Capítulo 2.

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—Dos Coronas, por favor—reitera Zach al barman, el cual no deja de recibir pedidos a gritos desesperados. —No me has dicho que quieres hacer mañana.

—¿Mañana? ¿Por qué querría hacer algo diferente?

—No te hagas la desentendida, Rae.

—He tenido otros veintiun cumpleaños—intento sonreír, pero la seriedad reflejada en su rostro evita mi acción. Suspiro. —Estar aquí es mi mejor regalo.

—No quiero que sea un día rutinario—se queja.

—Nada es rutinario en este lugar Zach y mucho menos si es contigo... Así que dime, ¿cuál es el itinerario que has preparado? —pregunto inquieta.

—¿Qué estas insinuando? —fracasa al intentar sonar ofendido.

—No me lo dirás—sus ojos me dictan sus intenciones.

No responde. Me evade centrando su atención en el barman, quien le hace entrega de las dos cervezas, saca dinero de su bolsillo y se lo entrega.

«Me gustan las sorpresas»

—Vamos—me guía entre la multitud.

Zach es mi amigo desde que tengo trece años, y ahora estoy próxima a cumplir los veintidos. Nueve años de amistad no han sido algo inusual; hemos pasado muchas cosas juntos y hemos sido sobrevivientes de ello, razón por la cual el vínculo ha ido más allá de mis expectativas de amistad. Siempre he creído que todas las personas en la vida son temporales, como lo suelen ser mis amistades femeninas, sin embargo, la idea me parece estúpida cuando se trata de Zach. Conoce a mis padres, es amigo de mis hermanos, ha dormido en mi habitación, me ha visto en mis peores días, ha llorado y reído conmigo, me ha contado todo acerca de sus relaciones fallidas, sus secretos más íntimos, incluso me ha hecho una experta en hombres. Muchas veces me cuestioné: '¿es posible tenerlo todo sin estar en una relación?', y con el paso del tiempo descubrí que sí es posible tenerlo todo sin ser nada. Y es increíble.

Todo es reciproco, con la excepción de que llegué a conocer a sus padres. Zach y su hermano Adriel, son huérfanos. Hace ya cuatro años que ocurrió la peor desgracia de mi mejor amigo.

—Pensé que ya no regresarían—Santana usa un tono acusador.

—El barman sólo es uno—responde Zach.

La curiosidad me abruma e indago entre los presentes de la mesa deseando encontrar a uno que me ha dado demasiada inquietud, pero fallo, el amigo de Santana ya no está.

Mi celular comienza a vibrar y contesto sin observar el identificador.

—¿Hola? —esquivo a la gente lo más rápido que puedo para salir del lugar y poder escuchar al otro lado de la línea.

—¿Claire? No te escucho—aparto el celular para saber quién me ha llamado.

No me sorprendo, es mi madre.

—¿Y ahora? —me sitúo afuera del bar, un poco más distante del bullicio.

—Mejor. ¿Cómo la estás pasando?

—Muy bien—rio para mis adentros.

—¿Está Zach contigo?

—Sí, está conmigo.

—Solo hablaba para asegurarme. Claire, solo pido que se cuiden mucho, sobre todo que cuiden de Caleb, y claro, espero que se diviertan—suspiro.

—Lo haré, lo prometo.

—Está bien. Llaman cuando vengan de regreso, los quiero—finaliza la llamada sin esperar mi respuesta.

Me extraña, sin embargo, no le doy mucha importancia.

AFRAIDWhere stories live. Discover now