07; Caprichosas.

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Soy un observador, a fin de cuentas mi posición me ha obligado a ser un espectador de las vidas ajenas, ver mi entorno era una característica que me ha ayudado entender lo poco que conozco, lo mejor de esta cualidad de mi parte es que hay ciertas cosas que me hacen el día observar.

Por ejemplo, ver como esa chica pasó olímpicamente del maestro de deportes, y se sentó en las gradas de la cancha a limarse las uñas como toda una diva, alegando que ella no pensaba sudar ni una gota por tan míseros puntos al final de la clase, y qué además de eso le dolía la cabeza como excusa para no participar en la actividad de hoy, y no importo nada de lo que el maestro usara para amenazarla, ella no se dejó doblegar, y tomó asiento cruzada de piernas pasando de su vida completamente.

Si bien las chicas que yo catalogaba como «las princesitas de papá» no eran las que tuvieran un puesto muy alto entre mis gustos, debo decir que ella logró sacarme unas buenas risas de satisfacción y querer acercarme a conocer el nombre de tal señorita del glamour capaz de pasar de la autoridad con tal gracia y actitud.

En el momento que me permitieron descanso, no me lo pensé tanto y fui hasta ella, tomando asiento un espacio más abajo, como me esperaba, ella me ignoró por completo, era ese tipo de chicas que sólo se necesitaban a ellas mismas para consentirse y sentirse como lo mejor, aspecto que personalmente comparto mucho con ellas.

— ¿Seguirás fingiendo que no estoy aquí? —Le pregunté, mientras descansaba mi rostro en una de mis manos.

Ella se detiene, me escanea unos segundos, y vuelve con su labor.

—Quizás con eso te termines largando y me dejaras limar mis uñas en paz. —Me respondió con un tono tan fresa que puede resultar asqueroso, con aires subidos, sin quitar esa postura de diosa, a simple vista se nota el amor propio, como cuida la cutis de su cara, y lucía un peinado de dudosa tendencia en moda, que sin embargo, sabía presumir con total dignidad y gusto, ya sin mencionar el delicioso olor dulce que desprendía su presencia. 

Je, un caso perdido, cuando se ponen el pedestal de lo mejor es difícil bajar, yo el primero en saberlo.

—Antes de eso me gustaría saber tu nombre. —Ni más ni menos, entrecierro mis ojos, entretenido de la situación.

—Quete... —Me dice.

— ¿Quete?

—Que te importa saber. —Me apunta con su lima— Ahora ve y cómprate un bosque en donde te puedas perder ¿quieres? —Me replicó, frunciendo el ceño.

—Sin arrugar la frente preciosa, eso deja marcas. —Le vacilo.

— ¡Ay, o sea! ¿Tengo que explicártelo con dibujitos? No me interesa hablar contigo.

—Eso suena interesante, ¿siempre eres así de malhumorada o sólo estás estrenando ese mal genio conmigo? —Intento no reírme, el tonito fresa no le queda mal después de todo.

—Uhg, sólo esto era lo que me faltaba, que un pedante venga a molestarme en mi hora libre. De verdad en esta patética escuela hay un monto de inadaptados del estilo y para peor, son tan irritantes. —Se quejó tocándose la cien.

O sí, sin duda una reina del drama.

—Soy Fred Fazbear, siempre dispuesto a irritarte los días, preciosa. —Me presento con un guiño para darle nombre al que le está sacando de sus casillas.

Ella se ríe inyectando un vil sarcasmo.

—Ay por favor, que nombre tan anticuado ¿es que acaso tu madre te odiaba o eres la cadena muerta de una pizzería?

—Estoy seguro que el tuyo es mucho más interesante para esta conversación, si me permitieras conocerlo, claro está...—Le ánimo a decir.

Ella me ve perspicaz unos segundos, quizás confundida que guardara tranquilidad pese a sus comentarios, lo cierto es que me cuesta tomarla en serio con ese tono al hablar, en eso escucho que finalmente me dice su nombre.

—Toddy.

— ¿Toddy? —Maldición, no quiero reírme todavía.

—Sí.

—Ya veo. —No puedo retenerlo— ¿Entonces tu eres de la famosa cadena de galletas o de la bebida achocolatada?

Ella se levanta de su lugar, indignada.

— ¡Suficiente! Yo no perderé mi valioso tiempo en comentarios tan mediocres. —Es todo lo que sentencia mientras comienza a alejarse más de mí.

— ¡Espera, preciosa! ¡Todavía no me has dejado tu número! —Le grito cuando la tengo a lo lejos, ella alza el mentón ofendida y sigue su camino.

No puedo evitarlo, comienzo a reír a carcajadas. Si melogran alegrar el día con sus momentos caprichosos, es definitivamente unabuena razón para amarlas.

「Razones para Amarlas」; FHSWhere stories live. Discover now