Capitulo 11

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Sentada en el porche de la casa, la lluvia cae con fuerza pero el viento es inexistente y ni una sola gota me llega.
Y mi exterior es un contraste brusco con mi interior.
Tan en paz, en calma.
Pero por dentro como un torbellino que no deja de girar y girar en mi cabeza.

Soy un mar de dudas y aunque trato de enfocarme en la lluvia frente a mi, es tan imposible como negar el hecho de que las cosas se han complicado todavía más de lo que creía.
Los minutos pasan y la puerta se abre.
Barry cruza por ella y se sienta a un escaso metro de mi.

A pesar de que no cruzamos ni una palabra, nos miramos durante un momento que se vuelve pesado.
Y tengo la sensación de que él se siente igual que yo.
Trago saliva y como estoy acostumbrada a hacer, busco rápido algún tema del que hablar.
Entonces frunzo el ceño y soy consciente de que he obviado algo durante este último mes.

—¿Qué tal le va a tu madre, Barry? No la he visto ni sabido acerca de ella desde que volví. —Pasados los primeros segundos oigo una risa hueca procedente de él.

—Mi madre murió hace tres años. —Y lo dice así, sin anestesia posible que amortigüe el golpe.
Y lo siento como un puñal clavándose en mi pecho.

—Lo siento mucho, yo... —Las palabras se atragantan en mi boca y mueren antes de salir de mis labios. El castaño se pone de pie y dice sus últimas palabras antes de irse de ahí.

—Ha llovido mucho en mi vida, Caitlin.
Y tú no estabas aquí para ser el arco iris. —La puerta se cierra tras él pero no puedo dejar que la conversación termine ahí.
No he dicho mi última palabra así que le sigo dentro de la casa.
—¿Qué quieres que te diga? ¡Lo siento, Barry! ¡Siento que nuestro perro muriera, siento que tu madre muriera! ¡Lo siento! Pero yo no estaba aquí.
¿Qué narices esperas que haga? —De nuevo le oigo reír y odio cuando hace eso.

—¡Es que ese es el jodido problema! ¡Que te fuiste y ahora estás aquí otra vez! Sólo quiero que te largues. Quiero que desaparezcas y no tener que volver a verte nunca más. —Noto una presión en el pecho y los ojos se me llenan de lágrimas.
No lo dice de verdad. Sé que no.

—No lo dices de verdad... —Susurro.

—Lo hago. Me jodes la vida cada vez que te marchas y me la jodes cada vez que vuelves. —Sus manos recorren su cabello y la calma llega de golpe cuando ninguno sabe qué decir.

—Sólo dime una cosa ¿Eres feliz?
—S-si. Claro que lo soy. ¿Qué clase de pregunta es esa? —Espero ansiosa por una respuesta. Por una simple palabra, por un simple gesto que deshaga el nudo en mi garganta.

Pero todo lo que Barry hace es cerrar la puerta de su habitación tras él y dejarme ahí.
Suspiro y me llevo las manos al cabello. Quiero gritar, quiero llorar de la impotencia.
Quiero explicaciones a su actitud.
Pero lo único que hago es salir y pasear.

Cuando ya llevo un rato, observo frente a mi la casa de mis padres.
Las manos me tiemblan cuando presiono el timbre. Trago seco y me preparo para lo peor.
Mi madre abre la puerta.
—Hola Mamá... ¿Puedo pasar? —Apreto los labios. Ella suelta una respiración algo molesta.

Pero de fondo otra voz habla.

—Hemos preparado palomitas y refrescos, pasa. —Es mi padre quien lo dice. Asiento y así lo hago.

—¿Todavía te gustan las palomitas? —Miro a mi madre y le sonrío levemente.
—Si. —Entonces me siento junto a mi padre. Nuestras miradas se cruzan y mis ojos se llenan de lágrimas.
—Lo siento. —Susurro despacio.

—Ven aquí, pequeña snob—Mi padre me abraza y sollozo en su hombro. Siento la mano de mi madre en mi espalda y su voz susurrando un cálido "tranquila, mi amor."

—¡Reese está preciosa en esta película! Pero eso no es nada comparado a la realidad. Ella es aún más guapa, lo juro. —Mi madre ríe y se tapa la boca.
—¿En serio? ¿Aún más guapa? Eso es mucho decir, Caitlin. —Le doy un rápido vistazo a mi padre y asiento.
—¡Pues lo es! Es un poco bajita pero es preciosa. Y también encantadora, una mujer muy interesante. —Les aseguro.

—¿Y conoces también a Tom Hardy? —Los ojos de mi madre se iluminan con curiosidad. Río.
—Tom me saludó con un beso en la mano y dijo que yo era maravillosa. —Presumo, moviendo mi pelo.
—¡No es cierto! —Me cruzo de brazos, ofendida.
—¡Si lo es! ¡Iba a pedirle su número pero no soy tan atrevida! —Los tres reímos.

Cuando mi padre abandona el salón durante unos minutos, la sonrisa de mi madre se borra y no tarda en ponerse junto a mi.
—Te conozco mejor que a nadie en el mundo. Dime qué ocurre.
Sé que te pasa algo. —Trago saliva y me esfuerzo en sonreír lo mejor que puedo.
—Estoy bien, Mamá. He discutido con Barry pero nada nuevo. —Le resto importancia aunque para mi sea lo más importante en realidad.

—Nunca intentes mentirme a mi, hija. Sabía que estabas mal como siempre he sabido que esa vida snob no es para ti. —Frunzo el ceño.
—¿Qué quieres decir con eso, Mamá? —Ella esquiva mi mirada pero me las ingenio para que su atención vuelva a mi.

—Pues que yo... —Parece buscar las palabras adecuadas.
—Habla por favor. —Casi le exijo.
—Dejame preguntarte una cosa ¿Quieres? —Asiento, intrigada.

—¿Eres feliz, Caitlin? —La pregunta me atraviesa como una daga directa al corazón.
Por segunda vez en el mismo día.
Y esta vez mi visión se nubla y hablo sin pensar antes.
—No lo sé, Mamá. —La voz me tirita y no veo con claridad.
Ella sonríe con compresión.

—Eras tan feliz, Caitlin. Tan sonriente y vivaz. Estabas tan enamorada. Pero de repente algo cambió en ti. Esas ansias de una nueva vida aparecieron y te volviste distante y triste.
Necesitabas marcharte.
Necesitabas descubrir la vida lejos de Micktown.
Y ahora que ya lo has hecho es hora de preguntarte qué es lo que realmente quieres. 

Sweet Home. Snowbarry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora