«Capítulo 44»

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Después de dejar a Seungcheol en casa de Jihoon, Jeonghan condujo el coche hasta su casa. No quería ir, pero sabía que no podía pasarse la vida evitando lo inevitable. A pesar de que no tenía intención de quedarse en la cabaña, necesitaba pasarse por allí para recoger algunas pertenencias.

Las ruedas elevaban nubes de polvo en el suelo y sorteó los baches antes de detenerse frente a su casa. Permaneció sentado en el todoterreno y miró hacia la puerta, recordando cómo Jungjae se había desangrado en el porche hasta morir, sin apartar la vista de su cara.

No quería ver las manchas de sangre. Tenía miedo de que, al abrir la puerta, recordara la imagen de Seungcheol tendido en el suelo después de que lo golpearan. Podía oír los gritos de Chan y Samuel, llorando histéricos mientras se aferraban a su padre. Jeonghan no estaba preparado para revivir aquellos momentos. En lugar de eso, enfiló hacia la casa de Iseul.

En su mano tenía la carta que Seungcheol le había entregado. Cuando le preguntó por qué le había escrito una carta, él sacudió la cabeza.

No la he escrito yo —le había respondido.

Jeonghan se lo quedó mirando atónito.

Lo comprenderás cuando la leas.

Mientras se acercaba a la casa de Iseul, sintió que unos recuerdos intentaban materializarse. Justo cuando estaba logrando concentrarse, el recuerdo se esfumó de su mente.

Aminoró la marcha a medida que se acercaba a la casa de su amiga. Su ceño se frunció por la confusión.

En la ventana había una enorme telaraña, y la contraventana yacía medio destrozada sobre la hierba crecida. La barandilla del porche estaba rota y se podía ver la maleza que iba ganando terreno entre las tablas del suelo. Jeonghan se fijó en todos aquellos detalles, aunque no era capaz de procesar la escena que se abría ante sus ojos. Un pomo oxidado y parcialmente colgando de la puerta, mugre en las ventanas, como si no las hubieran limpiado desde hacía muchos años.

Sin cortinas ni visillos...

Sin alfombrilla en la entrada...

Sin campanillas de viento orientales...

El chico vaciló, intentando comprender lo que veía. Se sentía extrañamente ligero, como una pluma, como si se estuviera despertando de un sueño. Cuanto más se acercaba, más evidente era que la casa estaba abandonada. Pestañeó y se fijó en que la puerta estaba sellada con dos tablones de madera clavados en forma de cruz, que se extendían por la superficie ajada. Volvió a pestañear y vio que una parte de la pared, justo en la esquina, estaba completamente podrida, y que en el centro había un boquete astillado. Pestañeó por tercera vez y cayó en la cuenta de que la parte inferior de la ventana estaba rota, con trozos de cristal esparcidos por el suelo.

Jeonghan se encaramó al porche, incapaz de contener su curiosidad. Se inclinó hacia delante y echó un vistazo a través de las ventanas hacia el oscuro interior de la cabaña. Polvo y más polvo, muebles rotos, pilas de escombros. Ni rastro de pintura, todo estaba sucio. De repente, retrocedió y casi tropezó con un peldaño roto.

No. No era posible. No podía ser.

¿Qué le había pasado a Iseul?

¿Y las reformas que hizo en la casa?

Él mismo había visto cómo colgaba las campanillas de viento orientales. Su amiga había estado en su casa, quejándose de lo duro que resultaba pintar y limpiar. Habían tomado café, cerveza y queso juntos, y ella había bromeado con él acerca de la bicicleta. Su amiga lo había ido a buscar una tarde después del trabajo y habían ido a tomar una copa a un bar. La camarera los había visto a los dos. Jeonghan había pedido dos copas de vino y... Recordó que ella no había tocado su copa.

El chico se dio un masaje en las sienes, mientras su cerebro procesaba la información a gran velocidad, en busca de respuestas. Recordó que ella estaba sentada en los peldaños de su porche cuando Seungcheol lo llevó a casa. Incluso él lo había visto...

Jeonghan se alejó de la casa en ruinas.

Iseul era real. De ningún modo podía tratarse de una amiga imaginaria. No, no se la había inventado.

"Pero a ella le gustaba todo lo que hacías: Tomaba el café del mismo modo que tú, le gustaban las prendas de ropa que comprabas, sus pensamientos acerca de los empleados en 'Hoshi's Place' eran un puro reflejo de los tuyos..."

Una docena de detalles aleatorios empezaron a plagar su mente y las voces resonaban en su cabeza.

"¡Ella vivía aquí!"

"Entonces, ¿mo es que la casa está en ruinas?"

Contemplamos las estrellas juntos!"

"Tú contemplaste las estrellas solo, por eso todavía no sabes sus nombres"

Bebimos en mi casa!"

"Te bebiste las botellas tú solo, por eso acabaste ebrio"

Me habló de Seungcheol! ¡A ella le gustaba la idea de que estuviéramos juntos!"

"Iseul jamás mencionó su nombre hasta que tú lo conociste, y tú ya te habías fijado en él desde el principio"

Ella había sido la terapeuta de los niños!"

"Esa fue la única excusa a la que recurriste para no hablarle nunca a Seungcheol acerca de ella"

Una a una, las respuestas iban llenando rápidamente las incógnitas a medida que Jeonghan se formulaba más preguntas.

La razón por la que jamás había visto a Iseul conducir su coche, porqué nunca lo había invitado a su casa ni había aceptado su oferta para ayudarla a pintar, cómo había sido capaz de aparecer por arte de magia junto a Jeonghan, vestida con ropa deportiva...

Él sintió que algo en su interior se resquebrajaba cuando se dio cuenta de que todas las piezas encajaban, y de repente, se dio cuenta de que ella nunca había estado ahí.

My Haven ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now