi mente.

Con tanta gente merodeando por la casa a Sira se le ocurrió organizar una velada privada, a la que asistirían Jorge, Jonh, David, Laura y nosotros cuatro. Parecía que todos estaban contentos con aquello, todos menos yo claro está. Intenté fingir no darme cuenta de las sonrisas y conversaciones que mantenían Laura y Luis, pero era demasiado, por lo que sin darme cuenta ya llevaba cuatro copas de vino. Viendo que no sería capaz de aguantar más y sintiéndome demasiado acalorada salí al jardín a contemplar las estrellas.

-Te veo distraída.- Dijo Luis acercándose por detrás y abrazándome.

-Si no te importa – dije intentando alejarme de él.- Me gustaría que me soltaras.

-Y a mí me gustarían un sinfín de cosas... pero no es posible...- Intentó ser gracioso, pero su comentario solo consiguió enfurecerme más.

-¡Sueltame!

-No, me prometiste fingir y mi madre me ha dicho que no podía volver al interior de la casa hasta que tú y yo arreglemos las cosas.

-Que inocente es tu madre...- dije con desdén.- Jamás podrás hacerlo.

-Vamos...- dijo en un susurro junto a mi oído.- Que podemos perder intentándolo.- Comenzó a depositar besos por mi cuello y de entre mis labios se escapó un suspiro.- No sabes lo mucho que te deseo.- Aquello me sorprendió tanto que me paralizó ¿Me deseaba? ¡Me deseaba! Pero ... ¿¡qué se creía que era una fulana o qué!?

-Pues espero que encuentres a otra que sacie tu deseo.- Dije bruscamente alejándome de él y dirigiéndome a mi habitación.

Una vez en los pasillos de las habitaciones, una voz interrumpió mi retirada.

-Camille.- Antes de poder ser consciente de lo que sucedía alguien se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme. Tras un instante de shock abrí los ojos y empuje a Jonh lejos de mí.

-¿Pero qué hace?- Exclamé alejándome de él.

-No intente ocultar nuestra pasión Camille... sé que usted lo desea más que yo.- Jonh intentó acercarse a mí de nuevo, pero yo alce mi brazo con la intención de golpearle.

-¿Qué sucede aquí?- La voz autoritaria de Luis nos sorprendió a ambos, era muy poco frecuente escucharlo hablar de esa forma.

-Camille estaba algo... indispuesta y la acompañaba a su recámara.- Se excusó Jonh

-No se moleste, ya la acompaño yo.

-Claro... que descanse Camille.- Dijo haciendo una reverencia.

Luis y yo permanecimos quietos y en silencio en el pasillo por unos minutos. Aquella situación me desbordaba, todo era demasiado para mí. Estaba tan agitada que sentía que el aire no me llegaba a los pulmones. Por ello, intenté arrancarme el corsé, pero fue inútil. Luis me tomo del codo y nos condujo al interior de mi habitación.

-Desátame el corsé.- Dije casi en un susurro desesperada.

Él no dijo nada, lentamente me fue desatando los lazos del corsé. La piel se me erizó al entrar en contacto con la de Luis, y pareció que yo tenía el mismo efecto sobre él, porque pronto sentí de nuevo sus labios rozando mi cuello y dejando besos a su paso. Me giré despacio, siendo consciente de que mi vestido se había deslizado al suelo y que tan solo estaba cubierta por mi ropa interior. La boca de Luis se encontró mis labios y a mi mente volvió el asqueroso recuerdo de la boca de Jonh sobre la mía y me separé de Luis.

-Perdón- murmuró Luis en mi oído.- Camille...

-¡No!- dije cortante sin poder controlar las lágrimas.- ¡Todo! Todo es demasiado. No puedo más...

-Por favor déjame ayudarte, juntos podemos resolverlo, estoy seguro... ¿Cuál es el problema? ¿Jonh? - Preguntó preocupado.

- ¡Tú! ¡tú eres el problema!- exclame empujándolo- ¡tú y tus mentiras!

-Lo siento, ya te lo he dicho mil veces, siento haberte ocultado cosas, pero ya lo sabes todo...

-Claro que lo sé todo, pero no porque tú me lo dijeras.

-Camille... porfavor... perdóname.

-¿Qué te perdone? ¡Estás loco! Puede que otras mujeres acepten que sus maridos hagan lo que les da la gana pero yo no puedo más. ¡Largaté de mi vista! ¡No quiero volver a verte!

-¡Tú tampoco eres ninguna santa! – Explotó Luis.- Puede que yo te mintiera... pero jamás te he traicionado o ridiculizado.

- ¡¿Qué no me has traicionado?! ¡FUERA! Lárgate, no quiero volver a verte- Comencé a empujarlo hacia la puerta.- Si mañana no estas fuera de esta casa seré yo la que desaparezca.- Grite cerrándole la puerta en las narices.

-¡Camille!- exclamó, y escuche un fuerte golpe contra la puerta.- Yo... ya no puedo más.-Susurró tras unos minutos de silencio.- Tienes razón... nunca debí obligarte a casarte conmigo. Siento todo lo que te he hecho... mañana desapareceré.

Aquellas fueron las últimas palabras que escuche de él. Estaba destrozada, el beso de aquel desagradable hombre me había hecho recordar todo lo que yo no tenía, todo lo que había perdido. Mis suegros parecían encantados con la amante de Luis, desde que ella había llegado se había convertido en el centro de la casa. Las mentiras se amontonaban por todas partes y parecía que nadie me las iba a revelar si yo no luchaba por descubrirlas... Mis padres no respondían a mis cartas y no tenía ni idea de la salud o estado de mis hermanos.

Mi vida distaba mucho de todo lo que siempre había planeado. 

Lo que las apariencias esconden (3° Libro  Saga VERDADES OCULTAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora