Capítulo 10

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Me levanto del sofá sin hacer ruido, asomo la cabeza.
Barry está de pie en la cocina café en mano y vestido con unos pantalones cortos y una camiseta básica.
—Buenos días, Caitlin. —Me saluda. Mierda, me ha pillado.
Ya cazada, me pongo de pie con normalidad y estiro los brazos.

Le miro y de la encimera saca un pañuelo blanco que agita en el aire. Sonrío.
—¿Quieres rendirte, Allen? —Él me devuelve el gesto y niega rápido.
—Sólo quiero un medio tiempo. Lo necesito, más bien. —Planeo discutir los términos de su "medio tiempo" pero su semblante está tan serio que decido no hacerlo.
Parece que es importante.

—¿Trabajo? —Cuestiono. Asiente.
—Tengo que terminar los últimos detalles del ACE amarillo y no me decido en algunas cosas. —Me explica. Repaso mis labios con la lengua y asiento.
—¿Puedo echarle un vistazo? —Termina de beber su café mientras me mira.
—Claro. —Me ducho y visto mientras el castaño está con el coche.
Cuando estoy lista, camino hasta el taller.

—¿Cuánto vas a pedir por el coche? ¿20 mil? —Es lo primero que le pregunto. El ojiverde -que se encontraba junto a las ruedas en el suelo- se pone de pie para mirarme. Después le da una ojeada al vehículo y me mira a mi de nuevo.
—Todavía no he testado el motor. Pero supongo que 20 mil es la cifra perfecta. —Alzo las comisuras de mis labios cuando tengo una sensación de déjà vu me invade.

—Yo era la de los precios ¿Recuerdas? A ti se te daba fatal tasar los coches pero ese era mi terreno. —No dice nada, tan sólo me observa en calma, como si estuviera repasando mentalmente todas las situaciones que vivimos así.

Carraspeo.

—Si tiene buen motor deberías pedir 25 mil. Es mejor pedir algo más por el regateo. —Le recuerdo. —¿Vas a probar el motor?
—Si, de hecho lo haré ahora mismo. Voy a ir a dar una vuelta. —Asiento.

El castaño abre la puerta y se sube al coche, me dispongo a salir del lugar pero su voz me detiene.
—¿Quieres venir? —Y me gustaría poder decir que esas dos palabras no causan nada en mi.
Pero si lo hiciera, las cosquillas de mi estómago me llamarían mentirosa.
Y la sonrisa inevitable que se dibuja en mis labios también.

Así que no hago nada más que subirme al coche sin mediar palabra. Nuestras miradas se encuentran antes de que arranque el coche.

El sol está saliendo a pesar de las nubes que indican lluvia y las calles de Micktown están semi iluminadas por él.
Barry conduce despacio, sin prisa por el pueblo.
Tanto que mi barra de impaciencia se va cargando a una velocidad de vértigo.

—Mi abuela conduce más rápido que tú ¿Así pretendes probar el motor? —Me burlo.
Él frunce el ceño.
—Tu abuela está muerta, Caitlin. —Largo una risa.
—Exacto. —Le oigo suspirar.

—Venga Barry, dale un poco más al acelerador o no recorremos este pueblo enano ni en tres días. —De nuevo oigo como suelta el aire rápido.
—¿Quieres dejarme en paz? Yo conduzco como quiero. —Se defiende.

—Para el coche. —Le exijo. Oigo un "¿Qué?" en un tono bajo.
—¡Para el coche! —Y finalmente accede a mi petición. Cuando detiene el coche, abro la puerta y me bajo. Camino hasta quedar de su lado y le abro la puerta.
—Este coche necesita vida y tú ya estás mayor para eso. Baja. —El castaño me mira con una expresión de estar ofendido.
—¡Si tengo la misma edad que tú!
—¡Que te bajes del coche, abuelo! —A regañadientes logro que así lo haga.

Me agacho para retirar mis tacones y me subo descalza al vehículo. Le doy los zapatos al castaño y él suelta una risa.
—Agarrate, Barry. —Me giro hacia él y le guiño un ojo antes de volver la vista a la carretera. Entonces piso el acelerador y las ruedas chirrían sobre el asfalto. Oigo la voz de Barry en un grito de asombro.

Acelero más y más, levantando el polvo y quemando neumáticos.
—¡Maldita loca vas a matarnos! —Exclama y sus palabras provocan que me ría.
La adrenalina subiendo en mi cuerpo, el viento estrellándose contra mi cara el polvo de las calles manchando el coche.

Así justo como me siento ahora, no hay nada más.
No hay desfiles de moda, no hay ejercicios diarios, no hay reuniones de equipo.
Sólo la carretera, Barry y yo.
Y me siento libre por primera vez en demasiado tiempo.

Cuando detengo el coche, mi vista enfoca a Barry. El silencio se convierte en el dueño del momento.

—¿Y si me hubiera quedado, Barry? ¿Qué habría pasado? —Necesito respuestas, despejar esa duda así que decido romper el silencio.
—No te quedaste. Así que nunca lo sabremos.
Pero tal vez, nos habríamos pasado el resto de nuestras vidas conduciendo en coches clásicos por las calles de Inglaterra. —No puedo responder ante eso.
No sé qué decir.

Los escasos rayos de sol están dando directamente en su rostro, sus ojos se vuelven más claros y brillantes debido a la luz y su sonrisa parece hacerse más intensa.
Quiero apartar mi mirada de él.
Y desearía hacerlo con todas mis fuerzas. Pero no puedo.
No puedo.

—Vámonos a casa. —Susurro. De nuevo piso el acelerador y estamos en casa en minutos.

Cuando la noche cae, la imagen de George ilumina la pantalla de mi teléfono. Lo cojo.
Buenas noches Caitlin ¿Qué tal van las cosas por allí? Ha pasado más de un mes. —Carraspeo.
—Lo sé, George. Pero las cosas se han complicado un poco y debo quedarme. En cuanto arregle mis asuntos aquí, regresaré. —Le aseguro.
Está bien pero recuerda que en pocas semanas tenemos la inauguración de nuestra sociedad y no puedes faltar. —Suspiro.

—No te preocupes, no faltaré.

Lo . Tengo que colgar, te llamaré en otro momento ¿Vale?
Te quiero. —Sus palabras rebotan dentro de mi cerebro, de un lado a otro sin parar.
Desde el lugar en el que me encuentro -la habitación por construir de la casa- puedo ver el pasillo.

Y cuando esas palabras suenan desde la otra línea de mi teléfono, Barry atraviesa el pasillo cepillando sus dientes.

—Yo... —Las letras se atascan dentro de mi. Sé lo que debo decir. Sé lo que tengo que decir.

—Yo... Buenas noches, George. —Pero no puedo hacerlo.

No puedo decir esas dos palabras.

Caitlin no puede decir "te quiero" a George 😳

Sweet Home. Snowbarry Место, где живут истории. Откройте их для себя