Doce: A oscuras...

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Me levanté ante el sonido del timbre. Mi madre no se despertaría por nada del mundo luego que Taehyung, quién se había ofrecido a hacer la cena, le hubiera dado un somnífero sin que ella se diera cuenta. Casi inmediatamente después de que ella se levantara de la mesa y propusiera ver una película le había dado un tremendo sueño, que hasta yo creí que no se levantaría hasta dentro de dos días, pues se durmió muy rápido.

Eran aproximadamente las tres de la mañana, la hora del muerto como se dice en el pueblo, así que cubriendo mi cuerpo con una bata, bajé en silencio a abrir la puerta. Taehyung se encontraba ahí, esperándome silenciosamente con una expresión de cansancio. Creo que a él siempre le costaba despertarse y más de madrugada, así que tomando de mis brazos y luego de besarme, ingresó a la casa.

Sus besos eran una tortura para mí y tenía que aguantarlo.

Cerré la puerta y procedí a seguirlo mientras nos dirigíamos hacia la azotea. Estaba silenciosa en esta ocasión, al igual que Taehyung, y creo que ambos podríamos excusarnos que era a causa del sueño, pero sinceramente creía que era, en su caso, porque estaba concentrado en su plan, y yo, efectivamente, porque debía. Si hablaba sería para decir groserías y acusarlo por asesinato.

Observé a Taehyung abrir la heladera con precisión y el vapor propio del hielo apareció en escena, incluso haciéndome sentir frío. Él veía con atención el interior y posteriormente pegó la tapa contra la pared.

—Procura que no se caiga—. Me indicó Taehyung señalando con su mentón la tapa de la heladera. Así fue, me acerqué para sostenerla y vi, de primera mano, como Taehyung buscaba el cuerpo de la señora Yang. Tragué en seco cuando vi que él ni siquiera dudó ni temió en sacar un maldito cuerpo en descomposición de allí. No reaccionó para nada. Solo se dedicó a gruñir ante la piel helada de la señora Yang y la lanzó contra el suelo cuando apenas pudo.

Dejé caer la tapa mientras le veía a él limpiarse del rastro de hielo en su ropa. Miré al suelo al cuerpo inerte y su alrededor. En el cuello de la señora Yang podía notar unas marcas, que supuse que eran de ahorcamiento. No veía sangre ni algún otro golpe. Solo allí. Él la había matado así.

Me puse de cuclillas, viendo como Taehyung la envolvía en una sábana, que no sé de donde había sacado. Se le veía algo nervioso.

—¿Murió asfixiada, tal cómo Jimin?— pregunté mirando su rostro. Taehyung se detuvo en su cometido para mirarme. No le aparté la mirada, retándole, aunque no necesariamente. Mi pregunta podía ser justificada.

—Jimin no murió así. Jimin no pudo respirar por cinco minutos por quedar enterrado.

¿Qué? ¿Le habían enterrado vivo, a caso?

—Eso te contaré más adelante. Ayúdame...

Me pidió haciéndome una seña con su mentón. Asentí y tomé un lado de la sábana que tenía y decidí hablar una vez más:—¿Borraste tus huellas de su cuello?—cuestioné mirándole, él asintió.

—Fue lo primero que hice—. Dijo seguro. Luego de acabar de envolverla por completo, la levantó como si no pesara absolutamente nada cuando sabía muy bien que un cadáver podría hasta duplicar  su peso real. Le vi subir las escaleras sin esforzarse y me cuestioné realmente cómo es que su cuerpo, a pesar de no ser tan musculoso como un fisiculturista, podía soportar tanto peso.

Salimos hacia el jardín en medio de la fría noche y le oí gruñir mientras dejó caer de golpe el cuerpo de la señora Yang a la hierba, que pronto desaparecería.

Taehyung se despeinó el cabello y luego me miró:— Alcanzáme la pala, Inna.

Me señaló hacia un lado. Él había traído una del cuarto donde guardábamos  muchas cosas, entre ellas herramientas para el jardín y auto. Supuse que él antes de tocar el timbre había ido a recogerla, pues ya se encontraba posicionada a un lado solo para usar. Era pesada, pero pude pasársela. Yo no iba a hacer nada, pero me quedé mirándole como empezó a quitarse la camiseta y empezaba a escarbar.

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