«Capítulo 15»

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El sábado, Jeonghan se despertó tarde, como de costumbre.

Se había pasado los últimos días comprando frenéticamente y decorando la casa, entre estas cosas estaban unos nuevos visillos de encaje para la ventana del comedor, unos vinilos decorativos y baratos para adornar las paredes, varias alfombras para marcar las distintas partes de la casa, unos manteles individuales y copas para la cena. El viernes por la noche trabajó hasta después de medianoche, rellenando las nuevas fundas de cojín y dándole a la casa un último retoque para que quedara impecable.

A pesar del sol que se filtraba por la ventana y dibujaba cenefas en su cama, solo se despertó cuando oyó el rítmico sonido de unos martillazos. Echó un vistazo al despertador y vio que ya eran más de las nueve. Se levantó todavía medio dormido, bostezó y luego enfiló hacia la cocina para preparar la cafetera antes de salir al porche, achicando los ojos ante el intenso brillo del sol matutino.

Iseul estaba en el porche, sosteniendo un martillo con su mano alzada, cuando vio a su hermoso vecino. Entonces, bajó el martillo.

—No te habré despertado con el ruido, ¿no?

—Sí, pero no pasa nada. De todos modos, tenía que levantarme. ¿Qué haces?

—Estoy intentando hacer un apaño con la contraventana para que no se acabe de caer. Anoche, cuando llegué a casa, vi que estaba colgando, y pensé que seguramente se acabaría de romper a medianoche. No he pegado ojo pensando que el estruendo de la madera contra el suelo me iba a despertar en cualquier momento.

—¿Necesitas ayuda?

—No, ya casi termino.

—¿Te apetece un café?

—Eso sí. Dame unos minutos para que termine con esto.

Jeonghan se dirigió a su habitación, se quitó el pijama y se puso unos pantalones cortos y una camiseta. Se cepilló los dientes y el cabello, solo lo justo para quitarse los enredos. A través de la ventana, vio que Iseul se acercaba a su casa y se apresuró a abrirle la puerta. El pelinegro preparó dos tazas de café y le pasó una a su amiga tan pronto como ésta entró en la cocina.

—¡Oye! ¡Qué bonita que tienes la casa! Me gustan las alfombras y los cuadros.

Él se encogió de hombros modestamente.

—Sí, bueno... Supongo que empiezo a sentir que Yeosodo es mi hogar, así que he pensado que debería imprimirle a esta casa un aire más permanente.

—Increíble. Es como si por fin hubieras decidido echar raíces.

—¿Y qué tal tu casa? —le preguntó al momento que tomaba la diestra ajena y comenzaba a jugar con su dedo índice.

—Ah, mucho mejor. Te invitaré cuando esté lista —sonrió.

—¿Dónde has estado? Hacía días que no te veía.

Ella ondeó la mano con apatía.

—La semana pasada estuve fuera unos días por trabajo, y el fin de semana fui a visitar a unos amigos. Después, he estado toda la semana hasta las cejas de trabajo.

—A mí también me ha tocado trabajar mucho. Últimamente hice un montón de turnos.

—¿Y esta noche también trabajas?

Jeonghan tomó un sorbo de café, dejando la mano de la chica.

—No. Esta noche tengo un invitado para la cena.

A Iseul se le iluminaron los ojos.

—¿A ver si adivino de quién se trata?

—Ya sabes quién es —Jeonghan intentó contener el rubor que notaba que se le expandía por el cuello.

My Haven ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now