Capítulo 3

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—Caitlin Alisson Snow ¿Promete Usted cuidar, amar y respetar a Barry Allen en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida y hasta que la muerte os separe? —Las lágrimas me impiden ver con claridad y un sollozo escapa entre mis labios.
"Si, quiero." Susurro sólo para los tres presentes y una sonrisa plena aparece en el rostro de Barry.
Su sonrisa es, sin lugar a dudas, lo más hermoso que mis ojos han contemplado.

La misma pregunta es formulada hacia él y su respuesta coincide con la mía.
Entonces, nuestros ojos chocan y tengo miedo de decir algo. De hacer algo.
Tengo miedo de pestañear y despertarme, de estropear algo.
Estoy enamorada de él.
Profunda, loca y desesperadamente.
Y ahora estoy casada con él"

Una risa asciende desde mi garganta y niego ante el recuerdo.
¿Cómo fué que mi vida cambió tanto?
¿Cómo fué que nosotros cambiamos tanto?
Se suponía que íbamos a compartirlo todo. Hasta la vida.

—Todo lo tuyo es mío y todo lo mío es tuyo... —Digo, para mi misma. Pero en ese instante, mis cejas se arrugan por inercia ante una idea atravesando mi mente.
¡Eso es! ¡Lo tengo!

Me pongo en pie de un movimiento ágil y me deshago de los tacones, dejándolos en el jardín del castaño.
Entonces corro como alma que lleva el diablo hasta la Comisaria.
Y está sólo a tres calles de aquí.

Pasa menos de una hora antes de que volvamos a casa de Barry.
El viejo Sheriff Joe golpea sus nudillos contra la puerta del castaño.
—Gracias Jett. —Le susurro al hombre. Él me sonríe de lado y asiente.
Barry abre la puerta, dispuesto a soltarme un montón de improperios pero cuando ve al Sheriff, su rostro se relaja.
—Barry amigo, lo siento mucho pero tienes que dejar a Caitlin entrar. —Veo como frunce el ceño y su gran altura le permite mirarme por encima de Jett.
Yo evito devolverle la mirada y me escondo detrás de la autoridad.

—¿Y eso por qué Jett? 
Esta es mi casa. ¿Por qué tendría que dejarla entrar? —Sus brazos se abren y los apoya a cada lado del marco de la puerta, mostrándose seguro de sus palabras.
—Porque todavía eres su marido y por lo tanto, esta casa también es suya. —Le recuerda.
No puedo evitar la pequeña risa que se me escapa al ver el cambio en su expresión y como sus brazos caen abatidos.

Fastidiate, estúpido.

—¡Eso no es justo! Ella desaparece durante años sin siquiera avisar, ahora regresa ¿Y soy yo quién tiene que cederle mi casa? —El Sheriff me lanza una mirada acusatoria y agacho la cabeza. No quiero que él me juzgue también.

—Lo siento, Barry. Dale el divorcio o dejala entrar.
Pero arregladlo sólos, tengo más asuntos de los que ocuparme —Nos mira por última vez antes de bajar las escaleras del porche.
—Los donuts de la cafetería de Becky no se van a comer ellos sólos ¿Verdad, Sheriff?

El hombre le oye y se gira con molestia.
—¿Quieres pasar la noche en el calabozo, Allen? —Y entonces, me veo obligada a intervenir.
—No, no quiere. Buenas noches, Jett. Gracias. —Jett asiente en mi dirección y coge su teléfono móvil.

—Becky preciosa, preparame una docena. Voy de camino. —Oímos que dice y Barry alza una ceja en mi dirección. Trago saliva.

De mi bolso rescato el papel del divorcio y un bolígrafo.
Los sacudo en el aire frente a la cara de Barry. Él me mira a mi, luego al papel y otra vez a mi.

Entonces, se hace a un lado y me deja espacio para entrar en la casa.
—Bienvenida a tu hogar, Caitlin.

La casa sigue igual, es como si no hubiera pasado ni un sólo minuto desde el día en que la dejé. Es casi como viajar en el tiempo.

En la entrada el salón, con un par de sofás y un televisor grande.
Del otro lado, una puerta que lleva hasta la cocina.
Un largo pasillo que conduce hasta las habitaciones y el baño y por último, el jardín de atrás.
Es una casa bastante amplia, sobre todo en terreno.

—Por si no lo recuerdas, sólo hay una habitación construida. Así que duermes en el sofá. —Frunzo el ceño sin querer y mis brazos se convierten en jarras.
—¿Cómo dices? Estabas construyendo una segunda habitación cuando yo estaba aquí. ¿Aún no has terminado? —Sus ojos me enfocan desde el otro lado de la sala y me hace un escrutinio completo.

La intensidad del verde de sus ojos me hace sentir incómoda así que aparto la mirada y trago en seco.
—Esa habitación era para cuando tuviéramos hijos ¿No lo recuerdas? Dejé de necesitarla en cuanto cruzaste esa puerta. —Señala esa parte concreta por encima de mi. Suspiro.

—¿Y por qué te quedas tu la habitación? —Reprocho. Suelta una risa.
—Porque tengo más antigüedad. —Pongo los ojos en blanco y le veo desaparecer por el pasillo.
—¡Barry traeme una sábana! Por fav-
Antes de que pueda completar mi petición, una almohada choca contra mi cara.

¡Menudo idiota!

—Buenas noches, Caitlin.
Que tengas pesadillas. —Y la puerta se cierra tras él.

Mierda. Esto va a ser más complicado de lo que pensaba.

Sweet Home. Snowbarry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora