Capítulo 7

629 63 5
                                    

Un estruendo me despierta de golpe, abro los ojos con brusquedad y me llevo las manos a los oídos. Frunzo el ceño.
De reojo miro el reloj. Las 6 a.m.
¿Esta es tu venganza, Allen?
¿Despertarme cuando aún es de noche? Me tapo la boca para no reír.
Pero entonces un olor llega hasta mis fosas nasales y no dudo un segundo antes de meter la nariz dentro de la camiseta.

Es olor a pescado, es asqueroso y me da arcadas.
Me levanto y noto un leve mareo. Apenas puedo caminar y mi estómago comienza a revolverse.
Una náusea me llega hasta la garganta y arrugo toda la cara.
Creo que voy a vomitar.

Cuando alcanzo la cocina, mis ojos visualizan a Barry detrás de la isla.
-¿Estás cocinando pescado a las seis de la mañana? -Lo digo con una graciosa voz aguda provocada por utilizar mis dedos a modo pinza en la nariz.

El castaño me mira y apreta la boca, intentando no reírse.
-El otro día leí que un batido de pescado bien temprano es muy beneficioso y además es tendencia, ¿No es cierto, Caitlin? -Podría matarle con mis ojos ahora mismo.

-Odio el olor a pescado con todas las fuerzas de mi cuerpo.
-Le recuerdo.
Él alza una ceja.
-¿Y? No es problema mío. A mi tampoco me gusta el rosa y mira mi casa. -Señala a su alrededor.
Pongo los ojos en blanco y chasqueo la lengua.
-Sé que esta es tu venganza, Barry. Y es patética, igual que tú. Voy a vestirme.

Así lo hago, me pongo un precioso vestido negro cuando termino de ducharme y regreso.
El muy idiota aún sigue apestando la casa.
-¿Aún no has acabado, Barry? Dejalo, no ha funcionado.
Al menos lo has intentado. -Bromeo.

Paso por su lado para coger una manzana y él me mira con una sonrisa pícara.
-Casi, me falta lo último. Batirlo. -Entonces Barry pulsa el botón de la batidora.
Pero no ha puesto la tapa.
Y yo estoy justo al lado.

Pedazos de pescado semi batido alcanzan mi cara y mi vestido.
Entre abro la boca, mis labios saben a esa asquerosidad.
Mi corazón empieza a latir con fuerza y sólo quiero gritar.

Controlo mi respiración al punto que puedo y entonces grito.
Y grito una y otra vez aún más fuerte.
Cuando soy consciente de que mis ojos están cerrados, los abro y miro el destrozo.

Mi precioso vestido de seda lleno de pescado semi batido y un olor que durará mucho tiempo.
Barry frente a mi, mordiendo sus labios con fuerza para no reírse en mi cara.
Entonces lo decido en un segundo. Me agacho para quitarme los tacones y cuando lo hago, enfoco a Barry.

Su expresión pasa de ser divertida a asustada en segundos. Veo como traga saliva y echa a correr.
Yo voy detrás de él.

-¡Barry Allen, maldito cobarde ven aquí! -Exclamo, su risa nerviosa inunda mis oídos y le veo salir a toda velocidad por la casa. Dejo caer los tacones sin mucho cuidado y le persigo calle abajo.

-¡Ven aquí, cobarde! -Grito.
Mis pies pisan la acera y no se detienen por nada.
Seguimos corriendo no sé cuantas calles más hasta que el castaño aminora el ritmo y para de golpe.
Entonces doy un salto ágil y me aferro a su espalda.
-¿Quién huele a pescado ahora? -Me recreo sobre la tela de su camisa y una sonrisa maligna se dibuja en mi boca.

-¡Cochina! -Rechista y trata de tirarme al suelo.
-¡Cochino tú que has eres quien a empezado! ¿Sabes cuánto vale este vestido? -No puedo verle pero sé que ha rodado los ojos.
-¿Sabes cuánto me importa ese vestido? -Le doy un golpe en el hombro cuanto termina de hablar.

Entonces, algo llama mi atención. Una voz que pronuncia mi nombre y no tengo que levantar la cabeza para saber quien es.
Rápidamente me bajo de la espalda del ojiverde y éste tira de mi hasta pegar su espalda a mi pecho.

-Sueltame idiota. -Siso entre dientes.
-No montes un numerito aquí, Caitlin. -Me la devuelve.
En la distancia, Jenna nos observa.
-¿Caitlin, eres tú? -Su pelo sigue siendo de la misma tonalidad cobriza, algo más corto que antes.

-Jenna cuanto tiempo. -La saludo y mientras lo hago, no dejo de forcejear con Barry para que me suelte.
-No sabía que estabas de vuelta, la última vez que te ví fué en mi bar. -Me recuerda. Asiento mientras sonrío.

-Pues ya ves como es la vida. Me ha traído de vuelta. -Ella mira al castaño y luego de nuevo a mi.
-Sabía que tarde o temprano acabarías regresando. Te dejaste algo muy importante aquí. -Apenas presto atención a sus palabras, me dedico a pisar el pie de mi marido para que me deje ir.

-¿Ah si? ¿Qué me dejé? Porque yo no pensé regresar. Aquí no hay nada para mi. -Soy honesta con ella. Ella pone una expresión suave, como si me comprendiera pero creyera que estoy equivocada al mismo tiempo.

-Cuando el amor es verdadero, no importa la distancia ni el tiempo. No importan los problemas ni los obstáculos que puedan interponerse porque al final del día, si dos personas son almas gemelas, se encontrarán de nuevo en mitad del camino.
Sabía que volverías, Caitlin.
Lo supe en cuanto te fuiste.

«Porque dejaste al amor de tu vida en Micktown.

Cuando su charla finaliza, siento que las piernas me fallan momentáneamente y dejo de forcejear con Barry.
A su vez, el castaño también lo hace y nos quedamos en un completo silencio los tres.
Y es Jenna quien carraspea y lo rompe después.

-Me alegro de verte, Caitlin.
Tenemos mucho de que hablar, pasate por el bar cuando quieras ¿Vale? -Me ofrece y sonríe antes de desaparecer por la esquina de la calle.
Pero yo soy incapaz de decirle algo, si quiera de pronunciar una sola palabra.

Así que todo lo que hago es separarme del muchacho y arreglar un poco mi cabello antes de caminar de vuelta a casa.

¿Estás bien, Caitlin?

Sweet Home. Snowbarry Where stories live. Discover now