Capítulo 5.

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Harry.

El grafito sigue el eje del calibrador, dejando una línea tenue sobre el papel blanco. Superviso en el cuadernillo que la medida que he obtenido en base a las fórmulas coincida con la que he trazado, al confirmarlo, levanto la vista para encontrar a Nicholas observando a través de sus pequeños anteojos la construcción de Lego, tiene algunas piezas en sus manos.

Dejo el grafito en el sostén del restirador y me giro para bajar del banco.

—Muéstrame el plano—Nicholas capta la orden enseguida y me tiende la hoja de papel con la figura a diseñar. Lo cierto es que no la necesito, es siempre la misma: el laberinto que yo he diseñado. —¿Puedo terminarlo? —sin observarme, deja las quince piezas restantes frente a mí. La rutina me ha acostumbrado a saber que van esparcidas en diferentes espacios que él ha diseñado exclusivamente para que yo encuentre una respuesta. —Eres muy inteligente—la inocente sonrisa de tres años aparece en su rostro.

Me dedico a buscar los espacios vacíos entre la gran construcción, me resulta difícil, pero intento mantener un rostro neutro para no provocarle emociones alternas.

Nicholas no aparta la atención de cada uno de mis movimientos, parece estudiarlos.

Escucho dos golpes en la puerta.

—Dowin ha llegado—le anuncio con delicadeza a Nicholas que ahora sólo divaga la mirada en el laberinto. —Puedes pasar—hablo con un tono ligeramente fuerte.

El ajetreo de Dowin es evidente en la habitación, irrumpe el silencio con movimientos acelerados, rasgando el piso de madera con sus uñas, produciendo un estado de alerta a Nicholas. De inmediato, el perro cambia el ritmo de sus movimientos a unos evidentemente lentos, asumiendo la familiaridad para poder acercarse a Nicholas, él de inmediato lo reconoce y se aproxima a tocarlo. Dowin comienza a retorcerse en el suelo para que le brinde las acostumbradas caricias infantiles en la barriga.

—La cena está lista—anuncia Dylan, con bolsas en ambas manos.

—¿Has traído su libro para colorear? —lo cuestiono, Dylan hace una mueca aceptando la culpa.

—Subiré por el.

Desde que tengo memoria, la adolescencia de Dylan y la mía siempre se basó en estar de empleo en empleo y crear cuentas personales de ahorro. Lo que más anhelábamos era rentar un apartamento solos cuando fuéramos a la Universidad, sin embargo, los planes se vieron irrumpidos cuando Dylan tuvo conocimiento de que sería tío y que Nicholas necesitaría su propio espacio. Así fue como él se convirtió en mi vecino del 'siguiente piso', adquiriendo algo más ostentoso y personalizado para compartir con su sobrino. Dos años después fue cuando yo decidí ser padre y comprar a Dowin.

—Está bien, le daré su segunda cosa favorita para colorear—Dylan ríe, me pongo de pie para dirigirme al estante donde están mis portaplanos llenos de proyectos hechos en años anteriores.

Saco un plano de los más elaborados, los favoritos de Nicholas.

De un momento a otro la melodía Für Elise de Beethoven sale del amplificador ubicado en mi cocina, envolviendo la estancia, haciéndola parecer íntima y reservada. Otra de las cosas favoritas de Nicholas.

Cuando me vuelvo, Dylan lleva en brazos a Nicholas hacia la mesa. Frente a él se encuentra la ensalada de arándanos junto a una pequeña porción de helado de vainilla.

«Podría acabármelo en dos cucharadas».

Me dirijo a la barra de la cocina para tomar del frasco con forma de rombo una galleta especial para Dowin, él parece olfatear mis intenciones ya que enseguida coloca dos de sus patas en mis piernas agitando la cola anhelando su postre, rio y lo obligo a caminar junto a mí cuando me doy la vuelta.

AFRAIDWhere stories live. Discover now