UNA PROPUESTA PARA GINNY

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La pelirroja despertó algo tarde, si por ella fuese hubiera despertado mucho después, pero tuvo que hacerlo porque era imposible dormir más, aunque temía lo que Lucius fuera a decirle.

Le sorprendió hallarse totalmente sola en su cama sin el calor del cuerpo amado junto a ella, se incorporó de inmediato y miró alrededor buscando al que le robaba el sueño. 

Entonces le vio.

Lucius Malfoy galantemente vestido, de pie en el marco de la puerta, con una gran sonrisa en el rostro, observándola dormir con dulzura.


—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó avergonzada.

—Lo suficiente para verte dormir, ángel.

—No me llames así —suplicó ella con un sonrojo.

—¿Por qué? —Sonrió el rubio llegando hasta ella—. Eso eres, mi ángel. Eres un hermoso ángel pelirrojo que ha venido a devolverme la alegría.

—¿De verdad?

—¿Acaso duda de mí, mi pequeña amante?

—No... pero... me gusta escuchar que me quieres.

—A mí también me gusta decirlo, señorita, pero usted y yo necesitamos hablar de algo muy importante —comentó arrodillándose junto a la cama donde aún yacía la joven—. Ginevra Molly Weasley —comenzó con voz clara sacando una pequeña caja aterciopelada de su saco—. ¿Se casaría con este loco enamorado que sólo vive por usted? ¿Se casaría con este hombre vacío que ahora siente el corazón lleno de amor y necesita de sus risas para ser feliz? Ginny... ¿te casarías conmigo?


Las palabras no mentían, la imagen no mentía.


Lucius Malfoy estaba ante ella mostrando el hermoso anillo que vio en la tienda de novias, ese anillo tan idéntico al que su amado y el hurón portaban en la mano derecha. ¿Casarse? ¿Había escuchado bien? ¿Estaba Lucius seguro de lo que harían?


Lo que sintió en aquel momento fue, en verdad, difícil de describir... al contrario de la tristeza que antes le embargaba el alma, ahora se sentía llena y feliz. Sentía que nunca hubo noticia más grande y mejor que esa.


—Sí —fue lo único que pudo decir con voz temblorosa, con los ojos llenos de lágrimas, con la mirada perdida, con un extraño escalofrío recorriéndola toda.


El mago sonrió y lentamente, con sutileza, amor, ternura y elegancia, deslizó la cara joya por el delgado dedo de su pequeña y la abrazó. La abrazó como lo había hecho tantas veces dejándola llorar en su hombro, sintiendo como la misma felicidad también salía de su pecho y cómo las ganas de gritarle a todos que ella era suya se adueñaba de su ser.

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora