17. La verdad se quería esconder

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Caminamos por un sendero de piedras, bajo nuestros pies se escucha el crujir de las rocas pequeñas. Llegamos a una cabaña, algo grande para dos personas, y entramos. Tiene dos pisos, en el de abajo hay un sillón con una frazada de piel blanca, el sillón está frente a una TV enorme. La casa tiene una puerta trasera junto a la chimenea y junto a la puerta, del otro lado, se encuentra la cocina, lo bastante moderna a decir verdad.

Las escaleras son de madera en forma de espiral, que dan al segundo piso. Este parece como un balcón interno. Al subir, me encuentro con una cama matrimonial con dos frazadas, una puesta y otra doblada en la punta de los pies.

Camino hacia la cama y me siento. Miro el piso y no sé en qué pensar, ¿no será mucho?

Me dirijo hacia el baño y me encierro en él. Miro el espejo y lo que hay dentro de él, una chica con ojeras del tamaño de África y con el maquillaje un poco corrido. ¿Quién es esa chica que arrebató mi reflejo?

Me lavo las manos y la cara, luego me seco ambas con la toalla negra colgada junto al lavabo. Cuando salgo, me sorprendo al ver a Klaus de espaldas con tan solo que su ropa interior. Se marca cada músculo, desde su inicio hasta el fin de estos. Tiene un tatuaje en la parte baja de su espalda, son las ramas de un árbol sin hojas, como el del abdomen.

Lentamente y sin hacer ruido camino hacia él, para contemplar mejor el dibujo. Trato de correr el elástico del bóxer para poder ver si sigue el tatuaje, y me encuentro con que las raíces del árbol envuelven algo, pero no logro distinguir bien lo que es porque él se da la vuelta.

- ¿Qué miras?

- Nada - suelto la vestimenta y me guardo las manos en la espalda.

- Me lo hice hace cuatro años.

- ¿Qué envuelven las raíces?

- Un ataúd.

- ¿Y qué significa?

- Que de la muerte puede salir vida. Y de la vida puede salir muerte, es una estupidez...

- No lo creo, es muy profundo - su mirada se vuelve un tanto oscura pero con un mínimo destello de luz, como si en un cuarto hubiesen lucecitas de navidad cálidas pero todo es oscuro. Me encanta ver sus ojos, la manera en que contemplan todo a su alrededor y al mismo tiempo se quedan unas milésimas de segundo en lo que más le llama la atención.

Finalmente me mira a los ojos y con su mano rodea mi nuca, acercándome a él. Cuando nuestras narices se tocan es cuando no puedo aguantar más la tensión y lo beso.

Sus manos bajan hasta mi cintura y me acercan aún más a él, mis manos al mismo tiempo se esconden en su cabello despeinandolo un poco. Caminamos hacia la cama sin dejar de besarnos y él se deja caer en la cama, al instante me acomodo sobre él. Me quito la remera y continúo.

No entiendo como pudo aguantarse todo este tiempo, hasta bañarse conmigo, y no haber hecho nada, literalmente nada.

Me tiro sobre la cama y él se pone encima mío. Me mira y recorre cada centímetro de mi cara, luego me vuelve a besar, pero lo hace lentamente. Se recuesta junto a mí y se queda allí por unos minutos.

- No puedo - dice.

- ¿No puedes? - digo sentandome en la cama.

- No puedo hacer esto contigo, no quiero lastimarte. Si seré el primero tienes que estar segura, tienes que conocerme, saber quien soy y sin importar lo malo seguir allí. No voy a dejar que hagas esto conmigo si luego te irás.

- No me iré.

- Pero igualmente no conoces todo sobre mí.

- Pues dime todo.

- ¿Crees estar preparada?

- No puede ser la gran cosa, tampoco es que mataste a alguien.

- No, pero puede que me odies.

- Habla ya.

- Bueno, luego de conocerte, cuando te traje de vuelta de la carretera, recibí un mensaje de Christina, tu amiga.

- Ex amiga.

- Lo que sea. El mensaje decía: "¿Dónde mierda está Mérida?". Contesté que te había dejado recién en la residencia y le pregunté dónde consiguió mi número. Luego de un tiempo me encontré con ella en un bar, pues me quería ver por algún motivo. Luego de varias cervezas y de contarme toda tu vida, comenzó a coquetear conmigo. Pero yo me interesé cada vez más en tu vida, en todo lo que pasaste. Me contó que te decía que gustaba de Scott, tu hermano, para tapar lo que sentía por Alaric.

- Vayamos al punto, ¿sí?

- Bueno, al cabo de un tiempo, estábamos en su cuarto teniendo relaciones.

- ¿Qué?

- Déjame terminar. Ella me dijo que se había hecho la inyección para no quedar embarazada, o algo así.

- Entiendo a que te refieres.

- Pues en realidad nunca se la había hecho.

- ¿Puedes explicarme en qué estabas pensando?

- El punto es que ella siguió queriendo hablar conmigo, y yo solo había querido algo de una noche. Pues, con el paso del tiempo, conozco a Nora. Y en esa misma semana recibo un mensaje de Christina diciendo que tenía que hablar conmigo, era urgente. La llamé al día siguiente y contestó tu ex novio. Le dije que Christina me había dicho que teníamos que hablar y que era urgente, pero me insultó de arriba a abajo. Volví a llamar después de una semana y me dijo que estaba embarazada - siento como una lágrima baja por mi mejilla y en su camino quema cada centímetro de mi piel. Debió haber sido por eso que ella se fue tan repentinamente del shopping. Él ve como comienzan a caer mis lágrimas, y no sé ni porqué estoy llorando. - Escucha, mi intención no es lastimarte, pero aún no llego a la peor parte. Luego de decirme eso, me dijo que se lo iba a quedar. Obviamente que quise que se haga un ADN cuando el bebé nazca. Pero de todas formas, hace poco la vi, y no tiene ni un pequeño bulto. Tampoco me voy a fiar. Durante todo ese tiempo no pude dejar de pensar en tu forma de reír, como sonríes, la manera en la que hablas y como te sonrojas.

- Klaus, fueron cinco meses, tal vez más, no lo sé - dije secando mis lágrimas.

- ¿Puedes perdonarme?

- No es algo que tenga que perdonar, ya no importa.

- Mérid, tienes que saber que yo no sabía quién era ella en el momento.

- No me mientas, sabías bien quién era, te los señalé a ambos en la fiesta esa. Supiste todo ese tiempo quiénes eran, no me digas que en el momento en el que la penetraste no la reconociste. Ni siquiera, en el momento que la viste. Hasta me dijiste que habló de mí.

- Sí, pero pensé que era otra persona.

- ¿No te llamó la atención que se llame igual que la chica que se acostaba con mi novio?

- Lo lamento.

- No me hables.

- Mérida, por favor, lo siento.

- Voy a dormir al sofá.

- Mérid...

- Ni se te ocurra llamarme así, tampoco me sigas. Mañana iré a buscar algún lugar para quedarme por lo menos el día y a la noche tomaré el siguiente micro de vuelta a la ciudad.

- Te puedo llevar.

- No te quiero ver la cara, no por lo menos en lo que queda de noche - digo yendo hacia las escaleras.

Duele el que durante todo ese tiempo supo quién era ella y supo lo que sentía por mí. Duele el que haya vuelto a mi vida solo para traer dolor, aunque existe una pequeña posibilidad de que sea verdad. No lo puedo juzgar por esto, es su vida...

Me saco los jeans y me acuesto en el sillón en ropa interior. Todavía llorando, rogando que todo termine y pueda volver a la residencia para cambiarme de universidad, trato de acostarme en este. No quiero volver a ver a nadie, ni a los que amo. Quiero dejar mi vida atrás, para que el encapuchado no me vuelva a dañar mentalmente y que tampoco lo intente físicamente, para que mi corazón se mantenga intacto lejos de Klaus, de Fred, de Rita y Nora, de todo y todos.

Me tapo con la frazada de piel y trato de dormir. No volveré a mis errores.

Creo que es pura casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora